
El ingenio siempre fue una de las características que diferenció al ser humano de la máquina. El criterio, la capacidad de imaginar, de inventar y resolver, usando el sentido común. Como dijo la Licenciada Marcela Riccillo, en su reportaje con Infobae para explicar cómo funciona la Inteligencia Artificial, “las máquinas aprenden lo que el hombre les enseña, pero no hacen nada que el hombre no pueda hacer. Lo que ocurre es que esas máquinas pueden hacer en segundos, un sinnúmero de operaciones que el ser humano demoraría mucho más tiempo.”
En la industria automotriz, el modo de fabricar un automóvil siempre ha sido el mismo, un plano, cientos de dibujos, pero siempre una idea extraída de la mente de un diseñador. Las computadoras han contribuido en el aspecto de ingeniería, para hacer cálculos que definan materiales, exigencias y esfuerzos. Incluso hoy, gracias a los sistemas CFD (Computational Fluid Dynamics) se mejoran o pulen esos dibujos gracias a cálculos de eficiencia aerodinámica.

Pero aquellas primeras computadoras de los años 50 ocupaban habitaciones enteras para hacer ecuaciones que hoy se pueden realizar con una simple notebook. Es así, eran los primeros pasos de la evolución hacia sistemas computarizados de medición. Entonces había mediciones que solo se podían hacer con otro tipo de mediciones. Un caso típico para entender el flujo del aire en una carrocería, era pegar delgadas líneas de papel únicamente de un extremo, de modo que con el movimiento del auto, cada papelito tomara la dirección que el viento le generaba. Y el modo de verificarlo era ir en otro auto al lado del vehículo de test con una cámara de video que permitiera estudiar el comportamiento del aire al pasar por el perfil del automóvil.
Pero había otras cosas que también se querían medir, como movimiento de suspensiones o rolido de carrocería, que no se podían observar exteriormente, no con el auto completo tal como circula por las calles. Entonces en Mercedes Benz decidieron que era tiempo de conectar una computadora, sensores y registrar todos los movimientos para su estudio detallado con mucha mayor precisión. Pero cómo podrían colocar una computadora, con el tamaño que tenían por entonces, dentro de un Mercedes al que le querían tomar mediciones era un dilema. Si cargaban el auto con tanto peso, el comportamiento no sería el mismo del auto original. Había que medirlo de otro modo. Desde afuera. Si colocaban la gran computadora en un tráiler, el comportamiento tampoco sería el mismo, porque estaría remolcando un gran peso.

Así que tomaron un Mercedes 300 Adenauer como base y lo convirtieron en el Mercedes Messwagen, un auténtico laboratorio con ruedas, que podría cargar la computadora y todos los equipos de medición que necesitaran, sin afectar el peso o forma del auto a medir. La solución sería muy simple de aplicar hoy, con bluetooth, WiFi o telemetría inalámbrica, pero en 1960, nada de eso existía. De manera que decidieron conectar el auto a medir con el auto de medición, a través de un cable de datos de 30 metros de extensión, algo así como el conocido cable LAN que hoy todos tienen en sus casas para disponer de internet.
El auto era largo como un carro fúnebre, y por supuesto del Adenauer tenía solo la parte delantera, hasta la espalda del conductor. Después era una carrocería extendida con grandes superficies de vidrio en los laterales. A nivel mecánico, tenía un motor de seis cilindros en línea de 3.0 litros capaz de entregar 160 CV, potencia suficiente para alcanzar hasta 120 km/h con todo el equipamiento cargado, que, vale aclarar, incluía un generador de electricidad para alimentar todos los equipos de medición.

El modo de funcionar era conectar el Messwagen al vehículo sobre el que se intentaba tomar mediciones y ambos recorrían a menos de 30 metros el circuito de pruebas de Mercedes-Benz, grabando los datos en cinta magnética. Así, Mercedes evolucionó las suspensiones y la rigidez torsional de sus modelos durante casi una década, ya que el Messwagen se dejó de utilizar cuando la tecnología lo “jubiló” en el inicio de la década del 70.
Actualmente, es una de las principales piezas del museo de Stuttgart, donde luce tal como se utilizaba para realizar su trabajo, conectado a un Mercedes 220 S de la misma época.
El ingenio humano es el que le enseña a la máquina, y eso es algo que no se podrá cambiar, al menos por ahora.
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