
Después de 18 años y siete títulos mundiales, la llegada de Lewis Hamilton a Ferrari da inicio a una nueva era en el Campeonato Mundial de Fórmula 1. Desde el pasado lunes, primer día del piloto inglés en la fábrica fundada por Enzo Ferrari, el mundo del automovilismo tiene puesta su mirada en todo lo que sucede en Maranello, el pequeño pueblo donde tiene su sede el equipo más emblemático de todos los tiempos.
La primera foto que se conoció de su primer día en Ferrari fue preparada con especial cuidado. Hamilton, vestido de un impecable traje negro, lució una elegancia no muy frecuente en su atuendo, que en general es disruptivo y multicolor. Pero más allá de su aspecto personal, estaba parado en la puerta de la clásica casa de Enzo Ferrari en Maranello, junto a una Ferrari F40.
Esa foto fue todo un símbolo para conquistar el corazón de los italianos. La explicación es una historia fascinante y muestra cuán distinto es el mundo Ferrari.

Por qué es especial la F40
Ferrari perdió un campeonato de Fórmula 1 que parecía ganado cuando empezaba la temporada de 1982. A pesar de tener un auto superior al resto, los dos accidentes de Gilles Villeneuve, murió en Bélgica en mayo, y Didier Pironi, quedó fuera de las carreras en Alemania en agosto, terminaron con los sueños de Enzo Ferrari de ser el primer campeón de la era turbo en F1.
Al año siguiente, como una reacción más visceral que razonada, su reacción fue encargar que se construya un auto de rally para el grupo B. Así nació la Ferrari 288 GTO, que tenía como misión ganarle a los Peugeot, Lancia y Audi que dominaban el campeonato de rally. Paralelamente, BMW en el 83 y Porsche en 1984 y 1985, habían sido campeones de Fórmula 1 como motores de Brabham y McLaren.
Pero nuevamente la tragedia interrumpió los planes de Ferrari, porque tras dos accidentes fatales en el rally, en 1986 se abolió el grupo B y la Ferrari 288 GTO, que tenía un poderoso motor V8 turbo que había alcanzado los 400 CV de potencia, quedaba parada sin llegar a correr.

Enzo, que ya empezaba a tener problemas de salud, estaba muy entusiasmado con el rendimiento experimental del GTO y lamentaba no poder ponerlo en competencia. Así nació el Ferrari F40, el heredero de ese proyecto, que tenía que cumplir dos premisas fundamentales: ser el primer superauto del mundo y el primer auto de producción que superara los 320 km/h.
El 21 de julio de 1987, cientos de periodistas de todo el mundo accedieron a la develación del vehículo en el Centro Cívico de Maranello. El propio Enzo Ferrari, con apenas un hilo de voz, fue el encargado de presentarlo. Fue el último auto que “il Comendatore” vio nacer en su fábrica. Su fallecimiento ocurrió el 14 de agosto de 1988, 13 meses después.
El Ferrari F40 era especial porque a Enzo no le interesaba el confort. Por el contrario, el F40 era casi un auto rústico, en su interior no había tapizados ni aislaciones sonoras, tampoco tenía manijas para abrir las puertas sino un cable que accionaba la cerradura. Era un auto sin tecnología. Era pura mecánica. Indomable al comienzo, mucho menos agresivo con el trabajo en suspensiones y entrega de la potencia al piso.

“Cuando lanzamos el F40, fue como si explotara una bomba. A la mañana siguiente, el director comercial se presentó imprevistamente en mi oficina, mostrando una pila de papeles. ‘Mira esto! Mira el lío en que nos has metido’. En menos de 24 horas ya teníamos 900 pedidos confirmados”, recordó hace un tiempo su diseñador, el ingeniero Nicola Materazzi.
Del Ferrari F40 se fabricaron 1.311 unidades entre 1987 y 1992. Si bien en el desarrollo llegaron a obtener 650 CV de ese motor 2.9 biturbo, cuando decidieron poner el impulsor al F40, lo bajaron a 478 CV. Tenía una caja de cambios manual de cinco velocidades y pesaba 1.100 Kg. Aceleraba de 0 a 100 km/h en 4,1 segundos y alcanzaba exactamente 324 km/h de velocidad máxima.
Pero más allá de sus características, el valor del F40 fue que se trató del último auto creado bajo la supervisión de Enzo Ferrari. Por eso Hamilton lo eligió para presentarse oficialmente por primera vez en Maranello.

El fanatismo por Ferrari
Ferrari va mucho más allá del mundo de los autos e incluso del deporte en toda su extensión. Es una “causa nacional” incomparable con ninguna otra en Italia. Cada vez que sale un nuevo modelo a pista en Fiorano, el circuito privado de la Scudería que está detrás de la propia fábrica, una multitud se agolpa en el puente de la ruta SP3 que pasa por el costado de la pista y permite ver desde la altura buena parte del trazado además del garaje de boxes. La policía suele cortar el tránsito por la cantidad de personas que llegan a ese puente de banquinas angostas.
Fue en ese mismo lugar cuando los fanáticos hicieron sentir todo su enojo con Michael Schumacher en septiembre de 1999, luego de saber que Michael Schumacher se había negado a regresar a las pistas para correr en Monza y apoyar al irlandés Eddie Irvine en su lucha por ganar el campeonato contra las flechas plateadas de McLaren. “La rossa es lo más importante”, decían furiosos viendo que Mika Salo, el reemplazante de Schumacher, era quién salía a pista en Fiorano para dejar listos los autos que correrían el fin de semana en Monza.

Para los Tifosi, como se los identifica a los hinchas de Ferrari, ganar el campeonato era una deuda pendiente desde 1979, y Schumacher había perdido sus posibilidades ese año tras accidentarse en Inglaterra en julio y perderse seis carreras. Irvine, en cambio, se había mantenido en la lucha contra los McLaren y llegaba al Gran Premio de Italia sólo un punto detrás de Hakkinen.
Finalmente, Irvine no pudo ganar el título en 1999. El enojo de los fanáticos se hizo sentir con bravura. Pero como Ferrari es un sentimiento imposible de controlar, en la siguiente temporada, en el campeonato del año 2000, Michael Schumacher se quedó con el título y todo se olvidó rápidamente. De hecho, con la obtención de los campeonatos del 2001, 2002, 2003 y 2004, Schumacher se convirtió en el máximo campeón con Ferrari e ídolo indiscutido de los tifosi.
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