
En repetidas ocasiones, los habitantes cercanos a la Isla de Santa Rosa han experimentado el abandono estatal mientras enfrentan realidades muy distintas a lo que se percibe desde otros centros urbanos de Colombia.
La voz de un residente de la zona, Arnulfo, en diálogos con Caracol Radio, resalta una problemática profunda.
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“Las fronteras nuestras, hablo del río Putumayo, del río Amazonas, están totalmente descuidadas. Nosotros no tenemos una política que tenga que ver con las áreas de frontera, las tenemos muy abandonadas”, expresó durante una entrevista concedida a Caracol Radio.
Según el relato de Arnulfo, la presencia de infraestructura y servicios básicos suele recaer en el Estado peruano. “Todo lo que sé es que son escuelas peruanas y hay hospitales. Inclusive, en la época de la pandemia nosotros, en especial mi persona, colaboró con elementos porque el gobierno peruano tenía cómo suministrar el combate al covid. Entonces ayudamos al hospital y al puesto de salud que tienen ellos ahí”, relató el entrevistado, confirmando que los recursos para la atención en salud provinieron del lado peruano en momentos críticos.
La inquietud sobre la nacionalidad y gestión de la isla no se limita a la presencia de instituciones peruanas; las implicaciones derivan en aspectos comerciales y de cotidianidad.

Arnulfo detalló: “He estado muchísimas veces con amigos y familia en Santa Rosa y cuando queremos pagamos en reales que son brasileros, pagamos en pesos o pagamos en soles peruanos. O sea, te reciben hasta dólares y euros si es posible”.
La vida diaria relató, se desarrolla bajo una lógica de triple frontera donde la moneda y los servicios trascienden los límites oficiales del mapa.
Respecto a la visibilidad que el Estado colombiano da a estas regiones, Arnulfo fue enfático en señalar el centralismo: “Aquí solo nos acordamos de las regiones cuando hay problemas, cuando quedan en zonas como la de frontera y no tenemos ni idea de la isla. La mitad de los colombianos no ha estado en Leticia nunca y los problemas de ustedes a veces aquí a la gente no le interesan”.
A propósito de una próxima visita presidencial, reclamó la necesidad de mayor escucha y acción directa, solicitando a los representantes políticos que “se pongan las pilas porque el Amazonas está totalmente abandonado”.
La falta de políticas claras de control y apoyo estatal se traduce en desafíos diarios para la población: “Aquí tenemos problemas de drogadicción, tenemos problemas de mucha... inclusive la guerrilla está llegando a nuestras tierras, entonces minería ilegal, tenemos de todo y aquí nadie le pone atención a esta confrontación”, subrayó Arnulfo, destacando cómo la ausencia del Estado fomenta la proliferación de actividades ilícitas y agrava la vulnerabilidad social.

En el plano ecológico, la situación adquiere matices alarmantes. La dinámica fluvial puede derivar en consecuencias graves para la conectividad de Leticia: “El problema es que si no le ponemos atención a la parte colombiana, los sedimentos van a cerrar la entrada del río Amazonas hacia el puerto de Leticia y vamos a tener que voltear la mirada hacia el Perú... Un estudio que dice la Universidad Nacional, que en 30 años nos podemos quedar sin el río, es bien probable”. Este riesgo, según evidencia local y académica, comprometería gravemente el desarrollo y la vida en el sur colombiano.
Pese a que Colombia emplea el discurso amazónico ante la comunidad internacional, la percepción en la zona de frontera es diferente.
“Colombia habla ante Europa y ante el mundo de la Amazonia. Pero los recursos llegan y se quedan en Bogotá... aquí no llega absolutamente nada” sentenció Arnulfo, haciendo eco de una realidad que afecta tanto la gobernanza como la identidad de estos territorios.
El testimonio también hace referencia a figuras históricas que desde lo deportivo han buscado, sin mayor eco nacional, llamar la atención sobre las problemáticas locales.
“Él le ha dado la importancia que se merece el Amazonas, pero veo que no ha escuchado. Sería bueno que esta persona sea reivindicada ante el país y ante el mundo porque la labor que él hizo por el río Magdalena y ahora por el río Amazonas debe ser reconocida”, en alusión a un personaje local de reconocimiento entre los más jóvenes.

En la conversación, la vida y los desafíos de Leticia y la Isla de Santa Rosa aparecen interconectados con las políticas nacionales, la gestión transfronteriza y un llamado urgente a la atención integral y equitativa desde Bogotá. Para los habitantes de la zona, el abandono es tan tangible como la posibilidad diaria de pagar en moneda brasileña o peruana, mientras los recursos prometidos para proteger su entorno y bienestar siguen lejos de materializarse.
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