
Para mucha gente los bogotanos se dividen en dos: cachacos y rolos. Los primeros, según se cree, son el epítome de la tradición bogotana, hijos de bogotanos nacidos en Bogotá y nietos de bogotanos nacidos en Bogotá —porque los gentilicios no aplican solo por nacimiento, también para quienes habiten una población—. Los segundos, a tenor de esa tradición, se dice que son hijos de quienes llegaron a la capital en alguna de las innumerables oleadas migratorias internas.
Esto, sin embargo, no es más que un ridículo invento de una sociedad que busca cómo diferenciarse de sus pares. O esto, por lo menos, fue lo que ha descubierto —o ido descubriendo— el historiador Felipe Arias, que recientemente publicó ¿Otra historia de Colombia?, pero esta historia no hace parte de su libro, si no más bien fue algo que, como pasa muchas veces, encontró leyendo otras cosas, buscando sin buscar.
Primero hay que ver cómo se ha usado la palabra hasta ahora, por ejemplo, Yully González, coordinadora del Cuarto Festival Cachaco de Chapinero, en 2016 le dijo a Caracol Radio: “La palabra original es cachet, que significa de estilo propio, personalidad, calidad superior de alguna cosa. Y se terminó uniendo a la palabra inglesa ‘coat’ (abrigo) creando la expresión cachet coat (abrigo de marca), que terminó evolucionando en la palabra cachaco”
Daniel Samper Pizano, en Anatomía del cachaco publicado en la revista Diners, entre muchas cosas que escribe, advierte que “el cachaco es en Bogotá una palabra elogiosa y en la costa un término denigratorio. Como sustantivo, significa en el primer caso al heredero de las mejores tradiciones de la capital y, en el segundo, al fatuo habitante del interior”.
Ninguno de los dos tiene razón. O bueno, eso se desprende de un par de trinos de Arias en los que anuncia el final de estos cuentos:
En su segundo trino advierte que si bien los redactores del periódico son anónimos “eran, por supuesto, dos arquetipos históricos de la cachaquidad: Florentino González y Lorenzo María Lleras, ambos quince años después cofundadores del Partido Liberal”.

Pero el descubrimiento, si se me permite, no se dio de la nada. Arias lo hizo leyendo Periódicos Literarios y Géneros Narrativos Menores de la escritora Flor María Rodríguez-Arenas, en el que se cita el texto anónimo de 1830 que da luces sobre el origen del término y sus tintes políticos:
Los trinos de Arias provocaron esta entrevista, en la que el historiador ahonda un poco más en los primeros registros de la palabra, el porqué de su uso para diferenciar a dos tipos de bogotanos, los encumbrados en una tradición y los otros, esos que llegaron de lejos y que fueron acogidos por la capital.

Felipe, finalmente ¿cuál es el origen de la palabra cachaco, o el registro más antiguo que se conoce la palabra?
El origen sigue siendo incierto. Aunque desde la Independencia se testimonia que es un término de origen indígena, su uso en la actual Colombia, pero también en Perú y las Antillas, nos habla de la posibilidad de que haya sido una expresión indígena difundida por los españoles en otras partes del continente.
En lo que encontró en El Cachaco de Bogotá y en Periódicos Literarios y Géneros Narrativos Menores, ¿qué pistas da sobre este origen?
Lo que sabemos, gracias al periódico El Cachaco de Bogotá en 1833, es que la expresión se refería en la Nueva Granada a jóvenes mal vestidos y que durante los tiempos de la disolución de la Gran Colombia se usó despectivamente contra los jóvenes santanderistas y civilistas que se rebelaron contra la dictadura de Rafael Urdaneta. Este periódico, editado por Florentino González y Lorenzo María Lleras, reivindicó el término y le quiso dar una connotación positiva.
Y parecería que lo lograron, pues para mediados del siglo XIX un cachaco ya es un hombre elegante y distinguido, pues el término se emplea para referirse a los jóvenes abogados e intelectuales que defienden el librecambio, en oposición a los “guaches”, los artesanos agrupados en las Sociedades Democráticas y que apoyan la dictadura de José María Melo. Aunque “cachacos” y “guaches” van a ser determinantes en la creación del Partido Liberal y en las reformas que este emprende entre 1849 y 1863.
¿Por qué piensa que se da ese cambio en el significado, pasando de ser un joven desaliñado y un liberal a ser el ‘epítome’ de la tradición bogotana?
Quienes reivindican la expresión no son personajes marginales en la sociedad de su tiempo: hacen parte de una élite que liderará el proceso de creación del Estado-nación, de sus identidades y sus ideologías dominantes. Si ellos se hacen llamar cachacos, el cachaco entonces se convierte en el gran modelo cultural del siglo XIX, del hombre criollo que mira hacia Europa y al centro andino. Y eso trasciende los partidos, pues es también la identidad de la poesía de Pombo o la gramática de Cuervo, por mencionar a dos arquetipos muy conservadores de lo cachaco.
¿De dónde nace, entonces, esa idea de que, cachaco es el que tiene padres y abuelos bogotanos?
Esa idea es absurda, se la inventó un dañino nativismo bogotano contemporáneo. Si algo distingue a Bogotá desde que existe es ser un crisol de inmigrantes, como lo fueron los indígenas de la Sabana que sostenían en la Colonia a una ciudad supuestamente de españoles, lo eran los mestizos de todos los colores que poblaron San Victorino, Las Nieves y Las Cruces y lo fueron hasta en el siglo XIX los apellidos asociados a la élite bogotana (los Pombo venían de Cartagena; los Santos, del Socorro; los Holguín, de Cali). El que se asuma como “bogotano puro”, en el siglo XXI o en el XIX, está haciendo el ridículo.
¿Dónde queda la palabra rolo?
Es incierto y es posible que su uso sea reciente (es decir, de unas dos o tres generaciones). Hace unos años unos investigadores de Caro y Cuervo plantearon la posibilidad de que sea una alusión al cuerpo rollizo de los bogotanos de mediados del siglo XX. Conozco de hecho una adaptación para radio de Manuela de Eugenio Díaz hecha en los años 50, donde usan la expresión. Pero no hay nada contundente, de hecho la palabra aún no aparece en los diccionarios de colombianismos.
¿Por qué cree que se da esa diferencia? ¿Qué otra razón hay, además de ser una cuestión de estatus, para esta división entre rolos y cachacos?
Reitero, alguien en medio de ese absurdo nativismo se quiso inventar esa diferencia, la cual no tiene ningún fundamento histórico. Las únicas diferencias es dónde se emplea el término: si le preguntas a un costeño, cachaco es cualquier persona del interior, pero rolo es exclusivamente un bogotano. En medio de las rivalidades regionales, puede que alguna vez rolo haya tenido connotaciones despectivas, pero si te das cuenta hoy hay un montón de manifestaciones culturales que reivindican el término, algo parecido a lo que hicieron los cachacos de hace dos siglos con su apodo.
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