
Luego de 18 días tras el hallazgo de restos humanos en una zona rural del municipio de Belalcázar, Caldas, las pruebas de ADN que se llevaron a cabo por parte de un laboratorio del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, con sede en Cali, confirmaron que pertenecen al padre Darío Valencia Uribe.
Este crimen, que sacudió a la Iglesia católica y captó la atención de todo el país por los detalles que se fueron conociendo con el paso de los días, comenzó a esclarecerse tras la confesión que realizó el presunto homicida, detenido en París, Francia. Desde allí el hombre aseguró a las autoridades que asesinó al sacerdote, de 59 años.
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Los restos del cura, quien se desempeñaba como párroco de la iglesia María Auxiliadora de Pereira (Risaralda), fueron trasladados a esa ciudad, donde el jueves 10 de octubre, a las 10:30 de la mañana, se llevarán a cabo las honras fúnebres en la catedral de Nuestra Señora de la Pobreza.
Según lo que arrojó el informe hecho por el equipo forense, en total fueron cuatro tiros los que propinó el asesino de Valencia, identificado como Julián Eduardo Cifuentes Gómez, quien luego de su testimonio a las autoridades francesas, y más las declaraciones que brindó (el 25 de septiembre de 2024) el obispo de Pereira, monseñor Rigoberto Corredor Bermúdez, dejaron en evidencia cómo se perpetró el crimen.

Todo inició con la venta de una camioneta
El 25 de abril de 2024 se reportó la desaparición del clérigo, quien según el testimonio de su propia madre, vital en medio de la indagación, había quedado de encontrarse con Cifuentes Gómez, quien iba a ayudarlo a vender su vehículo personal, una camioneta modelo Nissan Frontier.
Una grabación de una cámara de seguridad fue otra de las pistas claves que ayudó a los peritos judiciales a unir piezas. Esa fue la última vez que se vio con vida al párroco y a su “amigo”, y desde ese momento inició un movimiento a través de grupos en redes sociales y de mensajería instantánea por todo el país, con un solo objetivo: dar con el paradero del hombre.
Las declaraciones que dio al diario El Tiempo uno de los abogados (identificado como Renato Marín) que la Diócesis de Pereira contrató para estar al tanto del proceso, informó que el confeso asesino y el religioso “tenían una cercanía como amigos desde hacía muchos años (...) efectivamente por lo menos existía un alto grado de confianza entre el investigado y el padre Valencia”.
“Tenían aparentemente vínculos comerciales, negocios de vehículos. Uno le prestaba plata al otro y, aparentemente, el detonante (de la desaparición y posible asesinato del sacerdote) fue por la compra y venta de un vehículo del padre”, agregó Marín. Esto, sumado a la confesión del asesino, confirmó que el crimen fue motivado por fines económicos.

La camioneta de Valencia fue hallada al día siguiente (26 de abril) de reportada su desaparición, pero del párroco seguía sin saberse nada de su ubicación. El operativo de búsqueda arrojó que la camioneta del sacerdote primero estuvo en el barrio San Fernando de la ciudadela Cuba (Risaralda), y después fue hallada en un parqueadero en el municipio Viterbo, municipio situado en el departamento de Caldas.
La inspección a la camioneta hecha por los agentes del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía General de la Nación, reveló trazos de sangre y la ausencia de la silla trasera, situación que de una encendió las alarmas debido a que los detalles apuntaban a un presunto homicidio.
La Fiscalía viajó a Francia a inicios de septiembre
Desde el principio de la investigación, y por ser la última persona que se le vio junto al padre Darío Valencia aún con vida, Cifuentes Gómez fue vinculado a las pesquisas, más aún después de que a los pocos días de desaparecido el clérigo, el asesino escapó hacia Francia.
El 8 de septiembre se confirmó por parte del mismo jurista (Marín) que funcionarios de la Fiscalía viajaron desde Colombia hasta Francia, luego de confirmarse su detención en el aeropuerto Charles de Gaulle, en París. Allí, los agentes en la terminal aérea hicieron efectiva la circular azul que había emitido la Interpol (Organización International de Policía Crimina), tras la petición elevada por el ente investigador colombiano.

En ese momento el abogado destacó que “la Fiscalía (...) está haciendo un trabajo en Francia, recaudando elemento material probatorio, que es la declaración de la persona investigada”. A partir de ese momento se presentó una cadena de hechos que, con cada palabra que revelaba Cifuentes (y con la confesión que se conoció el 17 de septiembre), dejó entrever que todo lo hizo por dinero.
“Él dijo que no había sido por temas pasionales, como inicialmente se había especulado, sino por plata, fue por dinero, cuestiones económicas del carro que estaba en venta”, comentó una fuente a Semana.
Para el 25 de septiembre, el mismo obispo de Pereira brindó detalles de lo que les contó su abogado tras la confesión que hizo el ciudadano colombiano en Francia.
“Luego de lanzarlo por un abismo, el cadáver del padre rodó unos 35 metros en un lugar de muy difícil acceso. De ahí que la búsqueda tardara desde el lunes hasta el pasado viernes (20 de septiembre). El lunes (23 de septiembre), 10 personas participaron en la búsqueda, pero fue un canino que después descendió y se sentó cerca a los restos óseos. Poco a poco los hallaron todos, pero ya no quedaba más que los huesos”, contó monseñor Corredor.

Estos detalles se dieron tras la confesión, en la que también se obtuvieron las coordenadas de la ubicación del cuerpo, pero debido a lo mencionado por el obispo la búsqueda del cuerpo tomó varios días. Gracias a la correa, el jean y los zapatos que llevaba el sacerdote el día de su desaparición fue que se pudo confirmar la identidad de los restos óseos.
Se espera que en los próximos días se confirme la captura del hombre, quien en principio había quedado en libertad en Francia, pero debía presentarse de forma periódica antes las autoridades de ese país, debido a que sigue vinculado a la indagación, que con todos estos detalles, se espera que concluyan con su aprehensión, la deportación a Colombia y un juicio que concluya con una condena ejemplar.
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