Los personajes más ‘migajeros’ de Gabriel García Márquez, cuando amar fue sufrir en silencio

Con serenatas, cartas y esperas eternas, estos personajes no correspondidos se volvieron emblemas de los corazones que amaron en silencio en Macondo y el universo Gabo

Guardar
Los "migajeros" de Gabriel García
Los "migajeros" de Gabriel García Márquez muestran cómo los sacrificios emocionales extremos dejan huellas imborrables en el corazón humano - crédito composición Infobae

En las redes sociales, la palabra ‘migajero’ se convirtió en una etiqueta popular para describir a quienes, en el terreno afectivo, se conforman con lo poco que reciben. Personas que aman con intensidad, pero que rara vez ven ese amor correspondido con la misma fuerza. A propósito de esta idea, el Ministerio de Cultura de Colombia se sumó a la conversación con una propuesta literaria inesperada: ¿quiénes son los “migajeros” del universo de Gabriel García Márquez?

La selección, hecha por el escritor Orlando Oliveros, autor del libro Gabriel García Márquez, un genio de muchos rostros, es una suerte de homenaje íntimo a esos personajes secundarios (y no tanto) que vivieron historias de amor desiguales, dolorosas, obsesivas o simplemente imposibles. Algunos esperaron toda la vida, otros murieron de pena o aceptaron condiciones absurdas por no perder a quien amaban. Pero todos, sin excepción, dejaron una huella emocional inolvidable.

Ahora puede seguirnos en nuestro WhatsApp Channel y en Facebook

Pietro Crespi, el italiano de
Pietro Crespi, el italiano de 'Cien años de soledad', enfrentó un amor no correspondido que lo llevó a quitarse la vida en Macondo - crédito Ministerio de Cultura

Uno de los más trágicos es Pietro Crespi, el refinado y sensible italiano de Cien años de soledad. Se enamoró perdidamente de Amaranta, aunque ella jamás sintió lo mismo por él. Lloró en el regazo de Úrsula, le rogó que intercediera por él y llegó incluso a cantarle una serenata conmovedora que despertó a todo Macondo… menos a Amaranta. Su historia terminó en tragedia, cuando decidió quitarse la vida tras comprender que su amor nunca sería correspondido.

También está Florentino Ariza, el eterno enamorado de El amor en los tiempos del cólera, que tras ser rechazado por Fermina Daza en su juventud, dedicó su vida entera a esperarla. Contó cada día, fueron cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días de fidelidad sostenida por cartas, poemas y una esperanza que parecía inmortal. Aunque su historia tiene un giro romántico al final, la mayor parte de su vida fue marcada por la espera y la renuncia.

Florentino Ariza esperó 51 años
Florentino Ariza esperó 51 años por Fermina Daza, en una devoción marcada por poemas y sueños románticos irreales - crédito Ministerio de Cultura

En el mundo de Gabo, también hay mujeres que aceptaron lo inaceptable en nombre del amor. Es el caso de Ana Magdalena Bach, protagonista del relato En agosto nos vemos, quien, al casarse con un célebre director de orquesta, le dejó claro que no le importaría su infidelidad… siempre y cuando no se repitiera con la misma mujer. Una especie de trato silencioso que revela lo lejos que puede llegar alguien por no perder del todo a quien ama.

Uno de los perfiles más tristes es el del príncipe forastero, también de Cien años de soledad. Un extranjero acaudalado que dejó atrás poder y privilegios en su país de origen solo para intentar conquistar a Remedios, la bella. Pero ella, en su mundo inalcanzable, ni siquiera lo notó. Desesperado, él fue perdiendo su dignidad poco a poco, hasta volverse un vagabundo en Macondo. Terminó dormido sobre unos rieles, donde un tren nocturno acabó con su vida.

El Ministerio de Cultura en
El Ministerio de Cultura en Colombia homenajea los amores desiguales y las esperas eternas que definieron a los personajes de Gabo - crédito Ministerio de Cultura

Por último, aparece Prudencia, la viuda de Arellano, uno de los múltiples amores pasajeros de Florentino Ariza. Para prolongar el tiempo que él pasaba con ella, inventaba excusas tan pequeñas como descoserle los botones de la camisa, solo para tener que volver a coserlos y así retenerlo un rato más. Una metáfora sencilla y dolorosa de lo que significa retener a alguien que nunca ha estado del todo.

Esta selección no solo nos invita a leer a Gabo desde otra óptica, más cercana a las emociones cotidianas que nos atraviesan, también nos recuerda que en el corazón de sus novelas —por más mágicas o míticas que sean— siempre hubo personajes que amaron en silencio, a destiempo o sin recompensa.