
Una nueva encuesta pinta un sombrío retrato del personal del Servicio Exterior a medida que sus integrantes experimentados son despedidos o deciden abandonar el gobierno.
Los diplomáticos profesionales de Estados Unidos se sienten desanimados e ignorados: en una nueva encuesta, el 98 por ciento afirma que la moral en el lugar de trabajo ha caído desde que el gobierno de Donald Trump asumió el poder en enero.
Las conclusiones se recogen en un informe de próxima publicación de la Asociación Estadounidense del Servicio Exterior (AFSA, por su sigla en inglés), en el que se advierte que "la capacidad diplomática de Estados Unidos está siendo diezmada desde dentro", a medida que los diplomáticos experimentados son despedidos o deciden abandonar el gobierno.
"El Servicio Exterior está en crisis", dijo John Dinkelman, presidente de la asociación. "Se está causando un daño al servicio diplomático estadounidense que pagaremos durante décadas".
El informe, que se publica oficialmente el miércoles, pinta un sombrío retrato del cuerpo diplomático y que concuerda con innumerables quejas anecdóticas tanto de los funcionarios del Servicio Exterior, profesionales formados que trabajan en embajadas y consulados en el extranjero, como de los que trabajan principalmente en la sede del Departamento de Estado en Washington.
La mayoría de los más de 2100 encuestados dijeron que estaban trabajando con presupuestos más ajustados y mayores cargas de trabajo en medio de los recortes de gastos del gobierno de Trump, que incluyen drásticas reducciones de la ayuda exterior proporcionada por Estados Unidos. El 86 por ciento dijo que se había vuelto más difícil llevar a cabo la política exterior estadounidense. Solo el 1 por ciento señaló una mejora.
Lo más probable es que la insatisfacción se deba a la sensación entre exfuncionarios y funcionarios estadounidenses de que, bajo la dirección del secretario de Estado Marco Rubio, el departamento se ha vuelto más político y menos relevante. Aunque Rubio aseguró inicialmente a los trabajadores del departamento que valoraba su experiencia y que quería que el departamento desempeñara un papel más importante en la política exterior, numerosos funcionarios insisten en que ha ocurrido lo contrario.
Los diplomáticos tienen la sensación de que sus aportaciones no son bienvenidas, sobre todo si difieren de las opiniones del presidente Trump. Han observado desde el margen cómo gran parte de la diplomacia más delicada de Estados Unidos no la lleva a cabo Rubio, sino personas de confianza de Trump, como Steve Witkoff, un magnate inmobiliario sin experiencia diplomática previa, y el yerno de Trump, Jared Kushner, que a menudo actúan con poca o ninguna ayuda de diplomáticos de carrera. Witkoff y Kushner viajaron a Moscú esta semana para reunirse con el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Los funcionarios de Trump sostienen que Witkoff ha sido un diplomático eficaz, y para ello señalan el acuerdo de alto al fuego que ayudó a negociar en octubre entre Israel y Hamás en Gaza. Pero la diplomacia de Witkoff con Rusia ha suscitado dudas sobre su criterio, incluso entre algunos aliados republicanos de Trump.
Tommy Pigott, portavoz del Departamento de Estado, descartó la idea de que los diplomáticos tuvieran ahora menos influencia en la política exterior.
"El secretario Rubio valora las opiniones sinceras de los estadounidenses patriotas que han decidido servir a su país", dijo. "De hecho, este gobierno reorganizó todo el Departamento de Estado para garantizar que quienes están en primera línea --las oficinas regionales y las embajadas-- estén en condiciones de influir en las políticas".
Y añadió: "Lo que no toleraremos es que haya personas que utilicen sus cargos para socavar activamente los objetivos del presidente debidamente electo".
Los funcionarios del Departamento de Estado también insistieron en que estaban manteniendo un Servicio Exterior saludable, y afirmaron que las solicitudes para presentarse al examen para funcionarios del Servicio Exterior de este año se habían multiplicado casi por cuatro desde su nivel más bajo durante el gobierno de Joe Biden. (La asociación del servicio exterior ha cuestionado afirmaciones anteriores del gobierno de Trump sobre los postulantes a las pruebas).
Rubio, quien también es asesor de seguridad nacional de Trump, pasa gran parte de su tiempo en la Casa Blanca y ha viajado con menos frecuencia que otros secretarios de Estado recientes.
Por ejemplo, no tiene previsto asistir a una reunión de ministros de asuntos exteriores de la OTAN el miércoles en Bruselas, una ruptura con la práctica reciente que llama la atención en medio de una oleada de diplomacia de alto riesgo entre Rusia y Ucrania. (Un alto funcionario del Departamento de Estado dijo el domingo que Rubio había asistido a decenas de reuniones con aliados de la OTAN y que sería "completamente inviable" esperar que asistiera a todas las reuniones).
Pigott describió el doble papel de Rubio como algo claramente positivo.
"Cualquiera que intente pintar la estrecha coordinación del secretario Rubio con la Casa Blanca y otras agencias como algo negativo no podría estar más equivocado", dijo. En referencia al Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, añadió "ahora tenemos un NSC y un Departamento de Estado totalmente sincronizados, un objetivo que ha eludido a gobiernos anteriores durante décadas".
El departamento ha dejado de celebrar sesiones informativas diarias televisadas para los medios de comunicación, lo que ha contribuido a la sensación de disminución de la influencia entre algunos diplomáticos actuales y anteriores. Dichas sesiones dejaron de llevarse a cabo después de la partida de la portavoz más reciente del departamento, Tammy Bruce, en agosto.
Bruce, excomentarista de Fox News sin experiencia en política exterior, ha sido nominada para ser representante adjunta de Estados Unidos ante las Naciones Unidas. De ser ratificada por el Senado, sustituiría a Dorothy Shea, funcionaria de carrera del Servicio Exterior y exembajadora de Estados Unidos en Líbano, quien también ha prestado servicio en Israel, Túnez y Egipto.
La asociación del servicio exterior calcula que aproximadamente una cuarta parte de los funcionarios en activo del Servicio Exterior estadounidense han dejado el servicio gubernamental este año. Casi un tercio de los encuestados dijeron que habían cambiado sus planes profesionales desde enero.
Entre quienes dijeron que estaban considerando la posibilidad de dejar el Servicio Exterior, el 75 por ciento mencionó el descenso de la moral como un factor que les hizo pensar en ello; más de la mitad citó las influencias políticas en el lugar de trabajo.
El Departamento de Estado tiene una fuerte ética de apartidismo, y muchos funcionarios de carrera se han inquietado ante los nombramientos de conservadores ideológicos relativamente inexpertos en altos cargos. A su vez, Rubio ha afirmado que heredó un departamento infectado por "activistas de izquierda".
La sensación de un lugar de trabajo más politizado ha llevado a los diplomáticos a autocensurar sus observaciones y recomendaciones, dijo Dinkelman. Y añadió que en la capacitación de orientación para los nuevos trabajadores ya no se les enseñaba el venerable "canal de la disidencia" del Departamento de Estado, creado en 1971 en respuesta a la preocupación de que se ignoraran o suprimieran opiniones no deseadas sobre la guerra de Vietnam que resultaron acertadas.
"Si no te digo todo lo que sé porque temo que no te guste la respuesta a la pregunta, entonces ¿cuál es el valor de la diplomacia?", dijo Dinkelman.
El informe llega en un momento en que el grupo protesta ante la decisión adoptada el martes por el Departamento de Estado de llevar a cabo unos 1300 despidos que anunció por primera vez en julio y que estaban previstos para noviembre. El cierre administrativo del gobierno obstaculizó los procesos logísticos necesarios para llevarlos a cabo.
La asociación y muchos demócratas insisten en que los recortes --que afectaron principalmente a funcionarios públicos, junto con 264 funcionarios del Servicio Exterior, según Dinkelman-- quedaron sin efecto por la redacción del acuerdo de gastos del mes pasado en el Congreso que puso fin al cierre del gobierno. El gobierno de Trump no está de acuerdo con esa interpretación. Es probable que el asunto se lleve a los tribunales.
Michael Crowley cubre el Departamento de Estado de EE. UU. y política exterior para el Times. Ha reportado desde una treintena de países y con frecuencia viaja con el secretario de Estado.
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