
Y los humanos no son ni mucho menos la única especie que se besa.
Se le ha llamado de varias maneras al acto: movimiento centrífugo; gozo perpetuo; la emoción del momento. Imparable. En términos técnicos, es una "interacción no agonística que implica un contacto oral-oral dirigido, intraespecífico, con cierto movimiento de los labios/partes bucales y sin transferencia de alimento".
O, como diría su majestad Faith Hill: "este beso", como el título de su canción "This Kiss". Y resulta que también es algo muy antiguo.
Un grupo de científicos británicos afirma haber rastreado la antigüedad del beso, hasta hace entre 16 y 21 millones de años, y han descubierto que era mucho más común entre otras especies de lo que se creía.
¿Las hormigas? Se besuquean. ¿Los peces? Son besucones. ¿Los neandertales? Sí, también se besaban, a veces incluso con nosotros.
Pero besarse, dijeron los investigadores, siempre ha sido algo así como un misterio evolutivo. No presenta grandes ventajas para la supervivencia, tiene beneficios reproductivos mínimos y es sobre todo simbólico.
"Besar es un comportamiento realmente interesante", dijo Matilda Brindle, bióloga evolutiva de la Universidad de Oxford, quien dirigió el estudio. Decenas de sociedades y culturas lo utilizan, es habitual y tiene un simbolismo de peso. Pero, dijo, "no lo hemos puesto a prueba realmente desde una perspectiva evolutiva".
Al parecer, en la prehistoria el beso podría ser el origen primitivo de nuestra búsqueda de conexión íntima. El acto requiere intrínsecamente vulnerabilidad y confianza. No siempre es sexual y a menudo ocurre entre individuos del mismo o distinto género simplemente para mostrar afecto, y a menudo entre padres e hijos.
Aunque los investigadores hallaron indicios de besos en varias especies, se centraron principalmente en el comportamiento de los grandes simios, como gorilas, orangutanes y babuinos.
Pero el amplio uso de esta práctica sorprendió a Brindle. Dijo que esperaba ejemplos de besos en simios y humanos, pero que le sorprendió ver el dulce comportamiento compartido entre bichos, albatros y osos polares.
"Por alguna razón, no esperaba que tantos de ellos se besaran", dijo Brindle.
Entre sus grupos de investigación se encontraban los neandertales, que, a pesar de sus diferencias, compartían microbios con los humanos modernos. Esto deja abierta la posibilidad, dijo el estudio, de que ambos intercambiaran saliva en la historia no tan distante.
Brindle dijo que espera que el estudio pudiera servir de base para otros estudios sobre el beso, y determinar --como señala el propio estudio-- si es algo más que el pasatiempo preferido de Ingrid Bergman. Espera que otros científicos empiecen a registrar sus observaciones de estos comportamientos en el campo.
"Si tuviéramos más datos al respecto", dijo, "podríamos empezar a desentrañar las posibles ventajas adaptativas de los besos".
Ali Watkins cubre noticias internacionales y está radicada en Londres.
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