La muerte de Diogo Jota revivió una de las noches más peligrosa en la vida de ‘Pacho’ Maturana: fue en la misma carretera

El exentrenador de selecciones y clubes nacionales e internacionales compartió una reflexión sobre los riesgos al volante y la importancia de valorar la vida en el deporte profesional

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Francisco "Pacho" Maturana revivió su
Francisco "Pacho" Maturana revivió su experiencia al volante tras la muerte de Diogo Jota en España - crédito Colprensa

A veces, los recuerdos más antiguos vuelven con fuerza cuando la realidad los hace presentes de manera dolorosa. Eso fue lo que sintió Francisco “Pacho” Maturana, ícono del fútbol colombiano y exentrenador de selecciones y clubes nacionales e internacionales, al enterarse de la trágica muerte del futbolista portugués Diogo Jota y su hermano, André Silva, en una autopista de España. No era cualquier carretera. Era la misma por la que él, décadas atrás, también desafió la lógica y el destino.

Durante un episodio reciente del pódcast deportivo Línea de Gol, de El Colombiano, Maturana compartió una anécdota que, con el paso de los años, se transformó de aventura juvenil a lección de vida. No lo hizo desde la nostalgia gloriosa del que alguna vez fue protagonista del deporte, sino con la voz serena —y algo sacudida— del que sobrevivió a decisiones temerarias.

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La tragedia de Diogo Jota
La tragedia de Diogo Jota impulsa un mensaje de precaución para los jóvenes conductores - crédito Liverpool FC

En su relato, Maturana recordó los años en los que dirigía en España. Por aquella época, la emoción de estar al frente de equipos como el Real Valladolid o el Atlético de Madrid convivía con una actitud desafiante frente al volante. “Esa carretera es completamente plana y recta. En mi juventud, buscaba desafíos personales y a veces viajaba por la noche. La vía estaba impecable, y una noche, yendo a reunirme con el presidente del Madrid para planear el equipo de la próxima temporada, rompí mi récord de velocidad”, confesó con franqueza.

Contó que, al día siguiente, aún con la adrenalina reciente, reveló la hazaña a Camilo Segoviano, un directivo cercano. Pero en lugar de recibir felicitaciones o una sonrisa cómplice, lo que vino fue una advertencia inesperada: “Eso no me parece interesante, porque estás arriesgando tu vida sin necesidad”, le respondió. Palabras que, en su momento, Maturana no comprendió del todo.

Intentó justificarse. “Camilo, pero a esa hora no hay tráfico y esa carretera es fantástica”, le respondió. Sin embargo, el hombre, con más experiencia en velocidad, fue claro. Le explicó que había trabajado durante 15 años en una fábrica de llantas y que, incluso con un pavimento perfecto, “siempre existe la posibilidad de que un neumático se reviente a alta velocidad”. La conclusión fue tan sencilla como contundente: “No vale la pena exponer la vida así, ni por emoción, ni por orgullo”.

El testimonio de Maturana destaca
El testimonio de Maturana destaca la importancia de no subestimar los peligros en carretera - crédito Colprensa

El recuerdo de esa conversación, que parecía enterrado entre tantas memorias deportivas, volvió con fuerza tras el accidente de Jota. Y no lo hizo como simple melancolía, sino como un llamado urgente a los jóvenes que hoy, al igual que él en su momento, sienten que nada puede salir mal cuando tienen el control de un carro veloz entre las manos.

“Eso tiene vigencia hoy porque la velocidad en un auto deportivo es casi que jugar con la vida. Lo que le pasó a Jota es un mensaje, sobre todo, para los jóvenes”, reflexionó Maturana en el pódcast, con la gravedad de quien sabe que el azar no siempre perdona.

El accidente de Jota reaviva
El accidente de Jota reaviva el debate sobre la responsabilidad al conducir autos deportivos - crédito Europa Press

Más allá del deporte, el testimonio deja ver cómo las decisiones tomadas en segundos pueden marcar una vida entera, o ponerle fin. No hay trofeo, reunión estratégica ni sentido de invencibilidad que justifique ignorar los límites cuando se trata de seguridad.

A veces, basta un instante de exceso o una curva mal calculada para que todo cambie. Porque detrás del volante no solo va un piloto, va una persona, una historia, una familia que espera. En medio del ruido de motores y el prestigio del alto rendimiento, conviene no olvidar que el cuerpo humano, por mucho que compita, no es a prueba de todo.