
Los hermanos Andrés y Mauricio Marín Silva son los dos hombres más peligrosos de Tuluá actualmente ya que lideran el grupo criminal La Inmaculada, y aunque están presos, siembran en el terror en la población tulueña con actos terroristas, homicidios, extorsiones y demás acciones delictivas que ordenan desde donde están recluidos.
El principal cabecilla de la red delictiva es Andrés Felipe Marín Silva, alias Pipe, que inició su camino dentro del grupo criminal bajo las órdenes de John Estiven Idrobo y Óscar Darío Restrepo, alias Porrón, fundadores del grupo delictivo en el barrio La Inmaculada de Tuluá, al cual debe el nombre el grupo criminal.
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Porrón era reconocido por sus fuertes creencias religiosas, que contrastaban con las acciones criminales de su grupo al servicio de la mafia al punto de que Henry Loaiza Ceballos, alias Alacrán, excabecilla del cartel del Valle del Cauca, y su hijo Henry Loaiza Montoya, alias Alacrancito, se convirtieron en dos de sus principales socios, que ayudaron a extender los tentáculos criminales hasta Ecuador.
Bajo las órdenes de Óscar Darío Restrepo, alias Pipe infundió terror en Tuluá y sus alrededores, donde desarrollaba cobros de extorsiones a finqueros y famosos del país, como el exfutbolista Faustino Asprilla y el cantante Charrito Negro.

Sin embargo, Andrés Marín Silva no dio sus primeros pasos con La Inmaculada, sino con una ‘oficina de cobro’ en Quindío al mando de Oscar Eduardo Castro Rivera, alias Ballena, hombre de confianza de Luis Enrique y Javier Antonio Calle Serna llamados los Hermanos Comba, quienes llegaron a ser jefes del grupo paramilitar Los Rastrojos.
Con los paramilitares, alias Pipe aprendió los métodos de extorsión con granadas y sádicas formas de asesinar y desmembrar a quienes se resistían a cumplir sus pretensiones criminales.
Por su sangriento actuar, los Hermanos Comba lo mandaron como tercer hombre en la línea de mando de La Inmaculada, que inició como un brazo de Los Rastrojos, según las autoridades.
Tras la caída de Idrobo y alias Porrón, el cabecilla del grupo criminal pasó a ser Pipe quien instrumentalizó a menores de edad, incluidos familiares suyos, para formar una generación de criminales que fue creciendo en silencio ante la mirada indiferente de las autoridades.
El reinado criminal de alias Pipe parecía haberse acabado en 2015, cunado cayó preso y fue señalado de ordenar 46 homicidios en el Valle del Cauca, de los cuales se perpetraron 39, así como de dinamizar el tráfico de estupefacientes y de armas en el departamento, delitos por los cuales fue condenado a 30 años de cárcel.
Sin embargo, Andrés Felipe Marín Silva enseñó a su hermano menor a cómo moverse en el mundo criminal y tras su captura quedó liderando La Inmaculada, aunque en realidad seguía órdenes de Pipe.

Como el nuevo jefe, alias Nacho continuó con las acciones delictivas de su hermano, pero también expandió los tentáculos criminales de su organización, gracias al dinero que recibía de las rentas ilícitas, y penetró en la política y llegó a tener hombres de confianza en la Administración de John Jairo Gómez Aguirre, alcalde de Tuluá entre 2020 y 2023, según le dijeron varios dirigentes políticos de la región a El País de Cali. Las denuncias también fueron hechas por el recién posesionado alcalde Gustavo Vélez, quien fue amenazado por la Inmaculada tras ganar las elecciones regionales de 2022.
De acuerdo con una investigación realizada por el medio citado, alias Nacho tenía infiltrados en las secretarías de Movilidad, Planeación, Hacienda y Comunicaciones de Tuluá, desde donde le daban información privilegiada sobre los movimientos de las autoridades y operativos en su contra.
Es así como el peligroso criminal se escapó en reiteradas oportunidades de la Policía, al igual que sus secuaces entre los que estaba un capeón nacional de motociclismo que era el encargado de los cobros extorsivos.
Estando en la cárcel alias Pipe no solo mandaba a si hermano Nacho, sino también a otros criminales, incluso se le atribuye la masacre del piso 4 del pabellón 8 de la cárcel de Tuluá ocurrida en junio de 2022 y en la que murieron 53 reclusos.

Según pudo establecer en su momento la revista Cambio, la muerte del medio centenar de personas se dio luego de que alias Miller no quisiera seguir las órdenes de alias Pipe y el cabecilla enviara a alias Brayan a recuperar el control del microtráfico en el pabellón, lo que produjo un sanguinario enfrentamiento, que trajo consigo incendios y desmanes dentro del centro penitenciario.
Ahora, las autoridades contemplan la extradición de los hermanos Andrés Felipe y Mauricio Marín Silva, alias Pipe y alias Nacho, para evitar que sigan mandando en Tuluá y así evitar hechos como los del 9 y el 10 de febrero, cuando lacayos de los cabecillas quemaron diez carros, dos motos, mataron a dos personas y dejaron a tres más heridas, entre ellas una embarazada y un niño de un año, como represalia por la captura del hermano menor de la familia criminal.
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