
Los autos del futuro serán sustentables y conectados. Esos son los dos ejes sobre los cuales la industria automotriz trabaja en el desarrollo de tecnología para la próxima generación de vehículos para transporte personal. Pero a partir de esos dos pilares, se desprenden muchas ramificaciones, y aunque unas parezcan principales y otras secundarias, todas requieren de un nivel de desarrollo e investigación que ya insume muchos recursos, tanto de tiempo como de inversiones.
De la sustentabilidad es, probablemente, de lo que más se habla. Los autos eléctricos están en el centro de la escena, acompañados por los que utilizan hidrógeno o energía solar como complemento. Pero están aquellos que utilizarán los nuevos combustibles sintéticos y los biocombustibles como opciones.
En cambio, la conectividad de los vehículos es mucho más amplia porque no solo relaciona al auto con el mundo exterior en función del confort y equipamiento para sus pasajeros, sino que también será el modo de desarrollar la conducción autónoma, esa zanahoria que el hombre persigue afanosamente como el gran tesoro a alcanzar.
Actualmente, la mayoría de los sistemas de asistencia a la conducción (los famosos ADAS), tienen sus herramientas de hardware a bordo para detectar objetos, tanto fijos como móviles. Estos son los sensores de ultrasonido, las cámaras y los radares de profundidad como los LiDAR, que utilizan casi todas las marcas. Pero también están conectados por geolocalización, es decir por coordenadas GPS, para poder situarse en tiempo y espacio.

Sin embargo, la problemática que parece un verdadero obstáculo contra el que se están topando todos los fabricantes de software que trabajan en Inteligencia Artificial y Robótica es el movimiento aleatorio, que los humanos tenemos en nuestra vida cotidiana y que es difícil predecir.
Muchos expertos coinciden en señalar que el mejor escenario para que la conducción autónoma total sea posible, es aquel en el que no haya personas moviéndose por su cuenta, es decir, donde todo se trate de autonomía de las máquinas. Allí no habría accidentes por acciones imprevistas.
Mientras se desarrollan tecnologías que mejoren la percepción de los movimientos externos y la velocidad y precisión de la reacción de las herramientas que conducen los autos, hay otras formas de mejorar el entorno que están comenzando a tener cada vez adeptos, estas son las conocidas como V2V, que significa Vehicle to Vehicle.

Primero fue Mercedes-Benz, después Ford, y también compañías dedicadas la electrónica como la neerlandesa NXP Semiconductors entre otras, quiénes han considerado que con una red que conecte a cada automóvil con los otros permanentemente, se podrá lograr una matriz de movimiento alrededor de los vehículos que podrá contribuir a una más exacta percepción del entorno.
El último desarrollo lo ha lanzado Volkswagen. Se llama “datos de enjambre”, y consta de un ecosistema de datos anónimos generados por todos los vehículos de la marca, que recogen información de la zona que los rodea, como líneas de señalización y señales de tránsito, y la transmite automáticamente a la nube. A partir de ahí, los datos se envían a otros Volkswagen que estén circulando en ese momento por zonas cercanas y estos la utilizan como complemento al equipamiento propio instalado en cada vehículo.
Pero para que ese sistema sea masivo, primero debería crearse un lenguaje único de comunicación, cosa que todavía no ocurre, ya que cada desarrollo es particular y privativo de cada desarrollador. Así, los Mercedes se comunican únicamente con otros Mercedes y lo mismo sucede con las otras marcas.

Es algo similar a lo que ocurre con los teléfonos celulares, donde, por ejemplo, el lenguaje de Apple no es el mismo de Android, y ambos sistemas tienen que convivir con ciertas compatibilidades, pero con muchas incompatibilidades. Y también ocurrió con los famosos mensajes internos de los Blackberry, que únicamente comunicaban a los teléfonos de esa marca entre sí.
En el caso de los automóviles y sus sistemas de comunicación, sin embargo, hay otros aspectos que deben cumplirse también, como el acceso a una conexión de alta calidad y estabilidad, que solo está garantizada por tecnología 5G, ya que una falla del sistema podría ocasionar graves accidentes con vehículos que dejen de recibir información vital para conducirse a sí mismo.
Al final del camino, el problema sigue siendo el mismo que condiciona el desarrollo actual de la conducción autónoma: no puede haber una falla que no cause consecuencias imposibles de cuantificar.
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