El 13 de noviembre de 1985, Max Henríquez, entonces presentador del estado del tiempo en el Noticiero Nacional y meteorólogo formado en Hungría, vivió con frustración el cumplimiento de sus advertencias: la erupción del volcán Nevado del Ruiz, que causó una avalancha que arrasó Armero y dejó más de veinte mil muertos.
Esa tragedia, según el especialista, pudo evitarse si sus alertas y las de otros científicos no hubiesen sido desoídas.
El interés del experto por los volcanes surgió de su formación en la Universidad de Ciencias Naturales de Hungría, una institución de prestigio internacional en la que aprendió a considerar la naturaleza como un sistema interrelacionado.
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A su regreso a Colombia en los años 80, empezó a trabajar en el noticiero y a publicar informes científicos.
Entre estos, sobresalió su artículo en El Espectador titulado Despierta el volcán Nevado, en el que advirtió sobre las señales preeruptivas del Ruiz y el riesgo de avalanchas asociadas a los volcanes cubiertos de nieve.
De acuerdo con lo narrado por Henríquez en su publicación, en las semanas previas al desastre, geólogos de Ingeominas le pidieron ayuda para comunicar la peligrosidad de los signos de reactivación del Ruiz.

“Un día recibí la visita de dos geólogos de Ingeominas. Ellos vinieron a mi oficina y me dijeron: ‘Hombre, Max, necesitamos que nos ayudes, porque resulta que han venido científicos volcanólogos de todas partes del mundo y ellos nos dicen que el volcán está un... Está en etapa preeruptiva’“.
El entonces ministro de Minas, Iván Duque Escobar, padre del expresidente Iván Duque Márquez, se negó a adquirir los equipos necesarios para monitorear el volcán.
“Ese ministro fue uno de los responsables de todo lo que pasó”, sostuvo en su relato.
Ante la negativa oficial, Henríquez insistió en divulgar el riesgo: “El artículo es claro en decir que si hay una erupción, va a desprenderse una parte del hielo que hay ahí arriba, y eso va a convertirse en un peligro para la gente que vive en las orillas de esos ríos y los que viven en las partes bajas”.
Las advertencias no solo fueron ignoradas. El propio Henríquez y el medio, en el que trabajaba en ese entonces, fueron objeto de sanciones simbólicas.

Según su testimonio, tras la publicación de estos informes recibió regaños y fue declarado persona “non grata” por autoridades regionales, que calificaron su trabajo de alarmista y generador de pánico económico en los departamentos de Caldas y Tolima.
“Se dijo entonces por gentes pacatas, eso es el gobernador de Caldas y creo que el del Tolima también participó en eso. ”Que este artículo científico era alarmista, que causaba pánico económico en Caldas y el Tolima"
El Espectador editorializó días después: “La hipersensibilidad de ciertas clases dirigentes que suelen temer a la verdad hizo blanco de ataques y de injurias al articulista científico y a este periódico por sus advertencias responsables y objetivas”.
Pero la tragedia anunciada, llegó. La noche del 13 de noviembre el volcán erupcionó. Max Henríquez, en ese momento en los estudios de Inravisión, recibió la noticia de la explosión a través de una llamada desde las antenas del cerro Gualí.
Sus temores sobre las represalias por publicar “otra noticia alarmista” llevaron al equipo a dudar antes de reportar la erupción al aire. Más tarde se confirmó el desastre: la avalancha producto de la erupción devastó Armero, sepultando la ciudad bajo el lodo y acabando con la vida de cerca de 25.000 personas.

“Yo esa noche estaba en el Noticiero Nacional (…) nos habían declarado personas non grata por haber sacado esa información que ellos no querían que se conociera”, relató el meteorólogo.
Fue testigo directo de la falta de preparación e información durante las horas críticas en que se desarrolló la emergencia. “Si hubiéramos tenido esos equipos… Si los políticos hubieran actuado… No tenía por qué morirse esa gente”, reflexionó al rememorar el momento en que la magnitud de la tragedia quedó clara.
Días después, el entonces director de El Espectador, Guillermo Cano, publicó una editorial especial que reconoció la labor de Henríquez y lamentó que sus advertencias no hubieran sido escuchadas: “Nuestro colaborador Max Henríquez escribió un excelente artículo a este respecto advirtiendo los riesgos ciertos de que el volcán estallara y se produjeran deshielos que provocaran la avenida devastadora de los ríos”.

La experiencia dejó una marca imborrable en el meteorólogo, que insiste ante los medios en la necesidad de aprender de estos desastres y de no despreciar la ciencia en la prevención de emergencias.
“Las medidas preventivas y de información de la población deben difundirse rápidamente para que las tragedias como estas no tomen desprevenidos a los pobladores de las zonas de peligro”, advirtió en el mismo relato.
El caso de Max Henríquez evidencia el choque entre la ciencia y la política en la gestión de riesgos naturales, un conflicto que tuvo consecuencias fatales en la noche en que Armero desapareció del mapa colombiano.
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