
El 13 de noviembre de 1985, el municipio de Armero, en el departamento del Tolima, quedó sepultado bajo una avalancha causada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz.
En cuestión de horas, viviendas, locales comerciales, escuelas, y hasta el hospital prácticamente desaparecieron, con un saldo de cerca de 25.000 personas muertas o desaparecidas y la destrucción casi total de la ciudad.
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La magnitud de la tragedia de Armero la convirtió en uno de los desastres naturales más devastadores de la historia de Colombia y América Latina. El Nevado del Ruiz ya había mostrado su potencial destructivo en el pasado. En 1595 y 1845, erupciones previas provocaron avalanchas a través del río Lagunilla, el mismo cauce junto al que se asentaba Armero.

Desde principios de 1984, diversos indicios comenzaron a alertar sobre una posible catástrofe. Se registró un aumento de la temperatura en el volcán y, a partir de diciembre de ese año, campesinos de la zona observaron la muerte masiva de peces en las cuencas de los ríos Otún, Recio y Lagunillas. A estos signos se sumaron grandes cantidades de azufre, pequeñas explosiones y un incendio forestal en las inmediaciones del volcán.
Las señales de alarma se intensificaron el 11 de septiembre de 1985, cuando una erupción de gases y vapor, acompañada de lluvias, afectó a los municipios cercanos. Científicos, escaladores y figuras políticas advirtieron desde 1984 sobre el riesgo inminente, pero las alertas no se tradujeron en una evacuación efectiva de la población.
Sin embargo, la fuerza del desastre que se avecinaba se empezó a vivir en la tarde del 13 de noviembre de 1985, cuando la actividad volcánica se hizo evidente en Armero. A eso de las 4:00 p. m., comenzó a caer ceniza sobre la localidad, seguida de una llovizna a que comenzó sobre 6:00 p. m.
De hecho, los efectos atmosféricos producto de la entrada en actividad del volcán hicieron que a 7:00 p. m. de ese miércoles, la Cruz Roja regional discutiera la posibilidad de evacuar Armero, Mariquita y Honda.

Sin embargo, la decisión final fue evadir las aletas sin prever lo que estaba a punto a de suceder apenas dos horas después.
A las 9:29 de la noche, el Nevado del Ruiz explotó, desprendiendo el 2% de su corona de hielo. Un minuto después, funcionarios de Ingeominas, ubicados a 4.000 metros de altura cerca del páramo de Letras, confirmaron el inicio de la erupción y recomendaron la evacuación inmediata.
Sin embargo, la advertencia llegó demasiado tarde, pues cuatro minutos después de la erupción, a las 9:33 p. m., una avalancha de agua, producto del deshielo, descendió por las laderas del volcán, incrementando el caudal de los ríos Lagunilla, Chinchiná, Gualí y Azufrado.
Esta primera ola arrasó con todo a su paso y, minutos después, una segunda avalancha, cargada de lodo, rocas y árboles, avanzó a una velocidad de hasta 80 kilómetros por hora, afectando a más de veinte municipios, entre ellos Anzoátegui, Fresno, Chinchiná, Palestina, Villamaría, Falan, Casabianca, Herveo, Líbano, Murillo, Villahermosa, Ambalema, Honda, Lérida, Mariquita, Cambao, Guarinocito, Guayabal, Santuario y Santa Isabel.

A las 9:49 p. m., la Defensa Civil de Ibagué y Murillo intentó contactar a las autoridades de Armero, sin éxito. El deshielo alcanzó Chinchiná a las 10:40 de la noche y, a las 11:30 p. m., una masa de 350 millones de metros cúbicos de lodo y piedras sepultó Armero.
Las consecuencias fueron inmediatas y devastadoras. Cerca del 94% de la población de Armero murió o desapareció; el 6% restante se refugió en la región de Chinchiná.
El humo y las cenizas se elevaron hasta 15 kilómetros, mientras más de 4.400 heridos recibieron atención en hospitales de Cali, Medellín, Ibagué, Manizales, Pereira, Girardot y Armenia.
El desastre también provocó alteraciones climáticas en la región y modificó el cauce del río Magdalena. En total, 5.092 viviendas quedaron destruidas, de las cuales 4.718 estaban en Armero y 374 en Chinchiná. El número de damnificados ascendió a 230.000 y las pérdidas materiales se estimaron entre 35.000 y 50.000 millones de pesos.
En respuesta a la emergencia, se creó la entidad Resurgir, encargada de gestionar los recursos y coordinar la reconstrucción del área afectada. Sin embargo, personajes destacados de la época cuestionaron la eficacia de la entidad, señalando que una parte considerable de los fondos se destinó a gastos burocráticos y contrataciones de personal ajeno a la región, lo que generó controversia sobre el manejo de la ayuda.
Durante el proceso de rehabilitación, la magnitud del desastre se hizo aún más evidente: cerca de 65.000 damnificados directos llegaron a la zona, una cifra que superaba ampliamente la población original de Armero, que antes de la tragedia contaba con 40.000 habitantes, de los cuales más de la mitad había perdido la vida.
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