
La sesión del Senado colombiano del martes 12 de marzo por la noche estuvo marcada por un tenso enfrentamiento entre senadores y el ministro de Defensa, desencadenado por las acusaciones de desinformación y las respuestas airadas, que culminaron en un intenso intercambio de acusaciones de “violencia política” y “misoginia”, según la senadora María José Pizarro.
El hecho destacado fue la confrontación entre el senador Jota Pe Hernández y la senadora María José Pizarro, quien calificó su comportamiento como el de un “perro rabioso”, etiqueta que Hernández rechazó vehementemente, defendiendo su postura en un video publicado en sus redes sociales.
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Al inicio de la discusión, Hernández exigió respeto por parte del ministro de Defensa, luego de que este sugiriera que algunos senadores, incluido Hernández, estaban presentando información que podría causar desinformación. La situación escaló rápidamente cuando Hernández se levantó de su asiento, provocando la intervención del presidente del Senado, Iván Name, quien junto a otros miembros de la bancada del gobierno, intentó calmar los ánimos.

Luego del altercado, la senadora público en su cuenta de X lo siguiente: “Me reafirmo: JP reaccionó como un perro rabioso’. Si esto no es violencia política ¿qué es? Me violenta y no es la primera vez. No se atreve con los hombres porque lo que no soporta es que una mujer lo confronte. Es un misógino de la derecha ultra radical colombiana”, afirmó Pizarro en una declaración que reiteró en sus redes sociales, subrayando el inquietante trasfondo de odio y misoginia detrás de la conducta de Hernández.
La definición del comportamiento de Hernández por parte de otros miembros del Pacto Histórico como “atrabiliario e intolerante” destaca la profunda división y el nivel de acritud alcanzado en el debate. La senadora Clara López señaló: “El comportamiento del senador Jota Pe Hernández en el recinto del Senado es atrabiliario e intolerante. No se compete con la dignidad que le merece a todas y todos los colombianos un debate serio y argumentado sobre la defensa nacional”.
La respuesta de Jota Pe Hernández
Ante la situación que se presentó con Pizarro, el senador Hernández aseguró que “no es la primera vez que nos insulta, lo hace en secreto y luego sale en público a tildarme de machismo”. Con base en lo anterior, lo cierto es que la senadora Pizarro ha criticado abiertamente a Hernández por su reacción al fallecimiento de la senadora Piedad Córdoba, pues él la calificó inapropiadamente. “Referirse así a una persona que acaba de morir y no tiene cómo defenderse habla mucho del tipo de ser humano que es el senador Pulido”, aseguró Pizarro, poniendo en tela de juicio, no solo las formas, sino el fondo de las críticas de Hernández.

Para sus críticos, los comentarios de Hernández hacia Córdoba como “una bandida” no solo se perciben como una falta de respeto hacia un colega fallecido, sino también como una degradación de la discusión política a ataques personales, que desvían la atención de los verdaderos debates y desafíos que enfrenta la sociedad.
La refutación de Hernández a las acusaciones de Pizarro, defendiendo su derecho a ser respetado mientras cuestiona las políticas de defensa y exige transparencia, ofrece una perspectiva sobre las dinámicas de poder y de género en el ámbito político. A su vez, invita a una reflexión más amplia sobre la naturaleza del discurso político, donde el respeto mutuo y el diálogo constructivo deben ser la piedra angular de cualquier debate.
Sin embargo, el senador Hernández además de haber tenido diferencias con Pizarro, también las ha tenido con su colega, el senador Inti Asprilla, ambos han protagonizado choque de palabras y se han reportado intercambios de gritos y manoteos.
La política, idealmente, debería ser un espacio para el debate de ideas y la búsqueda de soluciones colectivas a los problemas de la comunidad. Sin embargo, incidentes como el acontecido entre los senadores Hernández, Asprilla y Pizarro señalan un distanciamiento de estos ideales, mostrando en cambio una arena donde prevalecen las disputas personales y las división internas.

La política requiere de un equilibrio entre la pasión por las propias convicciones y la capacidad para mantener el respeto y la cortesía hacia quienes piensan diferente. Cuando ese equilibrio se pierde, la función legislativa se ve obstaculizada por rencillas que poco tienen que ver con el interés colectivo.
En definitiva, la dinámica entre los senadores refleja un reto mayor que enfrentan muchos partidos políticos: la necesidad de cultivar un ambiente de trabajo donde las diferencias se debatan con respeto y se busquen puntos de encuentro. Solo así se podrá avanzar hacia una política que privilegie el debate de ideas sobre las confrontaciones personales, permitiendo una construcción colectiva en pro del bien común.
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