
Cada 8 de marzo, el mundo conmemora el Día Internacional de la Mujer, una fecha dedicada a reconocer la lucha por los derechos sociales, económicos y políticos de las mujeres. Esta jornada, que busca visibilizar las desigualdades de género y promover la equidad, se ha consolidado como un espacio para la reflexión y la protesta en distintos países.
Ante la importancia de esta fecha, uno de los elementos más distintivos de las manifestaciones y actos conmemorativos es el uso del color morado, que se ha erigido como símbolo de la lucha feminista. La presencia del tono en las movilizaciones no es una elección aleatoria, sino que responde a una carga simbólica con profundas raíces históricas.
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Su asociación con la lucha de las mujeres se remonta a los inicios del movimiento sufragista en el siglo XX, consolidándose como una seña de identidad para quienes defienden la igualdad de género.

Los inicios del uso del morado en el movimiento feminista
El origen de la vinculación entre el color morado y el feminismo se encuentra en el movimiento sufragista del Reino Unido. Emmeline Pethick-Lawrence, activista y coeditora de la revista Votes for Women, estableció en 1908 los colores representativos de la Unión Social y Política de Mujeres (Wspu, por sus siglas en inglés), la organización adoptó los colores morado, blanco y verde como símbolos de su lucha por el derecho al voto para las mujeres; el morado representaba la dignidad y la justicia, el blanco la pureza y el verde la esperanza.
La elección cromática fue difundida con especial énfasis en vísperas de la marcha Women’s Sunday, celebrada el 21 de junio de 1908 en Londres. La revista mencionada instruyó a las asistentes sobre la importancia de vestir de acuerdo con los colores del movimiento: “Déjese guiar por los colores en su elección de vestuario. Tenemos 700 pancartas en morado, blanco y verde”, destacaba la publicación.

El uso de estos tonos no solo buscaba generar un impacto visual, sino consolidar una identidad colectiva. La intención era que las participantes se sintieran parte de un movimiento unificado, donde cada detalle, por pequeño que pareciera, contribuía a la construcción de una causa común.
Otra explicación sobre la elección de este color se relaciona con un hecho trágico que ocurrió en 1911, durante el incendio de la fábrica textil Triangle Shirtwaist en Nueva York, donde más de 140 trabajadoras, la mayoría mujeres migrantes, fallecieron. Se difundió la idea de que el humo que emanaba del incendio era de color morado debido a las telas que se fabricaban en la planta; sin embargo, esta versión carece de respaldo histórico.
En el ámbito simbólico, el color morado también fue vinculado con la lucha contra la opresión y la reivindicación de los derechos de las mujeres. La psicología del color lo asocia con la transformación, la sabiduría y la dignidad, elementos que reflejan las demandas del movimiento feminista. La escritora y activista feminista Alice Walker, autora de El color púrpura, destacó la importancia del color como una representación de la resistencia femenina frente a las injusticias.
La evolución del color morado como símbolo de lucha
A lo largo del siglo XX, el color morado continuó presente en distintos episodios de la lucha por los derechos de las mujeres. Su adopción no solo se limitó al ámbito sufragista, sino que trascendió a otros movimientos feministas alrededor del mundo, pues la Segunda Ola del feminismo, surgida en la década de 1960, retomó este símbolo para reivindicar la igualdad salarial, el acceso a la educación y los derechos reproductivos.

Con el paso del tiempo, el morado se consolidó como un emblema que representaba la dignidad, la justicia y la solidaridad entre mujeres. La Organización de las Naciones Unidas (ONU), al declarar el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer en 1977, también reconoció el simbolismo de este color dentro de la lucha por la equidad de género.
Actualmente, el color morado se convirtió en una señal de identidad dentro del movimiento feminista global. En las marchas y actividades conmemorativas del Día Internacional de la Mujer, es común observar prendas, pañuelos y pancartas en este tono, que actúan como una manifestación visible del compromiso con la igualdad de género.
Además de su legado histórico, el morado también adquirió nuevos significados en el contexto contemporáneo. De acuerdo con la empresa especializada en medición de color HunterLab, “el púrpura simboliza sabiduría, poder, espiritualidad, lujo, riqueza y nobleza”. Esta connotación resalta la fortaleza de las mujeres que se organizan para exigir sus derechos y su participación activa en la sociedad.
Más allá del simbolismo: un llamado a la acción
El uso del color morado en el Día Internacional de la Mujer no solo cumple una función estética, sino que representa un llamado a la acción colectiva. Cada prenda o pancarta de este tono recuerda que la lucha por la igualdad de género continúa vigente y que aún quedan muchos desafíos por superar.

La elección del morado también resalta la importancia de la memoria histórica en la lucha feminista, pese a que este también es simbolizado con el tono verde. Al portar este color, las manifestantes rinden homenaje a las mujeres que abrieron camino en la defensa de sus derechos, al tiempo que alzan la voz por aquellas que fueron víctimas de la violencia y la discriminación.
De esta manera, donde la equidad de género sigue siendo un objetivo pendiente, el color morado actúa como un símbolo de unidad y resistencia. Más que un simple distintivo, representa la determinación de quienes exigen un mundo más justo e inclusivo.
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