
Dos graves hechos ocurrieron en Bogotá durante las noches del sábado 8 y del martes 11 de noviembre de 2025, ambos con víctimas fatales en accidentes de tránsito registrados en los barrios La Sierra (San Cristóbal) y El Tintal (Kennedy).
En el primer caso, los dos menores de edad que habían sido trasladados al hospital Santa Clara permanecían bajo observación. Sin embargo, la tarde del martes 11 de noviembre se confirmó la muerte de la adolescente Carol Estefanía Arturo Torres, de 15 años, mientras que su hermano Juan Martín, de 7, continúa hospitalizado luchando por su vida.
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El conductor implicado en ese hecho, el taxista José Eduardo Chalá Franco, de 56 años, arrolló a once personas. De acuerdo con las pruebas de alcoholemia, conducía con grado tres de embriaguez, el nivel más alto. Además de los dos menores, otros dos hermanos —una bebé de cuatro meses y un niño de 12 años— permanecen internados en la Clínica La Victoria con politraumatismos y lesiones en cabeza, cuello y abdomen.
Ese mismo día, horas después de confirmarse el deceso de Carol por un paro cardiorrespiratorio tras diagnóstico de muerte cerebral, circularon en redes sociales videos del linchamiento de Mauricio Cendales Parra, de 35 años, conductor de una camioneta particular (matrícula EUO 040) involucrado en otro accidente mortal en el sector de Kennedy.
En ambos casos se evidenció un punto en común: la reacción violenta de algunos testigos, impulsados por la ira y el deseo de tomar la justicia por mano propia.Esta actitud que ya ha sido cuestionada por parte de las mismas autoridades (y puede acarrear hasta sanciones legales) ha sido calificada por algunos usuarios y transeúntes como una forma de tomar acciones frente a la falta de credibilidad que, según percepciones de una parte de la población, y que se pueden escuchar en conversaciones entre vecinos en varias zonas de Bogotá (sin distinción de estratos, e incluso en otras ciudades principales de Colombia), se da porque muchas veces las detenidos quedan en libertad de nuevo.
Por todo lo anterior, Infobae Colombia conversó con la doctora Karol Vásquez, decana de la Facultad de Terapias Psicosociales de la Universidad Antonio Nariño, para entender un poco el por qué una parte de la ciudadanía decide tomar el camino de la violencia y no dejar los asuntos en manos de las autoridades.
Por qué la ciudadanía toma justicia por mano propia: tras linchamiento a conductor de camioneta en Kennedy
Para empezar con el análisis de lo ocurrido en el barrio Techo Nuevo (Kennedy), Vásquez explicó que “hablar de violencia y sobre todo en contextos sociales que relacionan factores como la convivencia, nos tiene que llevar a un punto de partida y es la familia y es la vida misma de cada sujeto; porque es en la vida misma, en la historia de vida, en su núcleo familiar, en lo que ha aprendido a través del ejemplo, en su crianza, en la interacción con otros, que esta persona va a empezar a configurar sus dinámicas de vida”.
En ese sentido, la especialista configura que “desde la primera infancia y en la adolescencia se empieza a configurar esa forma de pensar, sentir y actuar, de cómo aprendemos a resolver los problemas, de cuál es nuestro nivel de tolerancia a la frustración, de cómo manejamos nuestras emociones, de qué tan asertivos, conciliadores o pacíficos somos”.
Ya en la adultez y “cuando se enfrentan nuevos desafíos asociados al trabajo, al tráfico vehicular, a la cotidianeidad con los vecinos, entre otros, es cuando todo eso que se ha aprendido en la infancia y en la adolescencia, se pone a prueba y se aplica”, aclara Vásquez.
“Por tanto, un niño o un adolescente que ha sido criado en contextos violentos, que ha aprendido a solucionar sus problemas de manera hostil, que no ha podido manejar sus emociones de manera asertiva y que ve en la violencia una vía para obtener alguna victoria en escenarios de conflicto, pues es un adulto que seguramente va a aplicar eso en las situaciones cotidianas”.
Sumado a lo anterior, la decana explicó que estos ejemplos se traducen en otras conductas que se normalizan: “Adultos que reaccionan de manera agresiva, adultos que consideran portar armas como un medio o mecanismo de defensa, adultos que consideran que gritando o agrediendo verbal y físicamente van a poder ganar la batalla, van a poder obtener el respeto y van a poder vencer al otro”.
En esta última parte Vásquez ahondó en que “también se traduce un juego de poderes y un juego mental donde quiero ganar, quiero ser superior al otro, quiero vencer, quiero llevarme esta victoria y no importa a toda costa cómo lo logre, si eso implica golpear, gritar, ofender o incluso atentar contra la vida de otra persona”.
Lo que más preocupa es que aquí solo se están analizando los casos en Bogotá, pero estos patrones aplican de igual forma para las demás poblaciones en toda Colombia.
El reflejo de la sociedad se traduce en cómo resuelven sus problemas: el imaginario y el dejar de creer en la justicia
Estos dos casos, explicó la Dra. Vásquez, “hace que estemos hablando también y reflexionando sobre nuestra sociedad, sobre la violencia en nuestra sociedad, sobre cómo se están cada vez, generando más contextos violentos y se está validando esas prácticas”.
En este punto, y una de las causales que señala la experta, es “sobre todo también cuando las personas empiezan a dejar de creer y confiar en el sistema, en las leyes y en el funcionamiento de la autoridad, y consideran que la única manera de sentirse protegidos y hacer respetar su integridad es por mano propia”.
Sobre la afirmación anterior Vásquez argumento que se da porque (los ciudadanos) consideran que los diversos estamentos, el sistema y las leyes como están previstas, no garantizan efectivamente la protección de sus derechos, de su vida, de su integridad".
Pero en este aspecto la especialista recalcó que “caemos también en una disyuntiva, porque entonces podemos encontrar escenarios donde la víctima se puede convertir en victimario. ¿Cuándo sucede eso? Cuando una persona que está siendo víctima de agresión por parte de otra persona que en su momento es el victimario. Pero si esa víctima lo que hace es reaccionar de manera violenta, es decir, caer en ese juego mental y de poder del otro, en ese momento deja de ser víctima y se convierte en otro victimario, porque la violencia genera más violencia".
Los casos de intolerancia se suman a los accidentes de tránsito y a los hurtos: “Violencia que genera más violencia”
“¿Y qué pasa? Esa víctima que aparentemente estaba en estado de indefensión, al tratar de reaccionar y atacar al otro, al volverse entonces un victimario más, pues es también judicializado y termina o en la cárcel, pagando una condena o pierde su vida. ¿Cuántos casos no se han visto así?“ cuestionó Vásquez, invitado de paso a la reflexión.
Otro punto que ha generado casos de justicia por mano propia son los de intolerancia en las vías, “se juntan dos personas intolerantes y esa intolerancia y ese poco control de emociones y esa violencia implícita que llevan dentro de sí, los lleva a reaccionar de una manera donde en ese momento pierden la perspectiva.
“Pierden la noción del tiempo, del espacio, no vislumbran cuáles van a ser las consecuencias de sus actos y en ese sentido actúan de manera irracional, sin medir efectivamente los efectos que eso puede generar para ellos, para sus familias, para la sociedad”, agregó la experta, y “en casos donde alguno de los dos pierde la vida o los dos, o terminan en la cárcel. Y eso es una afectación para ellos, para sus familias que sufren y viven de este flagelo y para la sociedad”, agregó.

Especialista se refirió al consumo de alcohol como factor desencadenante y relación con el caso de Jaime Esteban Moreno
La especialista también se refirió al caso del estudiante de la Universidad de Los Andes Jaime Esteban Moreno Jaramllo (víctima de una golpiza que le costó la vida la madrugada del 31 de octubre y por la que ya fueron capturados Juan Carlos Suárez Ortiz y Ricardo Rafael González Castro), al mencionar que puede haber otros factores que generen las tragedias: el alcohol, y que también tiene relación con el caso del taxista en San Cristóbal.
“Hay factores también que detonan mucho más la violencia y el conflicto, y es el alcohol, cabe decir, la droga más consumida en el país, porque además es socialmente la más aceptada“, añadió Vásquez, y en algunos contextos “se aumenta la probabilidad de violencia y de daño letal para las personas, que fue lo que sucedió justamente el 31 de octubre con el caso el estudiante de Los Andes, donde también podemos ver de pronto un trasfondo de conflicto y tensiones que pueden existir entre pares, en este caso entre los jóvenes universitarios, pero también un tema de índole social”.
“Veamos dos escenarios: una persona que estaba beneficiada por el programa Ser Pilo paga, de un estrato social más bajo, viviendo en el sur de Bogotá, versus otra persona que tenía unas características totalmente distintas”, inicia el ejemplo la analista.
“Puede existir algún tipo de resentimiento, puede esconderse detrás de ello envidia, ego, resentimiento social. Entonces, hay muchos factores, pero que todos nos llevan a un mismo punto y es con con lo que inicié: cómo fue criada esa persona, qué aprendió desde niño, qué aprendió cuando fue adolescente y por qué ahora que llega a esa etapa de adultez actúa así, ¿no?" siguió con su exposición la decana de la Facultad de Terapias Psicosociales de la Universidad Antonio Nariño.

Las lecciones que dejan los casos de justicia por mano propia: la importancia de la salud mental
En esta parte de a charla, Vásquez aseguró que “nuestras acciones hablan de lo que somos, y por eso es muy importante que las familias, desde la primera infancia, empiecen a cultivar en los niños la empatía, esa capacidad de ponernos en el lugar del otro y la tolerancia, muy importante en la convivencia”.
Asimismo, la experta precisó que es fundamental sembrar “el manejo de emociones, enseñarles a los niños y a los adolescentes cómo pueden controlar sus emociones para actuar de manera asertiva; no dejarse llevar por la ira para reaccionar violentamente, no dejarse llevar por la tristeza para que de pronto intenten suicidarse, no dejarse llevar por muchas situaciones que los pueden llevar a consumir drogas o alcohol, o que los pueden llevar a atentar contra su vida o contra la de los demás”
Referente al sistema judicial, “necesitamos también seguir fortaleciendo el sistema, garantizándole a las personas la protección de sus derechos, de su integridad, permitiéndoles que recuperen la confianza, la confianza en el sistema de sus diversos estamentos públicos y privados”, añadió Vásquez.
“Pero es un trabajo conjunto. Hay que trabajar en casa con las familias, hay que trabajar en, en la escuela, en los contextos educativos, porque la educación es la base del cambio y transformación social y cultural de la sociedad, y hay que trabajar con los distintos estamentos públicos y privados para que tanto a nivel personal, familiar, social, laboral y en general como tejido social, podamos dar garantías de una sana convivencia que sea pacífica y en la que aprendamos a resolver los problemas sin necesidad de recurrir a la violencia“.
Por último, la experta resaltó la importancia de “trabajar en la salud mental de las personas”.
“Una persona que fortalece su salud mental es una persona que se siente bien consigo mismo y, al sentirse bien, va a estar bien y va a proyectar ese bienestar en los demás. Y una persona que actúa así, pues ayuda a otra para que juntas empiecen a tejer ambientes sanos, saludables y asertivos”, finalizó Vásquez.
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