
En el municipio de Sopó, ubicado a 39 kilómetros al norte de Bogotá, Colombia, una piedra con la supuesta imagen de Jesucristo ha sido objeto de devoción, misterio y controversia durante casi tres siglos. En el que años, tras año, miles de creyentes se acercan a este espacio santo en búsqueda de un milagro.
Según indicó el creador de Conexión Enigma, Howard Gutiérrez, esta roca, conocida como el Señor de la Piedra, no solo ha atraído a miles de peregrinos, también ha desconcertado a científicos, artistas y autoridades religiosas, incluido el Vaticano, debido a la inexplicable aparición de la figura en su superficie. Este hallazgo, que se remonta al siglo XVIII, continúa siendo un fenómeno que mezcla lo espiritual, lo sobrenatural y lo histórico.
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“En Sopó hay una piedra que no fue pintada ni tallada, pero que ha sido el centro de devoción, misterio y fe durante más de dos siglos. Una piedra que brilla sola, que cura, que sobrevivió al robo y que hoy sigue aquí“, destacó en su video Howard Gutiérrez.
El origen de esta historia se sitúa en la quebrada La Moya, un arroyo que atraviesa el paisaje montañoso de Sopó. Allí, una lavandera llamada Rosa Nieto realizaba su trabajo cotidiano cuando, entre las piedras y el agua, notó algo inusual: una roca que parecía devolverle la mirada.

Al examinarla más de cerca, descubrió que la piedra contenía la imagen de Jesucristo, no pintada ni tallada, sino aparentemente impresa de una manera que hasta hoy no ha podido ser explicada. Según explicó Gutiérrez, esa noche, al llevar la piedra a su casa, esta comenzó a emitir un resplandor inexplicable, lo que llevó a Rosa a buscar al sacerdote local, el padre Raimundo Forero de Chávez.
El sacerdote, que sufría de una severa pérdida de visión, experimentó lo que muchos consideran el primer milagro atribuido a la piedra. Al sostenerla, recuperó la vista de manera inmediata, siendo capaz de distinguir con claridad el rostro de Cristo coronado con espinas.

El evento quedó registrado en documentos eclesiásticos de la época, marcando el inicio de una serie de relatos sobre milagros asociados a la imagen. Con el tiempo, la figura en la piedra se volvió más nítida, mostrando detalles como una túnica desgarrada y ensangrentada, lo que intensificó la devoción de los fieles.
El fenómeno atrajo la atención de expertos como el retratista colombiano Epifanio Garay, que examinó la roca y concluyó que no había evidencia de intervención humana en su creación. Según publicó Gutiérrez, Garay afirmó que no existía técnica conocida que pudiera explicar la aparición de la imagen, lo que llevó a muchos a considerarla una “obra del cielo”.

En 1848, el papa Pío IX otorgó su aprobación oficial al culto, y en 1909 la piedra fue trasladada a una ermita en el bosque, cerca del lugar donde fue hallada originalmente. En 1953, se construyó el Santuario del Señor de la Piedra, que hoy se encuentra dentro del parque ecológico Pionono, a más de 3.200 metros de altura.
A pesar de su importancia espiritual, la historia de la piedra no ha estado exenta de episodios oscuros. En 1976, la imagen fue robada, lo que causó una profunda conmoción en la comunidad de Sopó. Gutiérrez detalló que la piedra, que estaba protegida por una cruz de plata, desapareció durante seis meses hasta que fue recuperada en Bogotá gracias a un operativo policial.

Algunos creyentes sostienen que fue la propia imagen la que “permitió” ser encontrada, reforzando su carácter milagroso. Desde entonces, la piedra ha sido protegida con un cristal y continúa siendo objeto de veneración.
El santuario, aunque menos conocido que otros sitios de peregrinación en Colombia, recibe visitantes de todo el país, especialmente los domingos. Según testimonios recogidos por Gutiérrez, muchos peregrinos aseguran haber experimentado sanaciones físicas y espirituales tras visitar el lugar. Un creyente afirmó que “hay muchos milagros que quedan callados”, ya que quienes se benefician de ellos suelen regresar a sus comunidades transformados, sin hacer pública su experiencia.

El camino hacia el santuario está marcado por un viacrucis de 14 estaciones, con cruces y estatuas marianas que acompañan a los visitantes en su recorrido. El entorno natural, con la quebrada La Moya y la niebla que envuelve el bosque, contribuye a la atmósfera de paz y misterio que caracteriza al lugar. Finalmente, el creador de Conexión Enigma resaltó que dicho espacio combina lo espiritual, lo natural y lo sobrenatural, ofreciendo una experiencia única tanto para creyentes como para curiosos.
“En este punto lo que quiero decirles es que visiten estos sitios. No los quiero convertir a ninguna otra religión, simplemente visitarlos, conocer sus historias y misterios nos enriquecen un montón y de paso conocemos a Colombia”, añadió Gutiérrez.
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