Un video publicado por Claudia López, exalcaldesa de Bogotá y actual precandidata a la Presidencia de la República, provocó múltiples reacciones en redes sociales; aunque el propósito inicial del contenido era destacar su formación académica y logros profesionales, el enfoque de los comentarios del público tomó otro rumbo, derivando en una ola de comentarios y cuestionamientos sobre su imagen personal.
El video fue difundido en todas sus plataformas digitales, en las que López aparece mostrando documentos que acreditan su paso por instituciones educativas de reconocimiento internacional.
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En la grabación se puede ver a la lideresa mientras suena de fondo la popular canción El doctorado del artista urbano Tony Dize. Con esta referencia musical, Claudia López buscó conectar de manera cercana con su audiencia digital, resaltando no solo su formación sino su compromiso con el país. En la publicación escribió: “🎶 Tengo un gran conocimiento ejecutando y dando resultado... Yo más que eso tengo un doctorado en servir a mi país”.

Dentro del contenido audiovisual, la política muestra dos libros de sus diplomas que evidencian sus estudios en la Universidad de Columbia y la Universidad de Harvard, frente a su biblioteca que va de pared a pared.
Es pertinente señalar que Claudia López ha desarrollado una amplia formación académica. Inició sus estudios en la Universidad Externado de Colombia, donde se graduó en Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales. Posteriormente, continuó su preparación en el exterior, obteniendo una maestría en Administración Pública y Política Urbana en la Universidad de Columbia, en Nueva York.
En 2009 fue seleccionada como fellow (miembro) en la Universidad de Yale y, gracias a una beca Fulbright, logró culminar un doctorado en Ciencia Política en la Universidad de Northwestern, ubicada en Chicago. A esta trayectoria se suma su participación en el Programa de Liderazgo Avanzado de la Universidad de Harvard, en 2024.

No obstante, el aspecto que más llamó la atención del público no fue su currículum, sino los aparentes cambios en su rostro. Numerosos usuarios comenzaron a comentar sobre su apariencia, preguntándose si se había sometido a algún tipo de tratamiento estético o si simplemente ‘se le pasó la mano’ en filtros digitales. Este detalle fue el punto de partida para una serie de comentarios, muchos de ellos cargados de ironía, burla o crítica directa.
Algunos de los comentarios publicados en redes sociales fueron: “No. No. No. ¿Por qué será que los políticos, de cualquier espectro, hacen competencia de cuál va a ser más cringe en campaña?”, “Para eso hizo el doctorado, para terminar haciendo esas estupideces a cambio de los votos de unos incautos”, “Nunca dijo que los resultados necesariamente debían ser positivos :v”, “Ushhh y esa linda cual esss??? 🥰🥰🥰”, “Ya se me había olvidado lo que era sentir pena ajena” o “Como hago para ‘desver’ esto?? Uy no! Esta sra. cada día cae más bajo”.

La discusión sobre la imagen personal de líderes políticos se intensificó en los últimos meses, especialmente en América Latina, pues recientemente, el presidente Gustavo Petro fue objeto de comentarios por un procedimiento estético al que se habría sometido, un lifting facial. En un caso similar, medios y usuarios de redes sociales señalaron que la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, habría utilizado bótox y ácido hialurónico, situación que también provocó múltiples reacciones públicas.
Estos ‘arreglitos’ estéticos abrieron un debate más amplio sobre el papel de la imagen en la política contemporánea y la delgada línea entre la autenticidad y el uso de recursos visuales o estéticos para conectar con el electorado.
El uso de filtros, tratamientos faciales o procedimientos estéticos no es nuevo en figuras públicas, pero su uso por parte de líderes políticos continúa generando distintas opiniones entre la ciudadanía, desde la crítica severa hasta la defensa del derecho individual a decidir sobre su cuerpo e imagen, sobre todo los cambios que hacen para iniciar en todo el tema de las campañas electorales.

Y más allá de las reacciones frente a su apariencia, la publicación también reabrió el debate sobre el papel de los títulos académicos en la política colombiana y la forma en que estos son utilizados dentro de la narrativa de campaña o posicionamiento público. Algunos sectores cuestionaron si estas credenciales realmente se traducen en resultados efectivos durante la gestión pública o si terminan convirtiéndose en elementos decorativos dentro de una estrategia de marketing político.
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