Jois Ramírez habló del proceso de reconstrucción personal que siguió tras la muerte de su pareja, Kevin Bocanegra, ocurrida el 31 de diciembre de 2024 en el Nevado del Tolima, a más de 4.000 metros de altura. Siete meses después de la tragedia, Ramírez reapareció en una entrevista en el pódcast La Cordada para relatar cómo ha enfrentado el duelo y las profundas transformaciones que desencadenó en ella el fatal episodio.
La noticia de la muerte de Bocanegra, según relató la joven, se vio distorsionada desde el primer momento por la cobertura que se le dio al caso. En medio del shock y la confusión, la primera información que recibió fue: “Montañista se adentra de forma irresponsable en parques del Nevado del Tolima y muere”, una versión que la impactó por la manera en que responsabilizaba a la víctima, ignorando las irregularidades y la falta de apoyo.
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Ramírez destacó que la ausencia de preparación y de protocolos de emergencia en el lugar, sumado a la inexperiencia de los participantes en alta montaña, agravó la situación y dejó al descubierto carencias estructurales en las agencias que se encargan de organización de este tipo de expediciones.
La joven describió cómo la tragedia se vio agravada por la desinformación y el señalamiento público, pues aseguró que los medios no solo atribuyeron la muerte a una supuesta imprudencia, sino que la responsabilizaron directamente: “Se dijo que Kevin no se murió en la montaña por mala asistencia y malas prácticas, sino que lo maté yo por haber avanzado a cumbre y dejarlo esperando”, acusación que fue replicada en redes sociales y pódcast, lo que la llevó a retirarse de la exposición mediática y a priorizar su proceso de sanación personal.

Ramírez reconoció que, en un primer momento, buscó exponer la historia para crear conciencia sobre los riesgos inherentes al montañismo y la necesidad de asumirlos con responsabilidad. Su objetivo era que la muerte de Bocanegra sirviera como precedente para mejorar las condiciones de seguridad y la preparación de aquellos que se aventuran en la alta montaña.
“La montaña es muy maravillosa, pero es un deporte de alto riesgo”, afirmó, reiterando que la responsabilidad comienza con la elección de la agencia, la verificación de los permisos y la garantía de que se cumplen los requisitos exigidos por las autoridades de parques en Colombia.
Lo sucedido la llevó a cuestionar la confianza depositada en la agencia contratada, que, según su testimonio, no contaba con la preparación necesaria para enfrentar una emergencia de tal magnitud. Ramírez admitió que, como turista, confió en que la agencia resolvería cualquier eventualidad, pero la falta de investigación previa contribuyó al caos que siguió a la tragedia.
A pesar de todo, indicó que nunca buscó “satanizar la montaña”, sino promover una aproximación más consciente y responsable a este deporte en el que, irónicamente, se encontró a sí misma: “Yo no he encontrado terapia ni en psicología, ni en psiquiatría, ni en nada, esas cosas. Mi terapia es ir a la montaña completamente”.
El proceso de duelo y autoconocimiento la llevó a replantear aspectos fundamentales de su vida, pues experimentó una transformación profunda en su relación con lo superficial: “Yo era muy materialista. Era una niña muy encasillada en la ciudad en no incomodarme. También llevaba una vida muy superficial”.
Así, la experiencia en la montaña, con sus incomodidades y desafíos, la obligó a desprenderse de hábitos y objetos que antes consideraba esenciales, como el cuidado estético de sus uñas o los implantes mamarios, que decidió retirar tras el accidente: “No quiero seguir viviendo una vida superficial. No quiero ya más a ser parte de eso”, explicó y agregó que ahora valora gestos simples, como compartir un sándwich frío o una chaqueta caliente en la montaña.

El regreso a la alta montaña formó parte de su proceso de sanación, pese a la resistencia inicial de su familia, especialmente de su madre, Ramírez decidió volver a intentarlo en el Cotopaxi, en Ecuador. Esta experiencia le permitió identificar y comprender mejor los riesgos asociados al mal de altura.
A lo largo de su testimonio, Jois Ramírez insistió en la importancia de reconocer que cada persona vive su proceso de duelo y aprendizaje de manera distinta: “Entendí que a mí la montaña no me había quitado nada. La montaña no era responsable de lo que había pasado”, reiteró, indicando que su propósito de vida ahora está basado en compartir su experiencia para que otros puedan disfrutar de este deporte con mayor conciencia y preparación.
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