La COP30 comienza con llamamientos a la acción de los líderes mundiales

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Los discursos del día de apertura contrastaron con la postura del presidente Trump, quien ha calificado el calentamiento global de "estafa".

La cumbre internacional sobre el clima se inauguró el jueves en Belém, ciudad brasileña situada al borde de la amenazada selva amazónica, donde varios aliados y rivales de Estados Unidos argumentaron que, hoy en día, frenar el calentamiento global es clave para el crecimiento económico y la seguridad energética.

Fue un agudo contraste con las afirmaciones del presidente Donald Trump, quien ha calificado el cambio climático de "estafa" y ha atacado los esfuerzos mundiales para abandonar el carbón, el petróleo y el gas.

Pocos oradores nombraron a Trump, quien ha lanzado un ataque en toda regla y con cierto éxito contra los esfuerzos mundiales para reducir la dependencia mundial de los combustibles fósiles. El gobierno de Trump se ha retirado del histórico Acuerdo de París sobre el clima y ningún alto cargo del gobierno estadounidense está presente en la reunión de Belém.

La cumbre se celebra en un momento en que la cooperación internacional está rezagada en prácticamente todos los ámbitos; en que la guerra y las disputas comerciales elevan los precios de los productos básicos, y en que los fenómenos meteorológicos extremos, agravados por la quema de carbón, petróleo y gas han intensificado el sufrimiento humano. Solo en las dos últimas semanas, tormentas y huracanes sobredimensionados por el cambio climático azotaron México, Jamaica y Haití.

A escala mundial, 2025 se perfila como el segundo o tercer año más caluroso jamás registrado, como parte de una década en la que se produjeron los 10 años más calurosos jamás registrados, según la Organización Meteorológica Mundial. El costo de los peligros meteorológicos extremos para la economía mundial: alrededor de 1,4 billones de dólares al año, según BloombergNEF.

"Podemos elegir liderar o ser llevados a la ruina", dijo a la audiencia António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas. Utilizó el estrado para reprender a la industria de los combustibles fósiles, como hace a menudo, y a los dirigentes que, según dijo, son "cautivos de los intereses de los combustibles fósiles, en lugar de proteger el interés público".

Los líderes que acudieron representaban a países grandes y pequeños, a naciones industrializadas y a economías emergentes. Le hablaron al mundo tanto como a sus electores en casa. Limitar el calentamiento global, dijeron, es crucial para la salud y el bienestar actuales de sus ciudadanos, así como para su seguridad nacional y su competitividad económica.

Keir Starmer, el primer ministro británico, dijo que la energía autóctona --eólica y nuclear en el caso del Reino Unido-- les permite a países como el suyo independizarse energéticamente de "dictadores como Putin". Su gobierno ha intentado ampliar rápidamente las energías renovables, pero, al mismo tiempo, ha luchado por mantener bajos los precios de la electricidad.

"Invertir en el cambio climático es el plan de crecimiento y prosperidad para este siglo", dijo el presidente de Finlandia, Alexander Stubb.

El príncipe Guillermo, heredero del trono británico, alabó la posibilidad de que los países creen empleo y nuevas tecnologías. "Es una gran oportunidad para construir una economía más limpia", dijo.

El vice primer ministro chino, Ding Xuexiang, habló de la senda china de "desarrollo ecológico y con bajas emisiones de carbono" como medio para promover el crecimiento económico y nuevos puestos de trabajo. Fue un claro argumento de venta dirigido a los numerosos países de África, América Latina y el Caribe aquí reunidos. Las empresas chinas dominan la producción mundial de tecnologías de energía limpia. No es de extrañar, pues, que les pidiera a los países que "eliminen las barreras comerciales y garanticen la libre circulación de productos ecológicos de calidad".

Y el anfitrión de la cumbre, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien ha apoyado las inversiones chinas en vehículos eléctricos y energía eólica en Brasil, dijo que "las fuerzas extremistas inventan falsedades para obtener beneficios electorales".

Traer a líderes mundiales a Belém, una de las capitales de provincia más pobres de Brasil, es fundamental para los esfuerzos de Lula por llamar la atención, y atraer dinero, hacia la selva amazónica y hacia quien depende de ella para su sustento económico y cultural. "Ha llegado el momento de que los habitantes de la Amazonía pregunten qué está haciendo el resto del mundo para evitar el derrumbe de su casa", dijo.

Brasil anunció un nuevo fondo de inversión para recompensar a los países que protejan sus bosques tropicales en pie. El gobierno brasileño dijo que se habían prometido 5500 millones de dólares, incluidos 1000 millones de las propias arcas brasileñas y 3000 millones de Noruega.

Sin embargo, solo unas semanas antes de que comenzara la cumbre, Lula dio su bendición a la perforación petrolera en la Amazonía. E incluso aunque los índices de deforestación han descendido durante su mandato, el impulso para aumentar las exportaciones de soya, principalmente a China, ha destruido un ecosistema crítico de praderas y bosques conocido como el Cerrado.

La cumbre de Belém marca el 30.º aniversario de diplomacia mundial para limitar el calentamiento global, y se celebra 10 años después del histórico Acuerdo de París, que instó a todos los países a fijar objetivos climáticos cada vez más ambiciosos y a los países ricos a ayudar a los países pobres a abandonar los combustibles fósiles que causan el cambio climático.

La cumbre se inauguró con la advertencia de los científicos de que es prácticamente seguro que el mundo falle en alcanzar el objetivo, muy debatido, de limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius, o 2,7 grados Fahrenheit, por encima de los niveles preindustriales. Durante años, muchos países vulnerables y activistas climáticos habían afirmado que un calentamiento promedio por encima de ese nivel conllevaría mayores riesgos de olas de calor, incendios y tormentas. Eso habría exigido que los países redujeran colectivamente sus emisiones casi a la mitad entre 2019 y 2030. Sin embargo, las naciones no se han acercado siquiera a lograrlo y las emisiones globales son, de hecho, superiores a las de 2019.

La última estimación de la ONU sugiere que, con las políticas actuales, es más probable que el mundo se encamine hacia unos 2,7 grados Celsius de calentamiento, en comparación con los niveles preindustriales.

"La cruda realidad es que hemos fracasado a la hora de garantizar mantenernos por debajo de 1,5 grados", dijo Guterres. "Esto es un fracaso moral y una negligencia mortal".

En la cumbre también se puso de manifiesto la realidad dividida de la acción climática mundial. La tecnología de las energías renovables y los vehículos eléctricos se han impuesto tanto en los países ricos como en los pobres, aunque el ritmo no ha sido lo suficientemente rápido como para cumplir algunos de los objetivos climáticos más ambiciosos del Acuerdo de París.

El precio de la energía solar, en particular, ha caído más rápido de lo previsto. Este año, el mundo invertirá la cifra récord de 2,2 billones de dólares en tecnologías energéticas bajas en carbono, como paneles solares, turbinas eólicas y vehículos eléctricos. Es el doble de lo que se invertirá en tecnologías de petróleo, gas y carbón.

Como señaló Gabriel Boric, presidente de Chile, en su intervención en la cumbre: "Hace diez años, no teníamos ningún bus eléctrico. Y este año, prácticamente el 60 por ciento de los buses que recorren nuestra capital son eléctricos".

Ana Ionova colaboró con reportería.

Somini Sengupta es la reportera internacional del equipo climático del Times.

Brad Plumer es un reportero del Times que cubre las iniciativas tecnológicas y políticas para abordar el calentamiento global.

David Gelles reporta sobre el cambio climático y dirige el boletín Climate Forward del Times así como su serie de eventos.

Ana Ionova colaboró con reportería.