
El idioma y sus jergas reflejan la historia social y cultural de cada país.
En Colombia, uno de los términos más populares al referirse a los policías es “tombo”, palabra que forma parte del habla cotidiana pero que, dependiendo del contexto, puede tener diferentes matices.
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Su uso, extendido en todo el territorio nacional, configura una expresión significativa dentro del repertorio lingüístico urbano y popular colombiano.
El origen de la palabra “tombo” está cargado de creatividad y evolución lingüística propia de la calle. Diversos estudios sostienen que este término nace de la inversión silábica de la palabra “botón”, haciendo referencia directa a uno de los elementos característicos del uniforme policial.

El ingenio de transformar las palabras mediante este tipo de inversiones o deformaciones fonéticas es frecuente en los ambientes de habla informal y constituye una estrategia para crear códigos propios que, en muchos casos, buscan encriptar el significado ante oídos ajenos.
Durante décadas, “tombo” se fue instalando en el lenguaje de sectores populares, primero como un código reservado en contextos de ilegalidad o situación de riesgo, hasta volverse de uso común para identificar la presencia policial.
En particular, la expresión “allá vienen los tombos” se convirtió en un anuncio habitual ante operativos, redadas u otras actividades en las que la policía intervenía.
La palabra, sin embargo, no se quedó solo en Colombia ni en esa forma básica. A partir de “tombo” surgieron variaciones como “tomba”, utilizada para referirse a una mujer policía, y “tombería”, cuando se habla de un grupo de agentes. Estas derivaciones demuestran la vitalidad de la jerga urbana y la capacidad de adaptación del lenguaje a las circunstancias y contextos sociales.
El uso de “tombo” no es exclusivo de Colombia. En países como Perú, Argentina, Ecuador y Costa Rica, la palabra se encuentra en la jerga popular con diferentes matices.

En muchos de estos lugares, el término no necesariamente conlleva una intención ofensiva. Un ejemplo citado por la lingüista peruana Martha Hildebrandt, en una entrevista con el diario El Comercio, es que en el habla cotidiana peruana “tombo” y sus derivados forman parte del repertorio coloquial para denominar a los agentes del orden público.
El Diccionario de Americanismos, editado por la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), recoge el término “tombo” y su variante “tomba” como sinónimos de miembro de la policía, sin calificar una carga negativa o despectiva en su uso.
Esta neutralidad en la definición contrasta con la percepción más fuerte y negativa presente en Colombia, aunque evidencia que el término ha traspasado fronteras y ha adquirido un carácter regional.
Pese a su expansión y a la neutralidad registrada en diccionarios, en Colombia la palabra adquirió un tono predominantemente peyorativo. Su empleo resulta frecuente al expresar inconformidad, desconfianza o rechazo frente a la institución policial.
Manifestaciones ciudadanas, actos de resistencia, denuncias de abuso o incluso relatos cotidianos entre amigos dan cuenta de la carga negativa que ha impregnado el término. Los históricos episodios de abuso de autoridad y los escándalos de corrupción han reforzado esta asociación, haciendo de “tombo” una forma de distanciamiento entre la ciudadanía y la fuerza pública.
En las protestas, el grito “llegaron los tombos” ha servido como aviso entre manifestantes. En calles y barrios de muchas ciudades del país, el término circula con naturalidad, no solamente para alertar sobre la proximidad de uniformados, sino también para relatar incidentes, anécdotas o malestares relacionados con la policía.
Más allá de la animadversión, el vocablo ha sido objeto de apropiación cultural y de resignificación en distintos sectores sociales. Aunque predominan los usos despectivos, en ocasiones aparece como simple sinónimo de agente policial, sin grandes diferencias frente a “paco”, “goma” u otros términos informales usados en diferentes regiones latinoamericanas.

Las jergas no suelen tener cabida en los registros formales del idioma, pero son fundamentales en la comunicación cotidiana, sobre todo en comunidades urbanas y rurales donde las relaciones se tejen mediante el uso de un lenguaje en clave.
Así, “tombo” forma parte de ese repertorio de palabras que circulan boca a boca, transmitidas por generaciones y adaptadas al ritmo de la vida barrial y urbana. Su presencia en canciones, medios de comunicación, redes sociales y arte urbano confirma la relevancia del término en la cultura popular.
En contextos estrictamente familiares o de amistad, utilizar el término “tombo” puede no denotar animosidad, sino simplemente acentuar la pertenencia a un grupo, la complicidad en el habla y la identificación con una tradición lingüística propia. Algunos incluso desconocen el origen de la palabra, pero la mantienen en el habla como parte del acervo compartido.
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