
Con 12 votos a favor y 2 en contra, la Asamblea Departamental de Caldas aprobó la Ordenanza Mil, una decisión que busca salvaguardar, promover y desarrollar el Carnaval de Riosucio Caldas, considerada Patrimonio Cultural y Artístico de la Nación desde la Ley 1736 de 2014. El respaldo institucional se manifestó también en la presencia de la Gobernación de Caldas, que reiteró su compromiso con el fortalecimiento de las tradiciones y la identidad regional.
El proceso legislativo que culminó en la sanción de la ordenanza tuvo como protagonista al diputado Hernán Alberto Bedoya Cadavid, autor y ponente del Proyecto de Ordenanza N.° 034. Durante el segundo debate, el recinto de la Asamblea se transformó en un escenario festivo: la Corporación Carnaval de Riosucio llevó sus manifestaciones a la ciudad de Manizales, llenando el espacio de música de chirimía, danzas y disfraces.
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La participación de la Oficina de Cultura municipal subrayó la importancia de la noticia para la comunidad caldense. El texto de la ordenanza establece un marco normativo para garantizar la protección integral del Carnaval.
Es decir, que el Departamento de Caldas reconoce la “contribución invaluable del Carnaval de Riosucio a la identidad cultural caldense, su valor como Patrimonio Cultural y Artístico de la Nación según la Ley 1736 de 2014, y su importancia como legado histórico y expresión viva de la diversidad cultural del departamento”.

Entre las acciones autorizadas al gobernador, a través de la Secretaría de Cultura, se incluyen la gestión de recursos técnicos y financieros para la preservación, investigación y difusión del Carnaval, la inclusión de la festividad en estrategias de promoción turística y cultural, y el fomento de actividades de formación artística que aseguren la transmisión de saberes a nuevas generaciones.
La ordenanza también impulsa la investigación y documentación sobre la historia y las manifestaciones artísticas del Carnaval, con el apoyo de instituciones educativas y centros de investigación. Además, promueve la creación de alianzas interinstitucionales, tanto a nivel nacional como internacional, para proteger este patrimonio inmaterial.

La reciente ordenanza no solo rinde homenaje a quienes mantienen viva esta tradición —cuadrilleros, matachines, africanos, platanuses, niños, jóvenes y adultos—, también articula esfuerzos institucionales, comunitarios y privados para asegurar la continuidad y el desarrollo del carnaval. La celebración, que une generaciones y pueblos a través de la reconciliación, la sátira, la poesía, la danza y el color, seguirá siendo un referente de la identidad caldense y un motivo de orgullo para la región.
Historia del Carnaval de Riosucio y su figura emblema: su majestad el Diablo
De acuerdo con datos oficiales del Ministerio de Cultura, el Carnaval de Riosucio se distingue como una de las expresiones culturales más emblemáticas de Caldas y de Colombia. Su origen se remonta a la reconciliación entre los antiguos asentamientos de Quiebralomo y la Montaña, que tras años de rivalidad, lograron la unidad en 1819 gracias a la mediación de los párrocos locales.

Este proceso de integración se reflejó en el diseño urbano de Riosucio, con dos plazas principales separadas por una cuadra, conocida como La Calle del Comercio. El seis de enero de 1827, los indígenas del reguardo de Nuestra Señora Candelaria de la Montaña participaron por primera vez en la fiesta de los Reyes Magos, convergiendo danzas y cantos de origen africano, teatro sacro español y coreografías europeas. Así nacieron las “Diversiones Matachines”, con leyes festivas que promovían la reconciliación.
A lo largo de los años, la festividad evolucionó y en 1915 se adoptó oficialmente la figura del Diablo como efigie central. Este símbolo, con sus cachos, cola y tridente, representa la composición triétnica de la región: indígena, africana y europea. Más allá de su apariencia, el Diablo inspira música, poesía y danza, y actúa como custodio simbólico de la fiesta, recordando la capacidad de las comunidades para transformar sus diferencias en celebración.

La figura del Diablo en el Carnaval de Riosucio no responde a una visión religiosa ni anticristiana. Según la tradición local, “No es un Diablo religioso, ni tampoco es una fiesta anticristiana. El Carnaval no toca la religiosidad de los hombres. Es un estado anímico heredado de la tradición cultural aborigen y de la mezcla de culturas y razas que vivió la parte occidental de lo que hoy se llama Caldas”.
Como parte fundamental de la tradición, las tensiones y la creatividad cultural de la región, esta efigie - que cada año se reinventa y sorprende a los asistentes - encarna la alegría, la sátira y la convivencia; se ha consolidado como el símbolo central de una celebración que trasciende lo festivo para convertirse en un testimonio de reconciliación y diversidad.

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