
De acuerdo con un análisis publicado por la Sociedad Geográfica de Colombia, los relatos de diluvios han acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales, dejando huella tanto en tradiciones religiosas como en explicaciones científicas.
Estos eventos, que combinan elementos de catástrofe natural y simbolismo cultural, han sido documentados en al menos 73 lugares alrededor del mundo. Los diluvios, que pueden ser interpretados como castigos divinos o fenómenos meteorológicos extremos, comparten una estructura narrativa común: lluvias torrenciales, la construcción de un arca, la preservación de animales y un eventual aterrizaje en un lugar elevado.
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Uno de los relatos más antiguos sobre un diluvio proviene de la Mesopotamia, específicamente de la epopeya de Gilgamesh, un texto que data del tercer milenio antes de Cristo. Según la Sociedad Geográfica de Colombia, este relato describe cómo los dioses castigaron a la humanidad por el comportamiento despótico del rey Gilgamesh, provocando una inundación que devastó la región entre los ríos Éufrates y Tigris. Excavaciones arqueológicas han confirmado la existencia de inundaciones en esta área, donde florecieron ciudades como Ur y Nínive.
El héroe del relato, Utnapistim, construyó un arca para salvarse junto con animales seleccionados. En un episodio que recuerda al relato bíblico, envió una paloma y una golondrina para buscar tierra firme, pero ambas regresaron sin éxito. Ese mito mesopotámico fue posteriormente adaptado, convirtiéndose en la base del diluvio universal descrito en la Biblia.

En el relato bíblico, Yahvé desató un aguacero que duró cuarenta días y cuarenta noches, elevando las aguas hasta cubrir los montes más altos. Según el texto, Noé, descrito como “el único justo en su generación”, construyó un arca de madera de tres pisos para salvar a su familia y a una pareja de cada especie animal. La inundación, que duró 150 días, marcó un nuevo comienzo para la humanidad.
En el continente americano, el Popol Vuh, conocido como la “Biblia de los mayas”, también relata un diluvio como parte de su cosmogonía. Los dioses intentaron crear a los hombres primero con barro y luego con madera, pero ambas creaciones resultaron fallidas. Los hombres de madera, descritos como arrogantes y vanidosos, fueron castigados con un diluvio que los aniquiló. Finalmente, los dioses lograron su propósito al crear a los hombres a partir de granos de maíz, un elemento central en la cultura maya.
El mito de Chibchacum y el diluvio en la Sabana de Bogotá
En la tradición de los Muiscas, habitantes de la Sabana de Bogotá, el diluvio también ocupa un lugar destacado. Según la Secretaría de Cultura de Bogotá, el dios Chibchacum, protector del pueblo de Bacatá, castigó a los habitantes de la región con una inundación tras sentirse ofendido por sus acciones. Para ello, hizo crecer los ríos Sopó y Tibitóc, lo que provocó la pérdida de cultivos y animales, dejando a la población en una situación desesperada.

Los Muiscas, en busca de ayuda, recurrieron a Bochica, una deidad venerada en su cultura. De acuerdo con el relato, Bochica apareció en un arco iris y prometió liberar a la región de las aguas. Con una vara de oro, abrió un paso en las montañas, dando origen al Salto del Tequendama, por donde las aguas pudieron fluir, desinundando la Sabana. Como castigo, Chibchacum fue condenado a cargar la tierra sobre sus hombros, una tarea que, según la tradición, explica los movimientos sísmicos: cuando Chibchacum cambia la carga de un hombro al otro, se producen terremotos.
El mito de Chibchacum presenta similitudes con el relato griego de Atlas, que fue condenado por Zeus a sostener la bóveda celeste sobre sus hombros. Este paralelismo llevó a que Chibchacum sea conocido como “el Atlas Chibcha”. La Secretaría de Cultura de Bogotá destacó que los Muiscas también consideraban a Chibchacum como el dios de los terremotos y protector de los comerciantes y campesinos, quienes le ofrecían tributos en oro.

La Sociedad Geográfica de Colombia destacó que los relatos de diluvios pueden interpretarse desde dos perspectivas principales: la religiosa y la científica. Mientras que las tradiciones religiosas los describen como castigos divinos por el mal comportamiento humano, la ciencia los explica como fenómenos meteorológicos extremos, caracterizados por lluvias torrenciales que provocan inundaciones devastadoras.
Estos relatos, aunque alineados en contextos culturales, ontológicos y geográficos distintos, comparten elementos comunes que reflejan la universalidad de la experiencia humana frente a los desastres naturales. Desde la epopeya de Gilgamesh hasta el mito de Chibchacum, los diluvios han servido como metáforas de renovación y transformación, dejando una profunda huella en las tradiciones y creencias de las civilizaciones que los narraron.
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