
Aunque en Estados Unidos y Panamá afirman que la crisis migratoria del Darién está controlada, se sigue registrando el paso constante de personas por la selva que conecta a Colombia con Panamá, por lo que organizaciones sin ánimo de lucro se han unido para ofrecer soluciones.
Desde la Oficina Regional de la ONU han expuesto que los migrantes que ingresan al Darién se enfrentan a laberintos de ríos, animales salvajes, calor húmedo y una ruta en la que los grupos criminales se han adueñado del territorio, asegurando que el mayor peligro es el de encontrarse con “traficantes y criminales que acechan a las personas en movilidad”.
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Para exponer la gravedad de esto, recordaron que el Servicio Nacional de Migración de Panamá expuso las cifras récord del paso de personas por el Darién, lo que podría volver a registrarse si la situación social en Latinoamérica se mantiene.
Una de las propuestas de la ONU

En colaboración con la Defensoría del Pueblo de Panamá, la ONU ha lanzado una herramienta técnica para el monitoreo de las vulneraciones de los derechos humanos de los migrantes en la selva.
Uno de los objetivos es recopilar datos y generar respuestas a corto plazo de los riesgos y violaciones a las que se exponen los migrantes en la frontera con Colombia, para consolidar políticas públicas de protección en conjunto.
Sin respuesta de Colombia, la Defensoría del Pueblo de Costa Rica, país afectado por el paso constante de migrantes desde Panamá, se pronunció a favor de la propuesta de la ONU.
“Esta herramienta no solo permite recopilar datos precisos sobre las vulneraciones de derechos humanos, sino también coordinar con autoridades para proporcionar respuestas institucionales oportunas”, indicó Angie Cruickshank Lambert, representante de la Defensoría del Pueblo en el país tico.

Otro de los motivos por los que se ha comenzado a buscar espacios para identificar los riesgos del Darién es que en Centroamérica han identificado que un alto porcentaje de las personas que pasaron por la selva tienen problemas de salud mental, como ansiedad por el miedo constante a ser deportados.
Para Andrés Sánchez Thorin, representante de la Oficina regional de la ONU, esta herramienta es un sistema de técnico que permite registrar, sistematizar y analizar las vulneraciones de derechos humanos que sufren las personas migrantes durante su tránsito por Panamá y Costa Rica.
“La herramienta recopila testimonios directos en albergues y puntos críticos de la ruta migratoria, identificando patrones de violencia, tipos de delitos recurrentes y grupos particularmente afectados”.
Además, indicó que otro aspecto que debe importar es que la herramienta puede provocar que los gobiernos involucrados en la crisis migratoria no tengan excusas para ofrecer soluciones institucionales.
“La herramienta ofrece un análisis estructurado de los riesgos en la ruta, desde violencia sexual hasta trata de personas, no solo documenta los casos, sino que permite a las instituciones nacionales de derechos humanos de ambos países actuar de manera estratégica, derivar víctimas a servicios de protección, exigir respuestas institucionales y proponer políticas basadas en datos concretos”.
El factor olvidado de la crisis migratoria

Mientras los Gobiernos de Panamá y Estados Unidos han priorizado terminar con la crisis migratoria, los pueblos de la comarca embera, en el Darién, piden que también se hagan cargo del impacto ambiental negativo que ha provocado el paso constante de extraños por sus territorios.
En diálogo con The Associated Press, miembros de estas comunidades indicaron que el paso de más de un millón de migrantes ha provocado que la selva esté repleta de basura, gasolina y materia fecal.
Un ejemplo de la crisis ambiental es que en la comunidad de Villa Caleta, que ha vivido en la zona durante décadas, ahora no pueden bañarse en el río, los peces que pescan huelen a combustible de las embarcaciones que transportan a los migrantes y los grupos criminales que han llegado a la región ahora están extrayendo oro, provocando la deforestación de miles de hectáreas.
“El agua está contaminada con basura. Tenemos que tener cuidado. Todo el mundo sale del río con ronchas en la piel, sobre todo los niños”, indicó al medio citado Militza Olea, de 43 años.
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