
Tania no va a dar los nombres reales. Porque no quiere comprometer el futuro de su hijo ni tener complicaciones de ninguna índole. Mientras habla noto que se acaricia la panza donde late, desde hace 33 semanas, esa vida que planearon con su gran amor al que llamaremos Luigi. Una pasión que nació dentro de las paredes de un sanatorio cuando todavía el panorama no indicaba oscuridad.
Vamos hacia atrás, unos años, en la cápsula del tiempo.
De amor y de enfermedad
Tania es enfermera. Cuando se topó con un paciente llamado Luigi llevaba tres años en pareja con un hombre que no la hacía feliz. En medio de su proceso de separación, la sonrisa de ese morocho de 37 años recién ingresado para estudios varios y la picardía que destilaba por los ojos, la conquistaron de inmediato. Con 34 años bien vividos ella detectó al toque que tenían química.

Luigi se realizó todos los exámenes y se fue a su casa para esperar los resultados no sin antes intercambiar con Tania teléfonos y redes. Él era soltero, acababa de terminar una relación plagada de tensiones con una chica que se había ido a vivir al exterior, trabajaba en el área de informática de una compañía importante y vivía cerca del sanatorio, en un octavo piso inundado de luz.
Luigi no era un tipo de esos que van a los médicos con frecuencia. Toda la batería de estudios había comenzado después de un fuerte golpe en el abdomen mientras jugaba al fútbol con amigos. Una guardia, dos guardias, valores que inesperadamente dan mal, un especialista, otras opiniones. El golpe no era nada, pero fue lo que posibilitó el hallazgo. Así le decían al tema: hallazgo. Una cosa llevó a la otra y Luigi terminó un par de meses sometido a distintas prácticas para determinar qué tenía. Para quedarse tranquilos, decían los médicos.
Mientras, la relación con Tania prosperó a máxima velocidad. Ni siquiera estaban los últimos resultados cuando mantenían una relación tan intensa como fogosa. Uno de los últimos estudios que le pidieron fue una tomografía con contraste. Había preocupación, pero Tania y Luigi eran optimistas. Tan joven, tan sano que parecía, tenía que haber algún error o alguna explicación. Ellos no creían que pudiera ser algo grave.

En la salud y en la enfermedad
“Empezamos a vernos casi todos los días. Después de varias salidas simplemente ya éramos como novios. Yo sentía que Luigi era mi alma gemela. Nunca había estado con alguien con quien me entendiera tan bien. Terminaba mi turno e iba a su casa. Él teletrabajaba tres veces por semana así que era maravilloso porque compartíamos un montón de tiempo. Muchos amigos de los dos todavía no sabían bien de nuestra relación cuando la cosa comenzó a complicarse. El diagnóstico finalmente llegó y fue demoledor. Tenía cáncer avanzado en un sitio raro de su abdomen. Hablamos muchísimo y decidimos que si se iba a realizar quimioterapia los espermatozoides podrían alterarse y él quedar estéril. No lo pensamos mucho. Con un contacto mío enseguida preservamos su semen. Nosotros, a pesar de que era una pareja nueva, ya nos proyectábamos como familia”, relata.
Cuando llegaron las presentaciones familiares mutuas la enfermedad estaba declarada, el semen criopreservado y la familia de Luigi se hallaba en shock absoluto.
“Era raro estar conociendo a sus padres en medio de ese tembladeral que significa una enfermedad oncológica grave. Pero enseguida me sentí aceptada y querida por ellos. Creo que el hecho de que él estuviese acompañado y de que yo fuera enfermera los aliviaba bastante”, analiza hoy.

En este punto Tania aclara que quiere transmitir un mensaje: nunca debe perderse la capacidad de la risa. Recuerda los buenos momentos y la cuota de humor negro con que enfrentaron algunas situaciones. Se casaron medio a las apuradas, con una reunión pequeña con familiares y amigos. Cuando el cura, muy amigo de la familia del novio, dijo la clásica frase “...en la salud como en la enfermedad”, ellos largaron una carcajada que alivió la tensión del momento. “A veces, en las peores situaciones, el humor funciona como una vía de escape que hace que todo fluya. Nosotros no queríamos tomarnos las cosas de una manera trágica. No era una alternativa posible porque esa actitud nos hubiera entorpecido el día a día que tanto queríamos disfrutar y que valorábamos. La angustia te arrebata los segundos, esos que con una enfermedad agresiva vas descontando. Ambos optamos por vivir lo mejor que se pudiera lo que tocara. Lo hablamos de una manera profunda y Luigi empezó terapia. Yo pedí licencia en mi trabajo y me dediqué a él todo lo que pude”.

Llevaban meses de novios que parecían años. Tania se instaló en el departamento de Luigi y subalquiló el suyo a otra enfermera de la misma institución: “Teníamos esperanzas de que la terapia funcionara y que hubiera alternativas. Pero el tumor siguió desparramándose con rapidez y nos fuimos dando cuenta de que iba a ser difícil atravesar con éxito la enfermedad. No quiero hacer foco en la enfermedad, dar mensajes negativos y que eso termine definiendo lo que fue nuestra pareja. Nuestra pareja fue luz, fue apuesta, fue pisar el acelerador aún sabiendo que se terminaba la pista. Siempre podía haber un milagro. Antes de cumplir los dos años de conocernos, Luigi murió”. No sin antes dejar todo hablado, todo conversado, todo acordado.

El después: una apuesta a la vida
Habla Tania: “Se fue siendo amado y cuidado. Estaba preparado para irse. Yo no para que se fuera. Teníamos una conexión única. Quizá sabiendo que no había demasiado tiempo la exprimimos al máximo. Quedé desolada, como nunca pensé que podría estar. Había tenido al amor de mi vida por tan poco tiempo. Pero no olvidaba que tenía su semen. Decidí que haría todo lo posible para quedar embarazada y cumplir el objetivo que nos habíamos propuesto. No voy a hablar mucho de esta parte por sus implicancias. Solo te voy a decir que lo habíamos hablado y dejado por escrito luego de pasar por abogados y médicos amigos. Y, por supuesto, era un tema blanqueado con sus padres. Todos nos apoyaron. Él soñaba con un hijo y yo iba a tenerlo antes o después. Una vez fallecido Luigi, con mi suegra Betty, seguimos conversando muchísimo. Ellos me apoyaron en todo. Me largué a intentarlo y enseguida quedé embarazada. El bebé, no sé si te dije que es varón, se llamará Luigi, pero llevará mi apellido. Mis suegros están felices con la idea de tener un nieto. Con los padres tenemos plena conciencia de que es lo que Luigi hubiera querido: un hijo conmigo. Sus dos hermanas son solteras, no tienen chicos y todos esperan con amor infinito a este bebé que viene en camino. Mientras sigo trabajando y soñando con lo que viene. Seré madre sola, pero no soltera… ¿Qué soy? ¿Una madre viuda antes de tiempo? Me hace gracia la extrañeza que causa mi historia en otros. Sé que hay alguna que otra amiga que debe pensar que estoy loca. Lo veo en sus caras. Incluso sé también que esta historia despertará polémicas… ¿y esta qué se cree? ¿va a traer un hijo al mundo sin padre? No me importa. La gente siempre te va a juzgar. No soy influenciable a lo que me digan. Si a mí y a su familia nos parece bien, está bien. A veces me desespero pensando cuánto me hubiera gustado que Luigi lo conozca, que esté acá para disfrutar de esta nueva vida. Para mí lo mejor que hicimos con Luigi fue no dejarnos ahogar por la pena y pensar en el futuro que quizá no tendríamos la oportunidad de ver juntos. En unas semanas mi vida dará un vuelco y necesitaré la ayuda de mis suegros para criar a mi hijo. Ellos siempre están. Yo no tengo mamá porque murió cuando tenía dos años, ni hermanos. Mi papá vive con su nueva esposa en Mendoza y no tenemos demasiada relación. La familia de Luigi es la familia que no tuve. Un bebé no reemplaza el amor que tuve con él, pero no tengo dudas de que es la expresión más perfecta de esa emoción tan profunda y sincera que experimentamos. Este bebé llega para ser amado y estoy segura de que cambiará la vida de todos para bien”.

*Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com
* Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas
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