El diamante florentino resurge después de 100 años

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En 1918, cuando terminaba la Primera Guerra Mundial, Carlos I --emperador de Austria, rey de Hungría y miembro de la dinastía Habsburgo-- presintió el fin del imperio.

Carlos, sobrino de Francisco Fernando, cuyo asesinato había incitado la conflagración, reconoció las crecientes amenazas de bolcheviques y anarquistas. Para salvaguardar las joyas que los Habsburgo gobernantes habían poseído durante siglos, las hizo transportar a Suiza.

Una gema de la colección era algo especial, un diamante de 137 quilates admirado no solo por su forma de pera y su tono amarillo, sino también por su ilustre historia. Antes de los Habsburgo, había sido propiedad de la familia Médici, los gobernantes de Florencia.

El atractivo del diamante solo aumentó cuando, poco después de que Carlos y su familia abandonaran Viena para exiliarse en Suiza, se pensó que había desaparecido.

Durante décadas se rumoreó que había sido robado, o tal vez se le había dado un corte nuevo. Varias películas y novelas, como el libro The Imperfects , han anclado sus tramas en su desaparición.

Pero la verdadera historia de lo que ocurrió con el diamante, contada ahora por primera vez por los descendientes de Carlos I, es que en realidad nunca desapareció. Ha estado en la bóveda de un banco en Canadá desde que la familia huyó allí en plena Segunda Guerra Mundial, según tres parientes de los Habsburgo que el mes pasado invitaron a The New York Times a inspeccionar el diamante y otras joyas.

Karl von Habsburg-Lothringen, de 64 años, nieto de Carlos I, dijo en una entrevista que el secreto se había guardado por respeto a la esposa de Carlos, la emperatriz Zita. Ella solo informó a dos personas --sus hijos Robert y Rodolphe-- de la ubicación del diamante, dijo, y pidió que, como medida de seguridad, se mantuviera en secreto durante 100 años tras la muerte de Carlos en 1922. Antes de morir, los hermanos pasaron la información a sus propios hijos, según la familia.

En los años siguientes, si alguien preguntaba por el diamante, la familia dijo que se negaba a responder por el deseo de proteger la joya.

"Cuanta menos gente lo sepa, mayor será la seguridad", dijo Von Habsburg-Lothringen. Dijo que solo recientemente se había enterado de la existencia de las joyas por sus dos primos: el hijo de Robert, Lorenz von Habsburg-Lothringen, de 70 años, y el hijo de Rodolphe, Simeon von Habsburg-Lothringen, de 67.

"A lo largo de los años, estoy seguro de que a todos nos han preguntado alguna vez" por el diamante, dijo Karl von Habsburg-Lothringen. "En mi caso, ni siquiera sabía de la existencia del diamante hasta hace poco, por lo que era fácil responder con sinceridad a esas preguntas".

Pero ahora que se ha cumplido la promesa, la familia quiere exhibir el diamante florentino y otras joyas en Canadá para agradecer al país que acogió a la emperatriz y a sus hijos.

"Debería formar parte de un fideicomiso aquí en Canadá", dijo Habsburg-Lothringen. "Debería exponerse en Canadá de vez en cuando, para que la gente pudiera ver realmente esas piezas".

En una tarde lluviosa reciente, la familia se reunió en el banco de Canadá donde las joyas llevan mucho tiempo guardadas en una cámara acorazada. De pie junto a sus dos primos alrededor de una mesa, Habsburg-Lothringen abrió lentamente la maltrecha maleta que les habían puesto delante. Con cautela, fue retirando el papel amarillento en el que estaba envuelta cada joya, hasta llegar al diamante, todavía brillante y fascinante.

Los tres hombres viven ahora en Europa y era la primera vez que veían los diamantes. El diamante florentino estaba envuelto por separado de los demás, pero podía engarzarse en un gran broche con gemas que estaba entre los objetos.

Christoph Köchert, de AE Köchert, empresa que alguna vez fungió como joyera de la corte imperial austriaca, examinó el diamante y dio fe de su autenticidad.

"Su patrón de corte corresponde casi exactamente con las representaciones de las fuentes históricas", dijo en un comunicado. Mencionó factores adicionales y añadió: "Todo ello me da la certeza de que se trata del auténtico e histórico 'diamante florentino'".

He aquí un resumen de los factores que me han llevado a esta conclusión:

1. La piedra encaja en su engaste.

2. Su peso de 137,17 ct corresponde a las fuentes históricas.

3. Su autenticidad como diamante fue confirmada por un dispositivo electrónico adecuado.

4. Su corte corresponde a las fuentes históricas. Aquí el documento completo firmado por Christoph Köchert

La colección incluye otras joyas, entre ellas una Orden del Toisón de Oro, la orden de la casa de los Habsburgo, con incrustaciones de diamantes.

Karl Habsburg-Lothringen dijo que lo que más le conmovió fue la medalla conmemorativa de la orden, fundada en 1430 en Brujas, Bélgica, por Felipe el Bueno, duque de Borgoña.

"Es algo en lo que estoy muy imbuido de su historia y del papel que desempeñó para la familia", dijo.

Con la extinción de la línea masculina de los Médicis, el diamante florentino pasó a ser propiedad de la casa de Habsburgo-Lorena, establecida en 1736 mediante el matrimonio de Francisco Esteban y la archiduquesa María Teresa de Austria, padres de María Antonieta. El diamante adornó la corona de Francisco Esteban durante su coronación como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1745. La casa produjo a todos los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico desde 1440 hasta 1806, con la excepción del breve interregno de los Wittelsbach de 1742 a 1745. Y de la familia surgieron los emperadores de Austria desde 1804 hasta 1918.

"Los Habsburgo son la mayor dinastía de la historia moderna; la historia de Europa central gira en torno a ellos", dijo Richard Bassett, profesor asociado del Christ's College de Cambridge, que ha escrito un libro sobre los Habsburgo y a quien la familia encargó un informe sobre la historia del diamante.

Después de la muerte de Carlos I de neumonía en Madeira, adonde la familia se había mudado desde Suiza, la emperatriz Zita y sus hijos se trasladaron a España, y luego a Bélgica en 1929.

A medida que aumentaban las tensiones en Europa, Zita y su hijo mayor, el príncipe heredero Otto, se opusieron enérgicamente a la creciente amenaza nazi, y Otto ofreció sus servicios a la cada vez más frágil Primera República de Austria en su lucha por mantenerse independiente del Tercer Reich.

Cuando los nazis se anexionaron Austria en 1938, acontecimiento conocido como el Anschluss, Otto fue declarado enemigo del Estado. Preocupada porque Alemania estaba a punto de invadir Bélgica, Zita huyó con sus ocho hijos y finalmente llegó a Estados Unidos en 1940, según la familia.

La emperatriz, dijeron los familiares, llevaba consigo las joyas en una pequeña maleta de cartón. Finalmente, con ayuda estadounidense, la familia viajó a Canadá y se instaló en una modesta casa en la provincia de Quebec.

"Mi abuela se sentía muy segura, por fin podía respirar", dijo Karl von Habsburg-Lothringen. "Supongo que, en ese momento, la pequeña maleta fue a parar a la caja fuerte de un banco, y eso fue todo. Y en esa caja fuerte se quedó".

En 1953, Zita regresó a Europa y dejó las joyas al cuidado del banco de Quebec. Murió en Suiza en 1989, a los 96 años.

"Creo que quería asegurarse de que no fuera en el transcurso de su vida", dijo Karl von Habsburg-Lothringen sobre la reaparición de las joyas. "Tengo la sensación de que estaba muy contenta de que algunos objetos importantes de la familia fueran algo que ella había salvado. Eso era históricamente muy importante para ella, porque era alguien que pensaba mucho en términos históricos".

La rumoreada desaparición del diamante florentino ha generado especulaciones durante mucho tiempo.

"Una teoría sostiene que los Habsburgo, al igual que los Romanov después de la Revolución Rusa, vendieron el diamante y otras posesiones para hacerse de dinero en efectivo", aventuraba un artículo en Artnet el año pasado, "tras lo cual habría sido troceado y vendido a compradores desconocidos".

"Una hipótesis más esperanzadora pero menos probable", proseguía el artículo, "sostiene que el diamante florentino no se vendió para nada, sino que se entregó a un sirviente de los Habsburgo que se lo llevó a Sudamérica, y que todavía está por ahí… en algún lugar".

Existe incluso una marca de perfume Diamante Florentino. ("Una fragancia seductora y sofisticada", dice el fabricante londinense Thameen, "que entreteje el embriagador nardo con ricos matices de cacao").

Algunos en el mundo de la gemologíasospechaban que al diamante se le había dado un nuevo corte para ocultar su identidad, algo parecido a lo que se teme que ocurrió con las joyasrobadas recientemente del Louvre. Cuando un diamante amarillo, aproximadamente de la mitad del tamaño del florentino, apareció en una subasta en 1981, muchos llegaron a la conclusión de que muy probablemente procedía de la gema desaparecida.

No está claro cómo se originaron los rumores sobre la desaparición del diamante; la familia dice que no surgieron por parte de ellos. Ya en 1921, The Washington Post informó de que el diamante estaba "desaparecido" y ofreció ideas sobre lo que podría haberle ocurrido.

El informe de Bassett afirma que las joyas que Carlos I se llevó figuraban en un inventario separado del de las joyas de la corona de la monarquía de los Habsburgo. Dijo que esta postura --que los objetos que se llevó la familia eran propiedad privada de la casa de Habsburgo-Lorena-- fue confirmada por un abogado de la familia imperial en 1921, cuando el gobierno austriaco presionó al gobierno suizo para que se los devolviera.

Aunque la Primera República de Austria promulgó en 1919 una ley que expropiaba la propiedad privada de la familia Habsburgo en el país, Bassett dijo que no se aplicaba a las joyas porque para entonces estaban fuera de Austria.

Los carteles del museo del Tesoro Imperial de Viena, señaló, se refieren a las gemas que Carlos se llevó consigo al exilio como las que habían sido "inventariadas como joyas personales".

Cuando se le pidió que comentara sobre los antiguos esfuerzos de Austria por reclamar las joyas, una portavoz del gobierno dijo que no había podido ponerse en contacto inmediatamente con alguien que pudiera abordar el asunto.

La familia afirma que desea exponer el diamante en un museo canadiense en los próximos años. Pero no hay ningún plan para venderlo, dijo, y declinó especular sobre el valor monetario de la joya.

"Es un logro extraordinario haber conseguido conservarlo realmente de incógnito durante 100 años", dijo Bassett. "Es un asombroso tributo a la determinación práctica de la emperatriz Zita. Y era una mujer muy práctica".

Robin Pogrebin ha sido reportera del Times durante casi 30 años y cubre arte y cultura.