Bogotá enfrenta desafíos significativos en materia de seguridad, dados los altos índices de robos y hurtos, junto con episodios de violencia, generan preocupación entre los ciudadanos.
Factores como la desigualdad social, el desempleo y la presencia de grupos delictivos contribuyen a esta situación y aunque las autoridades han reforzado la presencia policial e implementado programas sociales, la percepción de inseguridad persiste.
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En este contexto, la abogada María Paula Gallo compartió a través de un video en TikTok su experiencia de haber sido víctima de dos intentos de robo en menos de cinco minutos, en el barrio La Castellana. Con un tono que mezcló sorpresa y reflexión, Gallo relató cómo, mientras se dirigía a un evento laboral, logró escapar de ambos asaltos gracias a una combinación de precaución y circunstancias fortuitas.
Preparativos antes de salir de casa
Gallo relató que aquel día llevaba puesta una cadena de oro con un dije especial, que habitualmente reserva para eventos importantes, por lo que al mirarse al espejo, consideró si debía quitársela, pero finalmente decidió conservarla.

Sin embargo, volteó el dije y lo metió detrás de la chaqueta, lo que redujo su visibilidad de cara a posibles ladrones; además, por un presentimiento extraño, optó por no llevar su celular en la mano ni el computador: los guardó en lugares discretos para no exhibirlos en la calle.
En lugar de caminar revisando el celular como suele hacer, Gallo decidió salir del apartamento con los auriculares puestos escuchando el álbum El último baile de Silvestre Dangond. Ese sencillo cambio de hábitos, caminar con el celular oculto y la cadena semioculta, fue determinante en lo que ocurrió a continuación.
Primer intento de robo: la moto que apareció por el andén
Según el relato, eran cerca de las 9:00 a. m. cuando Gallo salió de su edificio, iba concentrada en su ruta hacia la estación de TransMilenio, pero llevaba puesto un nivel de alerta inusual.
Al cruzar la calle principal, notó una camioneta estacionada y, de pronto, una moto apareció por el andén, avanzando hacia ella, en ese momento hubo otro peatón delante de Gallo, que quedó entre los vehículos.
Ante el peligro inminente, ella cruzó la calle sin siquiera voltear a mirar, aprovechando que los carros se detuvieron, con este movimiento evadió el primer asalto.
Sin embargo, la tensión persistió: la moto se detuvo aproximadamente a 200 metros detrás de ella. El pasajero se bajó y se hizo el que hablaba por celular, como si estuviera llamando a alguien de una casa cercana para que le abriera la puerta.
Gallo relató que, en un instante de confusión, se quedó mirándolo, pensando si se trataba de un vecino, luego decidió continuar su camino hacia el trabajo, convencida de que todo había sido un malentendido.
Segundo intento de robo: otra moto, otro asalto en potencia
No habían pasado cinco minutos desde el primer incidente cuando Gallo se aproximó a un pequeño parque ubicado una cuadra más adelante. En ese momento, otra moto, distinta a la primera, se acercó sigilosamente.
El conductor de la moto extendió la mano para intentar arrebatarle la cadena o su bolso, pero la abogada, con rapidez, esquivó el tirón y se desplazó hacia atrás, sosteniendo firmemente su bolso y evitando que le robaran el celular que había ocultado bajo la ropa.
Gallo corrió hacia el parque donde varias señoras adultas se encontraban sentadas. Una de ellas ofreció acompañarla hasta la estación de transporte, asegurando haber visto la escena: “Si quiere, la acompaño”, por lo que Gallo, visiblemente afectada, aceptó la ayuda hasta llegar a un sitio protegido.
Reflexión sobre dar “papaya”
En el video, Gallo anticipó la crítica de quienes podrían decir que “ella dio papaya”, expresión coloquial que se usa para culpar a la víctima; sin embargo, destacó que nunca imaginó que intentaran robarle dos veces en un lapso tan breve.
Por lo tanto, atribuyó su supervivencia a decisiones aparentemente nimias: ocultar la cadena, guardar el celular y caminar atenta, y así reiteró que la delgada línea entre la vida y la muerte en Bogotá puede borrarse en un instante.
La abogada subrayó también la sensación de vulnerabilidad que queda: “Si me intentaron robar dos veces en cinco minutos, ¿quién me garantiza que no vendrá un tercero?”.
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