
Durante 2024, Colombia alcanzó una cifra llamativa y preocupante en materia de trata de personas. De acuerdo con el Ministerio del Interior, se documentaron 436 víctimas, el número más alto desde 2008; esa cantidad representa el 20% del total registrado en los últimos 16 años, lo que evidencia un aumento considerable en este fenómeno, que las autoridades vinculan con estructuras criminales consolidadas y redes internacionales.
Según una investigación publicada por el diario El Tiempo, el delito está siendo ejecutado principalmente por el Clan del Golfo, el Tren de Aragua, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y la banda AK-47. Estas organizaciones incorporaron la trata como parte de sus economías criminales, junto con actividades como el narcotráfico, la extorsión y el secuestro. La Fiscalía General de la Nación y organismos de inteligencia coinciden en que se trata de un modelo que utiliza a las personas como bienes explotables, trasladadas como mercancía y sometidas a distintas formas de abuso.
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El informe de la cartera que lidera Armando Benedetti muestra que el 74% de las víctimas de trata son mujeres, principalmente explotadas sexualmente. No obstante, también se reportan casos de trabajo forzado, mendicidad ajena y servidumbre. Así, la Fiscalía advirtió que muchos hombres también son víctimas, pero sus casos no se denuncian con la misma frecuencia por temor a la estigmatización.

La trata ocurre en dos modalidades: interna y externa. La primera se da cuando las víctimas son explotadas dentro del país; la segunda, cuando son trasladadas a destinos internacionales. Las rutas identificadas por el organismo judicial incluyen destinos como México, República Dominicana, Chile, Perú, España, Italia, Grecia y países de la península balcánica. Zonas como Medellín, Bogotá, Cartagena y el eje cafetero presentan los mayores registros de captación y tránsito.
Uno de los puntos más sensibles del informe periodístico es la relación directa entre este delito y el financiamiento de los grupos armados. La Fiscalía determinó que los ingresos derivados de la explotación sexual pueden alcanzar entre 10.000 y 20.000 euros semanales por víctima, dependiendo del país de destino. Esta rentabilidad explica, en parte, el interés de los grupos armados en mantener operativas las redes de trata.
Aunque desde el Ministerio del Interior se reconoce la gravedad del fenómeno, también se señala que el aumento en las cifras podría estar vinculado a una mejor capacidad institucional para registrar los casos. Sin embargo, distintas organizaciones sociales insisten en que el subregistro sigue siendo amplio y que miles de víctimas aún no son identificadas.

Caso de Megan Jireh Bergaño refleja modalidad ‘loverboy’ para fines de explotación
Uno de los casos que tomó notoriedad por la complejidad de su dinámica es el de Megan Jireh Bergaño Caicedo, joven que fue captada por medio de plataformas digitales mientras realizaba modelaje webcam. Allí conoció a Jonathan Ángel Justo, un usuario que se presentó como cubano residente en Miami (Estados Unidos) y que utilizó una técnica conocida como loverboy, basada en el engaño afectivo.
A través de promesas emocionales y económicas, el hombre logró generar una relación de dependencia con Megan, que terminó viajando a distintas ciudades del país, hasta quedar finalmente sometida a condiciones de explotación.
Según su madre, Andrea Caicedo, tras un encuentro con Jonathan en Cartagena, Megan regresó a su hogar con actitudes completamente distintas, afirmando haber sido víctima de abuso en su niñez y culpando a su familia, así documentó el diario en mención. Poco después, narró que el hombre la llevó a una finca, donde habría sido inducida a un estado de trance.

Desde entonces, su comportamiento cambió radicalmente, hasta el punto de abandonar el hogar y cortar la comunicación directa, en la actualidad, su familia la considera víctima de trata con fines de matrimonio servil en Estados Unidos.
Claudia Quintero, directora de la Fundación Empodérame, señaló que estos patrones responden a una forma de manipulación emocional frecuente en la trata: “Son indicadores típicos de un proceso de manipulación emocional o adoctrinamiento coercitivo”. Explica que estas herramientas psicológicas buscan aislar completamente a la víctima, destruir sus vínculos familiares y crear una dependencia emocional con el captor.
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