
Sería exagerado llamar "refugio" a la losa de cemento oscura y sin puertas donde están viviendo Sashoya Wynter y miembros de su familia. Sin embargo, es donde han estado durmiendo y cocinando desde que el huracán Melissa destruyó no solo su casa, sino también la escuela primaria donde buscaron refugio durante el ciclón.
La familia, que incluye a seis niños, reside en lo que parece haber sido un almacén de lo que queda de la Iglesia Anglicana de Todas las Almas, en Brompton, no lejos de la costa suroccidental jamaiquina que experimentó la peor parte de la furia del huracán.
Durante el día, los hermanos y hermanas más jóvenes de Wynter se quedan de pie al lado de la transitada carretera y sostienen carteles de cartón con los que piden comida y agua. Por la noche, Wynter, de 22 años, y su madre se turnan para vigilar, porque temen ser asaltadas por extraños.
"Dormimos con miedo", dijo Wynter.
El hecho de que en los terrenos de la iglesia también haya un cementerio no alivia su ansiedad.
Más de dos semanas después de que el huracán Melissa arrasara el oeste de Jamaica como ciclón categoría 5 y dejara al menos 45 personas muertas, las autoridades comienzan a hacer balance de las asombrosas pérdidas.
Mientras las organizaciones internacionales de ayuda, los grupos religiosos y los ejércitos estadounidense y jamaiquino envían palés de ayuda a las comunidades aisladas, las autoridades temen el enorme reto que les espera: qué ocurrirá con las miles de familias que el ciclón ha dejado sin hogar.
Las agencias de ayuda siguen enfocándose en la necesidad urgente e inmediata de alimentos y agua para el millón de personas, aproximadamente, que fueron afectadas por el ciclón. Sin embargo, afirman que la misión pronto deberá centrarse en proporcionar techos a quienes perdieron sus hogares, un reto de enormes proporciones que el gobierno jamaiquino no está preparado para afrontar por sí solo.
Los expertos afirman que ningún gobierno estaría preparado para responder adecuadamente al tipo de crisis monumental al que se enfrenta Jamaica, una nación insular en desarrollo que depende en gran medida del turismo. Los funcionarios del gobierno reconocen que se necesitará el apoyo de grupos internacionales de ayuda, de Estados Unidos y de países de Europa y Asia para afrontar los retos que se avecinan.
Alrededor de 146.000 estructuras de Jamaica sufrieron daños importantes, incluida la pérdida de techos o paredes, lo que afectó "gravemente" al menos a 90.000 familias, dijo el jueves Alvin Gayle, comandante de la Oficina de Preparación para Desastres y Gestión de Emergencias de Jamaica. El número de edificios dañados sigue en aumento a medida que las autoridades realizan más evaluaciones, dijo.
Se calcula que los daños causados por el huracán ascienden a 7000 millones de dólares, dijeron las autoridades.
Los datos de satélite y las imágenes de drones mostraron que muchas casas sufrieron daños graves o catastróficos, y amplios sectores del país siguen sin electricidad ni agua, dijo Dana Morris Dixon, quien, como ministra de Educación, Habilidades, Juventud e Información, ejerce de portavoz del gobierno.
"Esencialmente, cerca de un tercio del país está afectado de forma significativa", dijo en una entrevista. "Somos algo menos de tres millones de habitantes: que se vea afectada tanta gente es enorme".
La primera prioridad del gobierno era llevar agua a las zonas que la necesitaban y despejar las carreteras para que la ayuda pudiera llegar a las comunidades abandonadas, dijo. Pero la estación de lluvias todavía está en curso, y muchas personas viven en las ruinas de sus casas, expuestas a las inclemencias del tiempo.
"Tenemos que enfocarnos en los refugios", dijo.
Solo un 20 por ciento de las estructuras dañadas del país estaban aseguradas, dijo Morris Dixon. El gobierno tiene previsto trabajar con organizaciones de ayuda y con el sector privado para conseguir que lleguen al país los materiales necesarios para levantar estructuras provisionales.
Por ahora, muchas familias han recurrido a colocar lonas sobre al menos una habitación para mantenerse secas, dijo.
Sin embargo, Ed Raine, director ejecutivo de Food for the Poor, organización que distribuye ayuda y construye modestas casas de madera en Jamaica, dijo que no tenía claro qué forma adoptarían las viviendas a corto plazo.
"¿Podremos utilizar las estructuras existentes para los desplazados o tendremos que levantar centros provisionales?", dijo. "Nadie querrá construir una ciudad de tiendas de campaña".
Michael Capponi, fundador de una organización de ayuda para catástrofes con sede en Florida llamada Global Empowerment Mission, dijo que ahora se producía una segunda catástrofe.
"Demasiada gente no tiene un techo bajo el que cobijarse, y hay demasiados lugares destruidos", dijo. "No hay suficientes existencias".
Las organizaciones se apresuran a entregar lonas, otras formas de refugio de emergencia, agua y alimentos a los lugares que los grupos de ayuda identifican como más necesitados.
Brian Bogart, quien dirige la oficina del Programa Mundial de Alimentos en el Caribe, afirmó que estaban llegando más helicópteros a Jamaica para mejorar la capacidad de las organizaciones de ayuda de acceder a zonas remotas y llevar suministros críticos. Dijo que en los primeros días tras el paso del ciclón las necesidades de alimentos y agua eran enormes, pero que pronto la demanda se centrará en la vivienda.
Aunque las autoridades jamaiquinas dijeron que, hasta el jueves, unas 1400 personas vivían en refugios, también reconocieron que muchas escuelas que habrían servido de alojamiento temporal no sobrevivieron a la furia del huracán.
"No hay refugio", dijo Brandon Brown, de 27 años, quien perdió su casa en la comunidad costera de Whitehouse. "Necesitamos ayuda urgentemente".
Él y sus primos dijeron que habían recurrido a la ocupación ilegal de edificios inacabados. Como cientos de personas de todo el oeste de Jamaica, rebuscaron entre los escombros del huracán para encontrar zinc y tablas que pudieran reutilizarse para acondicionar las estructuras y así poder vivir en ellas.
Mike Basset, de World Vision, una organización cristiana de ayuda humanitaria, dijo que la mayoría de la gente parecía estar alojándose con vecinos cuyas casas habían salido mejor paradas o intentando salir adelante en las ruinas de sus casas.
"He oído, no presenciado, que la gente se está refugiando en escuelas, pero la mayoría de las escuelas que he visto estaban destruidas o afectadas", dijo. "Nunca había visto nada de la escala y el tamaño de esto".
Shanique Johnson, de 36 años, se mudó al bachillerato Petersfield, su alma mater, con su novio, su madre, su sobrina y su hija. Alinearon viejos pupitres de madera y se tumbaron encima de ellos para dormir, y utilizaron ropa y sábanas como acolchado.
Los dos niños duermen en el suelo.
"No tenemos elección", dijo Johnson. "Es devastador. Estamos estresados".
Sherman Williams, un taxista que vivía en los restos de su casa en Whitehouse con su pareja y su hija de 12 años, dijo que las soluciones tenían que llegar pronto. Hizo lo que pudo con madera y zinc que encontró entre los escombros para improvisar un techo, dijo, pero la casa está prácticamente desprotegida de los elementos.
"No creo que podamos vivir mucho tiempo así", dijo.
Camille Williams colaboró con reportería desde Kingston, Jamaica.
Frances Robles es una reportera del Times que cubre América Latina y el Caribe. Lleva más de 25 años informando sobre la región.
Erin Schaff es fotoperiodista del Times y cubre historias en todo el país.
Camille Williams colaboró con reportería desde Kingston, Jamaica.
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