Una explosión de un camión cargado con cilindros-bomba sacudió la tranquilidad de la ciudad y dejó al menos seis muertos y cerca de medio centenar de heridos frente a la Escuela Militar de Aviación Marco Fidel Suárez, uno de los epicentros de seguridad del Valle del Cauca.
En la tarde del 22 de agosto, la cotidianidad en Cali se vio abruptamente interrumpida por un estallido ocurrido a las 2:50 p. m.
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A esa hora, don Manuel, un ciudadano entrevistado por medios locales, y que estaba en el sitio en donde explotó el camión bomba, le dio sed y entró a un almacén (Dollarcity) para comprar una bebida, justo antes de la detonación.
La exploción se registró sobre una avenida en Cali, justo frente a la Escuela Militar de Aviación Marco Fidel Suárez.
La onda expansiva alcanzó varios locales comerciales, viviendas y vehículos en las cercanías.
“El piso tembló bajo mis pies”, relató don Manuel en declaraciones.
Cuando regresó a Dollarcity, no encontró el mismo local del que había salido minutos antes. El sitio era ahora una montaña de vidrios y restos; personas cubiertas de polvo deambulaban desorientadas entre gritos y fragmentos de escombros.
La confusión y el miedo dominaron el ambiente durante los primeros minutos. “¡Pusieron una bomba, pusieron una bomba!”, gritaban decenas de personas que huían del foco de la destrucción.
Por su parte, don Manuel, hacía las 5 de la tarde, compartió, con medios locales, la anécdota que lo mantuvo fuera de la zona afectada: “Me salvé, por una sed”, relató desde el lugar al ver la desolación y la desesperación que reinaba en ese sector de Cali.
Su testimonio se sumó a los de otros sobrevivientes, que narraron episodios de confusión y dolor mientras corrían hacia sitios más seguros.
Las primeras imágenes publicadas en redes sociales mostraban panorámicas de vehículos convertidos en chatarra y fachadas colapsadas, mientras algunos comerciantes permanecían en la acera abrazando los pocos enseres que lograron salvar.
Poco después de la explosión, las sirenas de ambulancias, patrullas y camiones de bomberos comenzaron a sonar y anunciaron la llegada de los cuerpos de atención. A las 3:00 p. m. unidades de la Policía Metropolitana y la Secretaría de Salud de Cali comenzaron labores de asistencia y rescate.

El alcalde de Cali, Alejandro Éder, confirmó la activación del Puesto de Mando Unificado y del Centro Regulador de Urgencias para coordinar la emergencia. “El área ha sido acordonada y los equipos de rescate atienden a los heridos”, declaró Éder durante su primer balance.
A medida que avanzaba la tarde, el país empezó a recibir los primeros detalles del atentado. Desde Valledupar, el presidente Gustavo Petro calificó el hecho como un “acto terrorista”.
Durante su intervención pública, transmitida por varios canales nacionales, responsabilizó a las disidencias de las Farc bajo el mando de Iván Mordisco por el ataque, una afirmación que reavivó el debate sobre la seguridad en el suroccidente colombiano y el papel de los grupos armados ilegales.
Cerca de una hora después, la gobernadora del Valle del Cauca, Dilian Francisca Toro, reafirmó ante los medios el rechazo al acto de violencia y envió un mensaje de coordinación con la Fuerza Pública. “Estamos trabajando en conjunto con la Fuerza Pública”, afirmó la mandataria regional.
Las cifras preliminares, según información de las autoridades, indicaron entre cinco y seis personas fallecidas y entre 36 y 50 heridas, la mayoría civiles. El balance varió en las primeras horas, pero la magnitud del daño quedó reflejada en la cantidad de vehículos calcinados y negocios destruidos por la onda expansiva.

Después de las 5:00 p. m., las plataformas digitales y los noticieros se plagaron de imágenes captadas por testigos y transeúntes, en las que se observaron cuerpos de emergencia retirando escombros, familias buscando a sus allegados y propietarios de comercios intentando rescatar pertenencias de entre los restos consumidos por el fuego.
A las 5:17 p.m., la oficina en Colombia del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU) emitió un comunicado de rechazo.
“Condenamos el ataque indiscriminado con explosivos en Cali, que deja hasta el momento al menos cinco personas civiles muertas y 42 personas heridas”, indicó la organización.
La ONU exigió a los grupos armados no estatales respetar los derechos humanos y el derecho internacional humanitario. El comunicado añadió: “Nos solidarizamos con las familias de las víctimas y con la ciudadanía en Cali. Llamamos al Estado a que atienda a las víctimas y adelante las investigaciones pertinentes para esclarecer los hechos y garantizar justicia”.
La Fiscalía y la Policía Nacional abrieron formalmente una investigación, con apoyo de peritos antiexplosivos, para esclarecer la autoría y el modus operandi del atentado. Mientras tanto, la ciudad permanecía en alerta y el sector de la Escuela Militar de Aviación seguía con acceso restringido por prevención.
El atentado reavivó el debate en la opinión pública sobre la vulnerabilidad de las instituciones militares y civiles en la región, la persistencia del conflicto armado y los retos de seguridad para el gobierno nacional en zonas urbanas.
El ambiente en Cali sigue marcado por la incertidumbre y la solidaridad. Decenas de personas se movilizaron para donar sangre y apoyar a los lesionados.
Las autoridades reiteraron el llamado a la calma mientras avanzan las investigaciones y los cuerpos de rescate continúan atendiendo a los familiares y víctimas del atentado.
Familias afectadas por explosión en Cali relatan miedo e incertidumbre

El ataque con explosivos en inmediaciones de la Base Aérea Marco Fidel Suárez de Cali dejó seis muertos y 76 heridos, según informó la alcaldía de Cali.
El impacto de la explosión se sintió en las viviendas cercanas, donde familias como la de Amelia Muriel de Martínez y Jesús Martínez perdieron gran parte de lo que habían construido durante más de 50 años.
Amelia relató en un testimonio recogido por El Espectador: “Me siento abandonada por la vida, pero gracias a Dios no tenemos ningún rasguño”.
Su esposo recordó que es la segunda vez que enfrentan un ataque similar: “La primera fue hace 25 años, cuando también atacaron con cilindros a la base aérea”.
En otra vivienda, Marta y su hija sobrevivieron de forma milagrosa cuando uno de los cilindros atravesó el techo y destruyó la entrada de la casa.
“Hoy nos toca dormir en otro lugar porque aquí es imposible. Nos sentimos inseguros y con miedo”, expresó la familia, que ahora enfrenta daños estructurales y la pérdida de bienes conseguidos con esfuerzo.
El ambiente en el barrio permanece en silencio, solo interrumpido por el sonido de los vidrios rotos y las preguntas de los vecinos sobre el estado de los afectados.
Según la Alcaldía, más de 60 personas resultaron heridas, entre ellas cinco niños, y al menos cuatro permanecen en estado crítico. Amelia resumió el sentimiento de la comunidad: “Nos da miedo”.
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