Exintegrante de Los R-15 reveló el ‘modus operandi’ del grupo criminal famoso por robar 50 bancos y carros de valores en el país

Charles Narváez se crio entre los barrios marginales de Cali. Aprendió a delinquir de la mano de su padre, pero hoy, aun desde la cárcel, muestra las ganas de cambiar su rumbo con la publicación de su primer libro

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Charles Narváez contó cómo operaba los R-15, la banda de ladrones de bancos en Cali - crédito Conducta Delictiva/Instagram

Si alguien escucha el nombre de Charles Narváez, posiblemente no suene muy familiar; sin embargo, al referirse a él como uno de los exintegrantes del famoso grupo criminal R-15, de Cali, quizá sea otra la respuesta.

Lo recordarán, especialmente, aquellos que fueron testigos del modus operandi utilizado para ejecutar robos en al menos 50 entidades bancarias de seis ciudades del país. Estas acciones delictivas generaron ganancias superiores a $20.000 millones entre 1995 y principios de la década de los 2000.

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Años después de que finalmente las autoridades desarticularon la estructura delictiva, algunos de sus integrantes lograron huir, otros continuaron en sus andanzas o fueron asesinados, mientras que otros más cumplen su condena en una de las cárceles que tiene el país.

Charles Narváez lleva más de
Charles Narváez lleva más de 14 años preso - crédito Pixabay

La última situación es la que vive Narváez, que permanece privado de la libertad hace más de 14 años en la cárcel de Palmira (Valle del Cauca).

Él abrió su corazón, como un libro, a los periodistas del videopódcast Conducta Delictiva. Esto es literal, debido a que de su amarga experiencia en el mundo delincuencial sacó una compilación de relatos al que tituló: Mis memorias. Banda Los R- 15, la Verdadera Historia.

Un niño siguiendo los pasos de un delincuente

Su vida comenzó recorriendo las calles del centro de Cali, en el sector conocido como “la olla”, puntualmente el barrio Sucre, marcado por el paso deambulante de habitantes de calle, centros de reciclaje, ventas callejeras, y la acumulación de basura en cada esquina.

Su mamá no aguantó las andanzas del padre de Narváez. Se separó, y se fue a vivir al distrito de Aguablanca —otra zona vulnerable de la ciudad—, en busca de una mejor calidad de vida para ella y sus hijos.

No obstante, sus tres hijos continuaron frecuentando el centro para compartir con su padre, un destacado ladrón que, poco a poco, los condujo por ese camino, que pronto se convertiría en un callejón sin salida.

“(...) desde allí empiezo, sin quererlo, a prepararme delictivamente desde niño, porque mi papá en esa vida que llevaba, porque él robaba, me enseñó un poco de lo que sabía. Cuando nosotros el fin de semana íbamos a visitarlo, él aprovechaba y nos decía a mi hermano y a mí que lo acompañáramos, pero más que todo a mí. Decía que iba a recoger unas cosas para volverlas a traer. Nosotros primero, en la inocencia, íbamos, la sacábamos y traíamos, pero ya como a los 10 años empezamos a comprender que era robar”, dijo.

Sus primeros pasos en la actividad criminal y su esfuerzo por resocializarse

De pasar a vivir en el barrio Marroquín a la invasión de Los Robles, en el oriente de Cali, Narváez conoció las pandillas, las fronteras invisibles y las armas que, combinado con su traumática experiencia en “la olla”, se le hizo fácil acoplarse a las nuevas dinámicas de la violencia urbana.

“Llego a pertenecer a la pandilla del barrio Los Robles, que se llamaba La Invasión. En ese tiempo ya existían las líneas imaginarias, ya de un barrio entraban a robar y nosotros no lo permitíamos. Ahí es donde conozco las armas. Era muy violento”, relató en la entrevista.

Según su relato, desde niño
Según su relato, desde niño aprendió de su padre a delinquir - crédito Charlescritor1/Instagram

En uno de los procesos de resocialización de la alcaldía de ese entonces entró él, con las ganas de dejar a un lado ese fantasma criminal que le insistía en que ese era su destino. Sin embargo, empleos, que él consideraba mal pagos, lo llevó a retomar la delincuencia.

Contó que comenzó a trabajar en una lavandería que, mientras estaba en periodo de prueba, le pagaban aproximadamente $100.000.

Un día, pidió que le prestaran $80.000 para sacar a su esposa y a su segundo hijo de la clínica, pues había acabado de nacer; dinero que le entregaron sin problemas.

“Yo muy contento, porque nunca había tenido un apoyo de esos por fuera. A pesar de que sabía que trabajaba más de lo que me pagaban. Días después me descontaron todo de una vez. Entonces me quedé como que, bueno, ahora, ¿cómo hago para la leche del niño? ¿Cómo hago para los pasajes para seguir trabajando, la comida de mi esposa y mía? Sin embargo, decido que voy a seguir”, dijo.

Ante el bajo sueldo que recibía, optó por conseguir un segundo empleo, que lo llevó finalmente a dejar la vida legal y honrada para integrar de nuevo la pandilla que le ofrecía “jugosas ganancias” a cambio de perder la tranquilidad.

“Un día fui a hacer un trabajo en la calle Quinta, cerca del estadio Pascual Guerrero. Entonces, me pasaron una escoba y una manguera. A mí me habían contratado para trabajar otra cosa. Cuando me dijeron ‘barra todo eso’, era un barrial y yo andando trasnochado. Me quedé mirando y no volví”, contó.

Su vinculación a los R-15, la llegada de prisión

Narváez fue miembro de la organización, que inicialmente se apodaban como “Los banqueros” entre el 2000 y mediados de la década siguiente, donde ejecutó robos a bancos y carros de valores en al menos seis ciudades del país, con una genialidad organizada para actuar con contundencia en sus objetivos.

Su grupo operaba con un alto nivel de organización y discreción. Para ingresar a las sucursales bancarias, contó que los integrantes se vestían con ropa formal, simulando ser profesionales o clientes habituales. La imagen, la ropa costosa y la forma de hablar eran criterios indispensables para participar en los golpes; se priorizaba no llamar la atención antes o durante los asaltos.

“Era un grupo muy organizado, en el sentido de que allá siempre necesitaban: primero, que fueran echados para adelante, que tuvieran muy pocos nervios. Segundo, que se vieran bien, o sea, que tuvieran una buena presencia. Y tercero, que hablaran bien. Entonces, eso nos fue moldeando, porque tenía que ceñirse a las reglas”, señaló Narváez.

Charles Narváez contó su historia
Charles Narváez contó su historia en la criminalidad pensada y las consecuencias que hoy afronta por las malas decisiones - crédito Conducta Delictiva/Youtube

Zapatos de material, jean y camisa casual, un peluqueado “normal”, sin cortes raros; y evitar cachuchas y maletines grandes, eran las pautas básicas para no llamar la atención en estos lugares donde la apariencia física, en algunos casos, sigue siendo un factor determinante en la forma de trato y atención.

El método más recurrente involucraba motocicletas de alto cilindraje ubicadas lejos del banco para evitar que la Policía sospechara. Cuando el robo finalizaba, “las motos se acercaban rápidamente para evacuar a los participantes y el dinero hurtado”. Cada movimiento se coordinaba y planificaba con antelación, desde la elección de las sucursales hasta el momento exacto de la huida por rutas previamente vigiladas.

En el 2000, Narváez participó en un robo a un carro de valores, considerado uno de los golpes de mayor magnitud para la organización, con una suma cercana a los $9.000 millones. Según su relato, la planeación incluyó semanas de seguimiento al transporte blindado y selección de un punto estratégico para interceptarlo, minimizando la exposición al público y facilitando la huida.

Durante ese golpe, Narváez fue herido en un brazo, pero permaneció en su puesto para garantizar el control del perímetro mientras los demás recogían el botín. Ahí lo capturaron por primera vez, con 25 años, pero a los meses logró fugarse y retornar a la delincuencia.

La organización ejecutó varios robos a bancos, como el ocurrido en una sucursal ubicada frente al centro comercial Chipichape. Allí, los integrantes simulaban ser ingenieros o ejecutivos para pasar desapercibidos en el interior de la entidad. La operación se realizaba en minutos, esperando el tiempo de apertura de la bóveda bajo la presión de no levantar sospechas. En ese caso, lograron apropiarse de alrededor de $600 millones.

Tras casi ocho años en la organización, Narváez fue capturado en una operación policial luego de ser incluido entre los delincuentes más buscados del país. Durante su periodo de reclusión en Jamundí enfrentó amenazas, intentos de agresión y un precio por su cabeza impuesto por enemigos dentro del penal.

“Nosotros entramos a la cárcel y ya teníamos problemas. Ese mismo día de la captura, a las 10:00 p. m., ya había como 15 personas pasando por el frente de mi celda, porque ya éramos objetivo dentro de la cárcel. Y días después, estamos hablando de unos dos meses después, por ser R-15 nos llega la información por el lado, pues del viejo ‘Winston’, de que estamos valiendo $1.000 millones dentro de la cárcel. En ese momento nos cambió a nosotros la vida y empezamos a tener problemas y a cuidar el espacio de nosotros para que no nos sucediera nada”, contó.

Charles recuerda cómo su papá
Charles recuerda cómo su papá lo utilizaba para cometer robos de menor cuantía en Cali - crédito charlescritor/Instagram

Su vida en un libro, del que espera escribir una segunda parte

Ante las tensiones en aquel centro penitenciario, Narváez fue trasladado a la cárcel de Palmira, donde comenzó a acercarse a la lectura, gracias a la biblioteca que se encuentra en el penal.

En ese contexto, y motivado por la separación de su esposa y el distanciamiento de su familia, tomó la decisión de cambiar su vida. Inspirado por sueños recurrentes y animado por otros reclusos, comenzó a escribir sus memorias. El resultado fue el libro Mis memorias. Banda los R-15, la verdadera historia, disponible en Amazon, Mercado Libre y otras plataformas digitales. Compilación de relatos que espera sacar una segunda parte.

Narváez, que junto con el grupo de delincuentes hacían de a dos a cuatro robos en el año para vivir cómodamente varios meses, reflexionó que no hay mayor riqueza que la paz y la tranquilidad de vivir sin miedo a ser víctima de homicidio o terminar en una cárcel, como finalmente sucedió.

“No ha sido difícil volver otra vez a verlo desde este punto de vista. Le pido a Dios mucho que me dé la forma de volver otra vez a empezar. Muchas veces con las necesidades, con cosas que suceden y dice uno: ‘Bueno, después de haber tenido y ahora no tener nada, estar así, pensando uno cómo hacer otra vez para empezar la vida, es difícil. Pero, yo creo que esas mismas situaciones que me ha tocado vivir son las que le han vuelto la humildad a uno”, finalizó.