Así reaccionó Jaime Garzón a la última descertificación de Estados Unidos a Colombia por lucha antidrogas: “Este paisito”

La medida funciona más como un tirón de orejas público que como una ruptura real de relaciones

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Así reaccionó Jaime Garzón tras descertificación a Colombia en 1996- crédito @BioSaura/X

La historia, como suele ocurrir en Colombia, parece caminar en círculos. En 1996, cuando Estados Unidos decidió descertificar al país por su “falta de compromiso” en la lucha contra el narcotráfico, la reacción oficial se mezcló con indignación política y resignación social.

En medio de ese panorama, Jaime Garzón, bajo el disfraz ácido y burlón de su personaje Dr. Godofredo Cínico Caspa, ofreció una de las críticas más mordaces a la relación de dependencia que Colombia mantenía —y sigue manteniendo— con el coloso del norte.

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Hoy, casi tres décadas después, la descertificación vuelve a ser noticia en 2025, confirmando que, más allá de los discursos y las estrategias, poco ha cambiado en el tablero de la geopolítica antidrogas.

En aquella intervención televisiva de 1996, Garzón, con su tono irónico y teatral, simulaba respaldar la decisión estadounidense.

Con toda razón los herederos de la escuela queinesiana han decidido no certificar a Colombia”, decía el humorista, aludiendo a la supuesta autoridad moral y económica de Estados Unidos para “impedir el desarrollo de este paisito de gamines y de sinvergüenzas”.

La crítica, envuelta en sarcasmo, no buscaba otra cosa que desnudar la actitud servil de las élites colombianas y la arrogancia con que Washington imponía sus intereses.

Jaime Garzón llegó a ser
Jaime Garzón llegó a ser una figura controversial en el país en la década de los 90s- crédito Jesús Avilés/ Infobae

Garzón, a través de su alter ego, recordaba que Colombia era reconocida en el mundo no por sus flores ni su café, sino por “la cosa esa blanca de Cali, la única certificada”. Esa sentencia, cargada de ironía, sigue teniendo eco en 2025, cuando las incautaciones récord y las operaciones conjuntas apenas maquillan una realidad: el país continúa siendo uno de los mayores productores de cocaína a nivel global.

Estados Unidos, en consecuencia, repite la fórmula y niega la certificación, alegando fallas estructurales, corrupción endémica y falta de resultados sostenibles.

Lo llamativo es que el libreto parece calcado. En 1996, Colombia era vista como una “finquita maltenida sin ningún beneficiadero”, una expresión que Garzón lanzó como espejo incómodo de nuestra institucionalidad débil.

Colombia no tiene las mejores
Colombia no tiene las mejores relaciones con Estados Unidos- crédito Alex Brandon/ AP

En 2025, los argumentos se mantienen: mientras se discuten reformas de política de drogas en la ONU, mientras algunos países avanzan hacia la regulación del consumo y la producción, Colombia sigue atrapada en un modelo prohibicionista impuesto desde afuera, que ni resuelve la violencia ni genera alternativas económicas para los campesinos cocaleros.

El eco del Dr. Godofredo también resuena en sus críticas a la élite política nacional. “Pecaminosa porque roba y no reparte lo que se roba como en las verdaderas democracias”, ironizaba en 1996.

Hoy, el país enfrenta escándalos de corrupción ligados a contratos de erradicación manual, sobrecostos en operaciones militares contra el narcotráfico y denuncias de pactos oscuros entre políticos y organizaciones criminales. La sátira de Garzón, más de 25 años después de su asesinato, parece seguir describiendo la realidad sin necesidad de actualizar una sola línea.

Washington retira su respaldo a
Washington retira su respaldo a la cooperación antidrogas con Colombia tras el aumento de cultivos ilícitos y tensiones diplomáticas, mientras la oposición colombiana critica la decisión y el gobierno defiende sus incautaciones récord - crédito Colprensa/Alexander Drago/Reuters

La descertificación de 2025, al igual que la de los años noventa, tiene un impacto más simbólico que práctico. Si bien puede afectar préstamos internacionales o condicionar ayudas económicas, lo cierto es que Colombia continúa siendo un socio estratégico de Washington en temas de seguridad y comercio. En ese sentido, la medida funciona más como un tirón de orejas público que como una ruptura real de relaciones. Sin embargo, el golpe político es innegable: expone al país en el escenario internacional como un Estado que no logra superar su dependencia del narcotráfico.

Tal vez por eso la ironía de Garzón sigue siendo tan vigente. Cuando en su monólogo clamaba, con tono fingidamente indignado, “que nos extraditen, que nos bloqueen, que nos invadan, es lo que quiere la gente de bien”, estaba evidenciando el complejo histórico de inferioridad con el que sectores de la sociedad aceptaban cualquier imposición extranjera.