
Colombia vive un momento político tenso, y no sólo por las reformas estancadas o las divisiones en el Congreso. Detrás del debate legislativo y los pulsos con la Corte Constitucional, hay un giro aún más inquietante que The Economist decidió señalar, el presidente Gustavo Petro estaría dispuesto a reescribir la Constitución para lograr lo que no consiguió gobernando.
“El terrible presidente de Colombia se desespera”, es el título provocador con el que la revista británica resume una situación más compleja que la simple frustración de un líder progresista. El texto pone el foco no solo en las derrotas políticas de Petro, sino en una transformación de su estrategia de poder. Según el medio, “exasperado, el señor Petro está coqueteando con la idea de cambiar la Constitución”.
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El anuncio fue directo. El 20 de junio, el propio presidente anunció que planea incluir una consulta sobre la convocatoria a una asamblea constituyente en las elecciones de 2026. Ante esto, The Economist advirtió que esta propuesta “es radical”, y que las intenciones de Petro “son preocupantemente vagas”.
¿Por qué este giro? Porque, en palabras del semanario, “el estilo de gobierno pugilístico” de Petro ha hecho casi imposible construir mayorías. Su confrontación constante con los otros poderes llevó a que reformas clave, como la pensional, la sanitaria y la laboral, estén en punto muerto o sujetas a duras modificaciones.
“El proyecto de ley de reforma pensional debía entrar en vigor el 1 de julio. Sin embargo, el 18 de junio la Corte Constitucional lo devolvió al Congreso después de que legisladores de la oposición afirmaran que el gobierno lo había aprobado a la fuerza sin tiempo suficiente para debatirlo”, recoge el artículo.
La salud, otro de los frentes de reforma, tampoco tuvo mejor suerte. The Economist recuerda que Petro presentó un proyecto para “nacionalizar todas las aseguradoras privadas”, lo que generó fuerte rechazo político. “En lugar de modificar el sistema, que ofrece servicios de salud más baratos que en la mayoría de países de América Latina, el señor Petro amenazó con desmontarlo”, señaló el texto.
Cuando el Congreso archivó la propuesta, el Gobierno intervino directamente a las dos mayores EPS. En marzo, la cámara baja aprobó una versión “descafeinada” del proyecto, que aún debe pasar por el Senado. Su futuro es incierto. La única reforma que avanzó es la laboral, pero incluso ese avance es ambiguo. El medio destacó que Petro logró su aprobación después de amenazar con un referendo, que luego retiró. Y aunque el texto aprobado “restaura derechos a los trabajadores colombianos”, como dijo el activista Juan Pablo López, también podría tener efectos colaterales negativos.

El centro de pensamiento Fedesarrollo estimó que “la reforma aumentará el coste de contratar hasta en un 15%”. Los sectores más afectados serían pequeñas empresas y negocios con turnos nocturnos o fines de semana. “Podrían despedir empleados, empujando aún más colombianos al mercado informal, donde ya trabaja alrededor del 60 %”, señala la revista. Gabriel Jaime Vallejo, del partido Centro Democrático, advirtió: “No se puede hablar de mejorar las condiciones de los trabajadores si al mismo tiempo se desincentiva a los emprendedores”.
Además, la situación fiscal se volvió insostenible. El 13 de junio, el ministro de Hacienda, Germán Ávila, congeló por tres años el límite legal de gasto y endeudamiento del Estado. Esto hará que, “el déficit supere el 7% del PIB este año, frente al 6,7% del año pasado”, alertó The Economist. Sin recursos ni margen fiscal, ejecutar cualquier reforma profunda se vuelve cada vez más improbable.
Los problemas no terminan en lo económico. El artículo describió a un presidente impredecible, que “con frecuencia lanza diatribas en X, antes Twitter, y ha comparado a sus críticos con dueños de esclavos y nazis”. Desde su elección en 2022, hizo cuatro grandes cambios en su gabinete y nombró más de 50 ministros. En abril, su exministro de Relaciones Exteriores lo acusó de consumir drogas. “Petro niega las acusaciones y dice que es víctima de una campaña de difamación”, recogió el medio.
Mientras tanto, la promesa de “Paz Total” se tambalea. El 7 de junio, el senador Miguel Uribe fue baleado en Bogotá. Sigue en estado crítico. Pocos días después, se registraron masacres en Cali y sus alrededores. “Hicimos muchos sacrificios para que Petro pudiera ser presidente”, dijo un líder local de Catatumbo citado por The Economist. Hoy teme que sus esfuerzos hayan sido en vano, en enero tuvo que abandonar su hogar debido al conflicto.

Quizá el dato más revelador del artículo está al final: “Señor Petro, no puede reelegirse y no tiene un sucesor claro. Cree que el pueblo salvará su legado”. Para el semanario, ese giro mesiánico, unido al debilitamiento del diálogo institucional, puede derivar en una tensión aún mayor entre democracia y populismo. Las cifras de aprobación de Petro rondan apenas el 30%. Y aunque no son bajas por los estándares colombianos, sí reflejan una creciente pérdida de confianza.
Así, The Economist no solo retrata a un presidente impaciente con la institucionalidad, sino a un líder que parece dispuesto a modificar las reglas del juego con tal de dejar huella. La pregunta, ahora, es si ese impulso reformista —que alguna vez representó esperanza para millones— terminará tensionando hasta el límite la arquitectura democrática del país.
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