
La pérdida de un hijo no nacido representa una de las experiencias más desgarradoras y silenciosas que una madre puede enfrentar.
Este tipo de duelo, a menudo invisible y poco reconocido socialmente, deja una huella profunda y duradera en el corazón de quienes lo viven.
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Al respecto, y en un testimonio conmovedor, la reconocida actriz Juliana Galvis compartió públicamente su dolorosa experiencia al perder a su hijo no nacido, un evento que la marcó profundamente y que llevó consigo durante varias semanas sin saberlo.
Su relato, que se conoció en una entrevista para el programa La Red de Caracol Televisión, dio una idea sobre la complejidad emocional y física de una pérdida perinatal.
Un embarazo inesperado y una inyección desconocida
Juliana Galvis inició su relato explicando que en 2016 vivió uno de los momentos más difíciles de su vida, dado que la actriz descubrió que estaba embarazada mientras residía en Estados Unidos.
La sorpresa se vio opacada por una preocupación inicial: poco antes, le habían administrado una inyección de la vacuna triple viral (MMR).

“A mí evidentemente, cuando me la fueron a poner en Estados Unidos, lo primero que me preguntaron fue ¿Estás embarazada? Y yo, obvio, no. Y sí, y siempre quedó la duda de qué hubiera pasado si no me lo hubiera puesto”, confesó Galvis, aludiendo a la posibilidad de que esta vacuna, contraindicada en el embarazo, hubiera influido en la posterior pérdida, un pensamiento que generó en ella un sentimiento de culpa.
Durante una consulta médica en Estados Unidos, el doctor le informó a Juliana que las probabilidades de que el embarazo fuera saludable eran “casi nulas”.
Ante este desalentador pronóstico y las “tantas opiniones médicas que me decían en muchos casos es mejor abortar, el riesgo de muerte y de malformación es altísimo”, por lo que Galvis decidió aferrarse a su fe, negándose a la idea de la interrupción del embarazo y convencida de que “todo va a estar bien”.
Una señal de fe
En medio de la incertidumbre, Galvis buscó una señal divina: “Yo hablé con Dios y le dije: ‘Dame una señal de que todo va a estar bien. Yo voy a caminar de aquí a la esquina y quiero que me muestres una pluma, así todo va a estar bien’”.
Aunque al llegar a la esquina no encontró ninguna pluma, su mirada se dirigió hacia una iglesia cercana que exhibía un vitral enorme de ángeles “llenos de plumas”: “En ese momento yo dije: ‘Esta es la señal que yo le pedí a Dios y todo va a estar bien’”.
Fue en ese instante de profunda conexión y esperanza cuando la actriz sintió que su bebé se llamaría León: “Mi bebé ha sido el león que sobrevivió a todas las cosas, en ese momento dije se va a llamar León porque ha sido fuerte y ha sobrevivido a todo esto que nos pasó y todo va a estar bien”.

Este nombre, cargado de simbolismo de fortaleza y resistencia, se convirtió en un faro de esperanza para ella.
La cruel realidad: diez semanas de silencio
Unos días después de su regreso a Colombia, Juliana y su familia buscaron otras opiniones médicas y se sometieron a chequeos de rutina.
Fue en uno de estos exámenes en los que la esperanza se desvaneció abruptamente: “Cuando me hacen los exámenes descubrimos que el corazón de León no estaba latiendo y que había dejado de latir al parecer a la sexta semana y yo tenía 16 semanas. Mi hijo llevaba diez semanas muerto dentro de mí”, reveló la actriz, una noticia devastadora que la confrontó con una realidad insospechada y prolongada.
La actriz describió este momento como “un golpe durísimo”, no solo por la pérdida del bebé en sí, sino por la serie de ilusiones que se desvanecían: “la ilusión de dar vida nuevamente, la ilusión de que Ágata (su hija) creciera con un hermano, la ilusión en ese momento de salvar mi matrimonio. Eran muchas cosas que estaban en ese momento, como jugándose, un golpe durísimo”.
La revelación de que el bebé había permanecido sin vida en su vientre durante tanto tiempo sin causar complicaciones físicas a Juliana fue, paradójicamente, un consuelo dentro de la tragedia.
El camino hacia el perdón y la esperanza
La actriz atravesó un momento emocional extremadamente difícil, marcado por la culpa y el dolor; sin embargo, con un gran esfuerzo y determinación, Juliana Galvis logró encontrar la paz y seguir adelante con su vida.
“Hoy siento que me perdoné y pude seguir adelante, entendiendo que no fue mi culpa”, afirmó, un paso crucial en su proceso de sanación.

Juliana sostiene la creencia de que “todo pasa por una razón” y que siempre llevará a su bebé cerca de ella, pues a pesar de que León no nació y su hija Ágata no lo conoció, Galvis siente que “ella también lo siente cerquita”.
Con una esperanza inquebrantable, la actriz concluyó: “Yo sí creo que más allá de esta vida hay otro lugar donde nos encontramos, así que esa es como la esperanza de algún día ver por primera vez a León”.
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