Así fue la terrible muerte en medio de la selva de la hermana Inés Arango, la misionera colombiana que el papa León XIV podría beatificar

La monja oriunda de Medellín (Antioquia) acompañaba al obispo español Alejandro Labaka cuando fueron asesinados en 1987 por integrantes de la comunidad tagaeri, indígenas no contactados

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"Si muero, muero como deseo
"Si muero, muero como deseo y como se lo he pedido a Dios" fue una de sus últimas frases en vida - crédito Para Salvarte/Facebook

La historia de la hermana Inés Arango Velásquez, misionera colombiana asesinada en 1987 en la selva del Ecuador, vuelve al primer plano con el anuncio del papa León XIV de iniciar su proceso de beatificación.

La decisión ha sido recibida con reconocimiento por la Iglesia en Latinoamérica y su congregación, resaltando tanto su sacrificio personal como el contexto de violencia en que ocurrió su muerte.

Inés Arango, nacida en 1937 en Medellín, Antioquia, formó parte de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia.

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En sus últimos años, trabajó con comunidades indígenas en el oriente ecuatoriano, en particular con los huaraníes.

La evangelización en la selva
La evangelización en la selva ecuatoriana convirtió a Arango y Labaka en mártires de la fe católica - crédito @Arywaldir/X

Acompañó al obispo español Alejandro Labaka en intentos de diálogo con los tagaeri, un grupo indígena no contactado que habita el Parque Nacional Yasuni.

De acuerdo con lo que indicó la hermana Laura Fernández en entrevista con la emisora Bluradio, compañera de Inés durante diez años en Ecuador, ambos fueron asesinados el 21 de julio de 1987 por integrantes de la comunidad tagaeri.

La misión tenía como objetivo alertar sobre la amenaza de las petroleras y proteger a los trabajadores en la región. El uso de un helicóptero vinculado a una empresa petrolera habría provocado la agresión. Inés intentó huir, pero regresó para socorrer a Labaka, quien fue atacado con lanzas; ella murió en el ataque.

“Los mataron porque creían que eran de la compañía. Inés bajó del helicóptero con regalos para los indígenas, pero cuando llegaron los hombres de la tribu, la situación se tornó violenta”, comentó en uno de los apartes de su testimonio Hernández.

Alejandro Labaka Ugarte acompañaba a
Alejandro Labaka Ugarte acompañaba a la hermana colombiana - crédito Para Salvarte/Facebook

Durante su labor, Inés promovió la alfabetización, facilitó la obtención de documentos para los huaraníes y organizó actividades culturales para los jóvenes indígenas.

Dejó una carta en la que manifestaba su disposición a entregar la vida por su misión. “Ella me dijo: ‘Si muero, muero como deseo y como se lo he pedido a Dios’”, contó Hernández.

Fue tal su devoción, que Hernández añadió que la hermana Arango expresó: “Ella se dedicó completamente a ellos. Me pidió que no los dejara, que los siguiera cuidando si a ella le pasaba algo”.

El papa León XIV, que conoce la realidad misionera en selvas latinoamericanas, ha señalado que esta beatificación representa un gesto pastoral importante, acercando la Iglesia a los retos de la región.

El proceso de beatificación ha contado con el testimonio de la hermana Laura y la recopilación de evidencias por parte de las Hermanas Terciarias Capuchinas y los padres capuchinos desde el momento del asesinato.

Aunque el proceso apenas inicia y requiere de investigaciones adicionales, la figura de la hermana Inés ya representa un símbolo de entrega y fidelidad a la vocación misionera en defensa de los pueblos indígenas.

Tras ser ordenado obispo, Labaka
Tras ser ordenado obispo, Labaka optó por la cercanía con las comunidades indígenas, caminando con ellas, aprendiendo su idioma, respetando su cosmovisión

Qué dijo el papa León XIV

El papa León XIV ha reconocido que el sacrificio de Mons. Alejandro Labaka y la hermana Inés Arango constituye una oblatio vitae, es decir, una ofrenda voluntaria de amor por el prójimo, en lugar de un martirio tradicional.

Ambos misioneros perdieron la vida el 21 de junio de 1987 en Tigüino, dentro del Parque Nacional Yasuní, mientras intentaban evitar una masacre contra los tagaeri, un grupo indígena en aislamiento voluntario que enfrentaba amenazas debido al avance de la industria petrolera en la región.

Según se recuerda, Labaka expresó en su momento: “Si no vamos nosotros, los matan a ellos”, dejando en claro su compromiso con la defensa de la vida.

Las acciones de estos misioneros han dejado una huella profunda en la Amazonía, donde su memoria sigue siendo un símbolo para quienes trabajan en la preservación de la vida y la cultura de los pueblos originarios. Este legado cobra especial relevancia en el contexto actual, marcado por debates sobre la protección del medio ambiente y los derechos de las comunidades indígenas.

La valentía de Labaka y Arango resuena como un ejemplo de fe y compromiso en un momento en que la defensa de la “casa común” se ha convertido en una prioridad global. Su trayectoria estuvo profundamente influenciada por su respeto hacia la cosmovisión indígena, participó en el Concilio Vaticano II, un evento que moldeó su enfoque misionero.

Este encuentro le inspiró a convivir con las comunidades indígenas, aprendiendo de sus tradiciones y respetando su cultura. Su labor se caracterizó por evitar la violencia y la imposición, optando en cambio por el amor y el entendimiento como herramientas fundamentales para su misión.