La leyenda de la Casa del Naranjo de Bogotá: la historia del hombre que tomaba chocolate con el cuerpo embalsamado de su esposa

Testimonios recientes y relatos históricos coinciden en la presencia de una figura femenina y extraños sucesos en la antigua sede del Instituto Colombiano de Antropología e Historia

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La aparición de una figura
La aparición de una figura femenina en el jardín y el balcón alimenta los relatos paranormales en el centro histórico de Bogotá - crédito Conexión Enigma/YouTube

“Las madrugadas, entre las dos y las tres, eran testigos de una figura femenina que recorría el jardín, tocaba el tronco seco del árbol y removía la tierra como si lo protegiera.” Así lo relata la investigación de María Fernanda Muñoz en la nueva historia documental de Howard Gutiérrez para Conexión Enigma, donde la leyenda de la Casa del Naranjo en el centro histórico de Bogotá se revela como mucho más que un simple cuento de fantasmas.

El hecho principal gira en torno a la historia real de una pareja cuya tragedia y amor obsesivo transformaron para siempre la atmósfera de la casa que hoy alberga al Instituto Colombiano de Antropología e Historia. A finales del siglo XIX, un hombre y una mujer de avanzada edad residía en la Casa del Naranjo. Este matrimonio contaba un único hijo, a quien enviaron a estudiar fuera del país, como era costumbre entre familias con recursos.

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La leyenda de la Casa
La leyenda de la Casa del Naranjo en Bogotá revela una historia de amor, tragedia y apariciones fantasmales - crédito Conexión Enigma/YouTube

La pareja, profundamente unida, estableció rutinas diarias que los vecinos pronto reconocieron como parte del paisaje: cada mañana, ambos compartían chocolate en el balcón, una imagen que se volvió habitual en la vida bogotana. “Un amor envejecido, digno, casi cinematográfico”, precisa Conexión Enigma.

La muerte de la esposa alteró radicalmente esa cotidianidad. El esposo, incapaz de aceptar la pérdida, tomó una decisión insólita: embalsamó el cuerpo de su mujer y continuó sentándola en el balcón cada mañana para tomar chocolate con ella. Los vecinos, al principio, interpretaron el gesto como una forma peculiar de duelo, pero pronto percibieron algo más perturbador. El hombre conversaba, reía y compartía anécdotas con el cadáver, ignorando las súplicas de la comunidad para que le diera sepultura.

El Instituto Colombiano de Antropología
El Instituto Colombiano de Antropología e Historia ocupa hoy la casa marcada por la tragedia de una pareja en el siglo XIX - crédito Conexión Enigma/YouTube

Y lo que él hace cambia todo. No la entierra, no llora ni siquiera en silencio. Se notaba triste, pasmado, pero nada más. Lo único que dice es que no quiere que la entierren en cualquier lugar. Optó por embalsamar, cierto, Y seguir teniendo su cadáver dentro de la casa y conviviendo con él y también sacándolo al balcón a tomar el chocolate. Entonces era una escena dantesca la que la gente veía cuando pasaba por esta calle y veía al balcón y se encontraba este hombre con su esposa muerta", agrega Howard.

Todos los días el hombre le hablaba, se reía y le contaba cosas del día, una escena que horrorizaba a toda aquella persona que pasaba por este lugar. “Resuelven acudir a las autoridades y tratan de obligarlo a que lo haga, pero él se opone totalmente, se encierra en la casa con ella y solo la saca al balcón”, sumó María Fernanda Muñoz.

El esposo embalsamó a su
El esposo embalsamó a su esposa fallecida y la sentaba cada mañana en el balcón, causando horror entre los vecinos - crédito Conexión Enigma/YouTube

La situación se agravó hasta que los vecinos contactaron al hijo, quien regresó de inmediato. Al enfrentarse a la escena, el hijo rogó a su padre que enterrara a su madre y abandonara la casa. El padre accedió, pero impuso dos condiciones: el entierro debía realizarse en el solar de la casa, al pie de un viejo naranjo que jamás había florecido, y cuando él muriera, también sería sepultado allí. El hijo aceptó y ambos cumplieron el pacto. Una semana después del entierro de la madre, el padre falleció y fue enterrado junto a ella bajo el árbol seco.

El hijo, antes de marcharse, encargó la custodia de la casa a algunos vecinos, quienes pronto comenzaron a notar una energía extraña en el lugar, especialmente cerca del solar. Con el tiempo, ocurrió un fenómeno inexplicable: el naranjo, que nunca había dado frutos, floreció y produjo naranjas por primera vez. Nadie se atrevía a recogerlas, pues muchos creían que la esencia de los esposos había provocado el milagro.

La atmósfera en la casa se volvió cada vez más inquietante. Quienes entraban sentían una presencia vigilante, y las visitas se hicieron menos frecuentes. En las madrugadas, algunos aseguraban ver la silueta de una mujer caminando por el jardín, tocando el árbol y removiendo la tierra, como si protegiera el lugar donde descansaban los cuerpos.

“Pasa el tiempo y la gente decide no entrar más porque les asustaba que el Naranjo hubiera florecido precisamente por esa esencia fantasmal. Ya que en las madrugadas, entre las dos y tres de la madrugada veían la figura de una mujer. Caminaba por el jardín, tocaba el tronco seco de este árbol y removía la tierra de este como si lo protegiera”, detalla Howard en su relato.

La leyenda sostiene que el
La leyenda sostiene que el espíritu de la esposa sigue vigilando la casa, privada de descanso por el amor obsesivo de su marido - crédito Conexión Enigma/YouTube

El hijo, tras un largo periodo de ausencia, regresó con la intención de vender la propiedad. Sin embargo, los posibles compradores solo aceptaban el trato si los cuerpos eran exhumados y trasladados. El hijo cumplió la condición, retiró los restos y logró vender la casa. Tras la exhumación, el naranjo se secó y fue cortado, pero los relatos de apariciones no cesaron.

El nuevo propietario notó que, tras la desaparición del árbol, la figura femenina seguía manifestándose en el solar, como si buscara el naranjo perdido. El miedo se apoderó de los habitantes y la casa cambió de manos varias veces. Hasta que esta pasó a manos del Estado, que mejoró y reparó una infraestructura que el miedo y los años había de consumírsela.

Los testimonios recogidos por los residentes y visitantes del lugar coinciden en la aparición de una mujer y el sonido de pasos de zapatos de tacón recorriendo el balcón durante la noche. La leyenda sostiene que la esposa, privada de descanso por el amor obsesivo de su marido, continúa vigilando la casa y el balcón, donde aún hoy algunos aseguran haberla visto o escuchado. “Nunca descansó en paz, siguió vigilando”, destaca Muñoz.