
Hace tres años, Sarah Jessica Parker publicó una petición en la página de Instagram del Premio Booker. Quería ser jurado del prestigioso galardón. "¡¡¡Ay, déjenme intentarlo!!!!", dijo.
Ahora, la actriz y editora lo ha hecho. El lunes por la noche, en Londres, Parker se levantó de su asiento para ver bien el momento en que David Szalay, autor de la novela ganadora, Flesh, subía al escenario para recoger el Premio Booker.
Parker dijo que ella y sus compañeros del jurado habían elegido la novela, la historia de un taciturno adolescente húngaro que llega a lo más alto de la sociedad británica, tras una reunión de más de cinco horas en Londres. Flesh era "singular, emocionante, fuerte, emotiva", dijo, sonando casi jubilosa.
Ganar el Booker es una experiencia que le cambia la vida a un autor. Las ventas se disparan. Las solicitudes de entrevistas se acumulan. Pero Parker, quien supervisa un sello literario en la editorial independiente Zando, dijo que ser jurado también le cambió la vida a ella. El proceso alteró sus hábitos de lectura, dijo, le hizo cuestionarse cómo juzgaba las obras de ficción y le dio confianza para defender las novelas que le gustaban.
Ahora que ha terminado, podrá volver a participar en las noches de cine, visitas al teatro y cenas familiares con su esposo, Matthew Broderick, y sus hijos. Y los cinco jueces han formado un grupo de lectura para poder seguir leyendo juntos, dijo Parker.
Pero también está triste. "Estuve averiguando sobre las etapas del duelo de Elisabeth Kübler-Ross, y son negación, ira, negociación, depresión y aceptación", añadió. "No sé dónde estoy, pero no estoy en la etapa de aceptación, eso sí te puedo decir".
Fue la "experiencia de mi vida", dijo Parker en repetidas ocasiones durante las cuatro entrevistas de este último año para seguir su trayectoria como jurado del premio. Aquí tienes fragmentos editados de las entrevistas. -- Alex Marshall
La llegada de los primeros libros
Estábamos en Irlanda, en el campo, de vacaciones de Navidad e iba camino al SuperValu, nuestro mercado local, cuando vi a un amigo que iba en dirección contraria, y supe que en la parte trasera de su auto había una caja del Booker con los 16 primeros títulos.
Volví corriendo y abrí la caja con mi esposo y no podía creerme algunos de los autores. Eran nombres conocidos. Para una lectora tan codiciosa como yo, fue como ganar la lotería.
Inmediatamente empecé a leer. Sé exactamente dónde estaba sentada. Recuerdo a mi familia yendo, viniendo, yendo, viniendo. ¡Tal vez hayan pasado días!
Flesh estaba ahí. The Land in Winter también. Recuerdo que me puse en contacto con Gaby, la organizadora del Premio Booker, y le dije: "¿Ya leíste The Land in Winter? Este libro es realmente especial. Es tan evocador y tiene una especie de elegancia".
La familia pasa a un segundo plano
Mi esposo y mis hijos sabían lo que esto significaba. Nadie intentó competir con el Booker. Después de cenar, cuando se discutía qué película ver, nadie me preguntaba. Todos sabían lo que iba a hacer. Mi esposo pronto dejó de preguntarme si quería ver esta obra o aquel musical o este espectáculo fuera de Broadway.
Podía estar presente para lo necesario, pero si me encontraba en un partido de vóleibol, seguro que tenía un libro en el regazo, algo que también me ponía muy nerviosa porque no quería que nadie viera lo que estaba leyendo.
Estaba muy atenta al respecto. Les quitaba todas las cubiertas.
Los hábitos de lectura cambian
Principalmente leo en esta habitación de nuestra casa de Nueva York a la que le digo mi oficina, pero que es más bien un depósito: todo entra en este lugar, incluidas las conversaciones, y hay sillas, pero todo el mundo se sienta en el suelo.
Mi familia pasaba por allí --yo dejaba la puerta abierta porque cerrarla me resultaba demasiado solitario-- y en marzo tal vez haya escuchado este sonido: mi dedo sobre la página, moviéndose por los párrafos. Mis dedos empezaron a guiarme. Realmente no estaba planeado. No sé de dónde salió.
Era solitario, lo que me dio una idea de lo que es ser escritor, que siempre supuse que era un asunto de soledad. Y como estábamos leyendo en tal volumen y la lectura era tan intensa, no podía poner la música que escucharía normalmente: nada que me pusiera a cantar. Así que empecé a oír música que no conocía para n ada: música tibetana, música ucraniana, música nigeriana, música keniana, la vieja música cubana de los 60. Y fue realmente genial y emocionante y cambió por completo el tono de la habitación. Creó un ambiente muy animado.
Una 'calificación semáforo' para cada libro
Nunca entendí una hoja de cálculo antes de ser jurado para el Booker, y nunca me interesó aprender, pero las utilizábamos mucho.
Entre 24 y 48 horas antes de las deliberaciones, enviábamos las puntuaciones para cada libro que habíamos leído según los colores del semáforo. El rojo era para los libros que considerábamos que no debían seguir adelante, el ámbar para los que creíamos que merecían debatirse, y el verde para los que creíamos merecedores.
La primera vez que hice esto, estaba absolutamente aterrorizada. Pasé muchísimo tiempo intentando comprender mis propios criterios.
Fui bastante generosa con los verdes.
En nuestra primera reunión, me daba mucho miedo hablar de libros con los otros jueces. Eran ganadores del Booker, autores finalistas, personas como Chris Power: profesionales que dedican su tiempo a criticar, pensar y escribir sobre libros.
Pero hablamos de Flesh, de David Szalay, y tras esa primera conversación me sentí mucho más cómoda. No era intimidante. No me sentí como si estuviera defendiendo mi tesis. Lo teórico, como muchas cosas en la vida, da mucho más miedo que abrir la boca, y si alguien no está de acuerdo contigo, no significa que estés equivocado.
La intromisión de 'And Just Like That '
Hubo un mes en el que creo que tuvimos que leer unos 34 libros y las cuentas no cuadraban.
Fue una época especialmente ajetreada, porque estaba haciendo prensa para And Just Like That , así que tenía un libro en el regazo durante las ruedas de prensa, y era una locura, porque no había forma de leer mientras un entrevistador se levantaba para irse y entraba otro. ¡El intervalo era de unos ocho segundos!
Así que no pude leer nada durante cuatro o cinco días, y me entró mucho pánico porque lo último que quería hacer era apresurarme con los libros. Así que simplemente no dormí.
Aprender, más o menos, a renunciar
Como lectora, la idea de no terminar un libro me resulta muy muy difícil. Pero con el Booker, tienes que adoptar una suerte de brutalidad, porque si vas en la página 110 y estás esperando a que el libro despegue
De vez en cuando, cuando leía algo, me ponía en contacto con Roddy [Doyle, el presidente del jurado] y le decía: "¿Ya has tocado este libro? Estas son mis impresiones sobre él, pero es posible que esté completamente equivocada". Y él me contestaba por WhatsApp y me decía: "Para nada, yo también acabo de dejar ese libro".
Pero acababa retomándolo todo, porque tenía mucho miedo: ¿Qué pasaría si entráramos en una discusión, y Kiley [Reid] o alguno de los otros jueces opinara que era apasionante, y yo no había leído todo el libro? ¡No podría hablar de eso!
Me daba demasiado miedo no completarlo.
Perder a los favoritos
Nuestra segunda reunión fue en Zoom. Propuse dos libros de autores debutantes y ninguno entró en la lista.
En retrospectiva, sentí que no estaba tan preparada como podía haberlo estado.
Lo que resultó de verdad importante para mí fue recordar la forma en que mis compañeros del jurado veían los libros y las cosas a las que podían poner objeciones. En algunos casos, daban en el clavo: las fechas son erróneas, las regiones son erróneas, la política de una época y un lugar no se retrata con precisión. Mi defensa era entonces, ¿eso es a propósito?
Pero esa discusión no era una acusación. Nadie me estaba atacando ni diciendo: "Te equivocas". Simplemente discrepaban por razones que para ellos eran tan válidas como las mías para decir que los libros eran hermosos. Fue muy bueno para mí.
La agonía de los prefinalistas
Seleccionar a los prefinalistas fue una agonía absoluta. ¡A-GO-NÍ-A! No sé cuántas veces miré alrededor de aquella mesa y vi a gente con la cabeza entre las manos.
Ciento cincuenta y tres libros y teníamos que elegir 13. Es simplemente imposible.
Nos reunimos a las 10:30 a. m. en una sala de Fortnum & Mason en Londres y terminamos a las 5 p. m. Lo difícil fueron los dos últimos libros. Teníamos una lista y estábamos 3-2 a favor de los libros que yo quería. Entonces alguien necesitó ir al baño. Hicimos una pausa rápida de cinco minutos y algo en mí dijo: "Esta lista va a cambiar", y un miembro del jurado volvió y dijo: "He cambiado de opinión".
¡Dios, no! Lo sabía. Tendríamos que haber encerrado a todo el mundo: "¡Nada de pausas para ir al baño! ¡Que nadie toque ningún líquido!".
Hay tantos libros que me rompe el corazón que no estén en la lista, pero no puedes hacer nada. Has presentado tus mejores argumentos, te has lanzado ante el tribunal.
Releer a los nominados
El 14 de julio terminamos la deliberación en torno a los prefinalistas. Luego, el 15 de julio, me fui a Irlanda donde iba a reunirme con mi familia y pensé: "Ay, tengo un pequeño descanso del Booker. Voy a leer un libro fuera de este capítulo de mi vida".
Y llevaba Skippy Dies, de Paul Murray, y lo empecé en el avión. Entonces, dos días después, llegaron todos los libros de los prefinalistas. Así que mi hija cogió Skippy Dies y se enamoró locamente de él, lo cual fue maravilloso de ver, y yo volví a alejarme del mundo exterior.
Darse tiempo para ir más despacio
Nunca releo libros. Los únicos libros que he releído son Franny y Zooey y Levantad, carpinteros, la viga del tejado, y eso es porque los leí por primera vez muy joven.
Pero ahora estaría a favor de la relectura porque hacerlo para elegir a los finalistas fue una gran lección. Tuve una experiencia muy diferente con estos libros. A veces era como si alguien me sacara por fin de una habitación oscura. Me decía a mí misma: "¡Ay! Estoy descubriendo cosas nuevas".
Creo que eso se debe a que, cuando leíamos la primera vez, el volumen era tan intenso que necesitábamos leer muy deprisa. Pero con los finalistas, realmente tuvimos tiempo. Fui más despacio. Tomé notas. Pensé en cosas que no había identificado la primera vez, como la forma, o la estructura, o incluso las palabras, esas elecciones maravillosas y sorprendentes.
Un nacimiento sorpresa
Literalmente, como tres días antes de las deliberaciones de la preselección, Ayọ̀bámi Adébáyọ̀, mi compañera de jurado, ¡tuvo un bebé!
El 'duelo' tras elegir a los finalistas
Antes de la reunión para elegir a los finalistas, todos sentíamos esta alegre ansiedad. Todo el mundo hablaba desde antes en nuestro grupo de WhatsApp --"¡Cuenta regresiva! ¡No puedo esperar!"-- intentando obtener información de los demás, pero también sin quererla porque es un momento de máximo suspenso.
Estábamos en la reunión de Zoom para elegir a los finalistas y yo me encontraba en Nueva York, en mi oficina, sentada esperando. Y tenía mi pila preparada --los seis libros que quería elegir--, pero la aparté del encuadre porque no quería dar pie a una conversación que aún no debía tener lugar.
Fueron cinco horas, pero fue maravilloso. Los libros iban, venían, estaban, no estaban. Uno pensaba que un libro iba a tener un sólido apoyo y luego te encontrabas con que la gente hablaba de él de forma diferente a como lo había hecho antes.
Era tan duro perder libros. Y todos perdimos libros. Había una verdadera sensación de duelo. Pero entonces Roddy dijo: "Ya está. Estos son los seis libros. ¿Estamos seguros?". Y me sentí muy bien. Los miré y pensé: "Creo que hemos hecho nuestra tarea".
Este es el tipo de escritura que deberíamos celebrar, y estos son los tipos de autores que deberíamos anunciar al mundo.
Una fanática de los autores
Hubo una fiesta después de anunciar la lista de finalistas y fue genial: pude conocer a Benjamin Wood, Ben Markovits y Andrew Miller. No sé si me habría atrevido a acercarme a ellos para presentarme, pero por suerte sus agentes me encontraron.
Pensé que quizá no volvería a tener esta oportunidad, así que quise contarles lo que estos libros significaban para nosotros. Con Ben Markovits, le repetí algunas de sus frases, lo cual fue muy infantil de mi parte. Más tarde, me dije: "No puedo creer que le dijeras: '¿Te acuerdas?'". ¡¿Quién no se iba a acordar de una frase que ha escrito?!
Una lectora más exigente
Cuando terminamos de elegir a los finalistas, me puse a leer otros libros ese mismo día, porque tenía muchos manuscritos para mi sello que eran urgentes porque los libros iban a subastarse.
Descubrí que ahora soy mucho más exigente con los libros. Espero más, y sé que se puede lograr porque acabo de leer 153 libros y muchos de ellos eran estupendos.
Creo que eso es bueno para mí, porque tengo una vena muy sentimental hacia los escritores. Los admiro tanto.
La elección del ganador
Nos reunimos el sábado. Antes, me sentía increíblemente emocionada. No tenía ninguna certeza sobre dónde podríamos acabar. No había habido muchos mensajes de texto entre nosotros, los jueces, y me pregunté si eso se debía a que los demás estaban experimentando lo mismo que yo: un día piensas que has elegido a un ganador, y momentos después te convences de que no era ese.
Nos reunimos el sábado. Antes, me sentía increíblemente emocionada. No tenía ninguna certeza sobre dónde podríamos acabar. No había habido muchos mensajes de texto entre nosotros, los jueces, y me pregunté si eso se debía a que los demás estaban experimentando lo mismo que yo: un día piensas que has elegido a un ganador, y momentos después te convences de que no era ese.
Hablamos durante más de cinco horas. La primera parte consistió en volver a discutir las virtudes de cada libro: ¿Por qué estaba este libro aquí? ¿Qué descubrimos al volverlos a leer? No se permitía nada negativo.
Luego, los pusimos en orden hasta que Roddy dijo: "Tenemos un ganador". Y yo dije: "¡Ah!, ¿lo tenemos?". Por alguna razón, en todos mis conjeturas, nunca se me había ocurrido que dijera esas palabras.
Y nos quedamos sentados un segundo, y luego pensamos: "Cielos, estamos muy orgullosos de esto".
Sin dejar 'esa cosa con el dedo'
Ya estoy leyendo otra vez. Acabo de leer This Is Where the Serpent Lives, que saldrá el año que viene. Y he terminado el nuevo libro de Patrick Radden Keefe. Pero el otro día, mi esposo, mi hija y yo, estábamos en un tren visitando universidades y sentí que intercambiaban miradas porque estaba haciendo esa cosa con el dedo en la que lo desplazo por la página para leer rápido. Y me di cuenta: "Dios mío, ya no tengo que hacer esto. No tengo que leer así. Puedo ir más despacio".
Alex Marshall es un periodista de cultura europea que reside en Londres.
Últimas Noticias
Cómo viajar de forma segura con niños y adolescentes
Reportajes Especiales - Lifestyle

¿Artritis de rodilla? El ejercicio puede ayudar a controlar el dolor
Reportajes Especiales - Lifestyle

Un portaaviones se desplaza al Caribe y EE. UU. aumenta su presencia militar cerca de Venezuela
Reportajes Especiales - News

Explosión en Nueva Delhi: la policía sospecha de terrorismo
Reportajes Especiales - News

Apestosa, esponjosa, enorme: así es la telaraña más grande del mundo
Reportajes Especiales - Lifestyle


