
La falta de insulina cristalina, también conocida como insulina regular, comienza a sentirse con fuerza en hospitales y centros médicos de distintas regiones de Colombia. Las alarmas ya están encendidas en la comunidad médica, especialmente entre los endocrinólogos, quienes ven con preocupación cómo se agotan las reservas de este medicamento esencial para el tratamiento de la diabetes.
“En algunos sitios solamente hay algunas pocas ampollas y en otros ya no la tenemos”, advirtió la doctora Eleonora Vizcaíno, presidenta de la Federación Diabetológica Colombiana. Su testimonio, compartido en entrevista con Blu Radio, reflejó una situación que se agrava día a día.
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Las entidades que agrupan a los especialistas —la Asociación Colombiana de Endocrinología, Diabetes y Metabolismo (ACE) y la Federación Diabetológica Colombiana— confirmaron que el desabastecimiento no es un fenómeno aislado. Se trata de un problema generalizado que afecta a varias regiones del país, y que compromete no solo el suministro de insulina cristalina, también el de algunos medicamentos hipoglucemiantes orales.
Aunque por ahora no se ha llegado al punto de suspender tratamientos de manera oficial, algunos protocolos de atención ya están siendo ajustados para intentar cubrir la demanda con los recursos disponibles. Sin embargo, estas modificaciones podrían no ser suficientes ante el aumento de pacientes descompensados, el riesgo de hospitalizaciones y los costos adicionales para el sistema de salud.
El contexto no podría ser más preocupante. La diabetes es una de las enfermedades crónicas más prevalentes del mundo. De acuerdo con el último informe del Diabetes Atlas, publicado en junio, afecta al 11,1% de la población global, lo que se traduce en más de 588 millones de personas. Las proyecciones apuntan a que para el año 2050 esa cifra podría superar los 850 millones.

Colombia no escapa a esa tendencia. Según datos de la Federación Internacional de Diabetes (FID), tres de cada cien colombianos viven con esta condición, es decir, alrededor de 1,8 millones de personas. Pero la cifra real podría ser aún mayor, se estima un subdiagnóstico del 35%, lo que implica que miles podrían estar conviviendo con la enfermedad sin saberlo.
En cuanto a la distribución geográfica, los casos diagnosticados se concentran en el centro del país (25,7%), seguido por la región Caribe (20,4%) y Bogotá (18,5%). Estas estadísticas ayudan a dimensionar la magnitud del reto que enfrentan las autoridades sanitarias y los profesionales de la salud, especialmente ante un panorama de escasez de tratamientos esenciales.
La ACE instó al Gobierno y a los organismos reguladores a tomar medidas urgentes para garantizar el abastecimiento de insulina y evitar consecuencias mayores en la salud de los pacientes diabéticos. La situación sigue en desarrollo, pero el mensaje de los especialistas es claro, sin insulina, el sistema no solo se pone en jaque, sino que millones de vidas quedan expuestas.
Implicaciones sociales
La escasez de insulina cristalina en Colombia no es solo un problema médico, sino una crisis social silenciosa con múltiples consecuencias. La diabetes, al ser una enfermedad crónica que requiere tratamiento continuo, afecta de manera directa la calidad de vida de millones de personas, especialmente de sectores vulnerables que dependen del sistema público de salud. El desabastecimiento implica un riesgo real de descompensación para estos pacientes, lo que puede traducirse en complicaciones graves, pérdida de autonomía y, en los peores casos, muerte prematura.

Además, esta situación profundiza las desigualdades estructurales del país. Mientras algunos pueden costear medicamentos en el sector privado, otros quedan totalmente desprotegidos. También pone presión sobre las familias, muchas de las cuales se ven obligadas a asumir gastos imprevistos o a enfrentar el deterioro de la salud de un ser querido sin apoyo suficiente.
Desde una perspectiva más amplia, este tipo de crisis compromete la confianza en las instituciones sanitarias y en la capacidad del Estado para garantizar derechos fundamentales. La insulina no es opcional; es un tratamiento de supervivencia. Su falta no solo es un fallo logístico, es una falla ética y social que exige una respuesta inmediata y estructural.
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