
Cuando Trump anunció por primera vez sus planes para el salón de baile, prometió que la Casa Blanca no se vería afectada por la construcción.
Mientras la rugiente maquinaria derribaba un costado de la Casa Blanca, el presidente Donald Trump reconoció el miércoles que iba a derribar toda el ala este para dejar sitio a su salón de baile de poco más de 8300 metros cuadrados, una llamativa ampliación de un proyecto que está reelaborando el perfil de uno de los edificios más emblemáticos del país.
Trump no se puso sentimental cuando se dio a conocer la noticia de la demolición. "Nunca se pensó que fuera gran cosa", dijo sobre el ala este, que albergaba el despacho de la primera dama y espacios utilizados con fines ceremoniales. "Era un edificio muy pequeño".
Se esperaba que el proceso de derribo del ala este concluyera este mismo fin de semana, según dijeron dos funcionarios de alto rango del gobierno, ya que Trump actuó con rapidez para llevar a cabo un proyecto de gusto personal que, según dijo, era necesario para albergar cenas de Estado y otros actos.
Pero la decisión, no anunciada previamente, de demoler el ala este no concordaba con las declaraciones anteriores de Trump sobre el proyecto, y ponía de relieve su intención de saltarse las sensibilidades de muchos en Washington para continuar dejando una huella duradera en la Casa Blanca.
El presidente también dijo el miércoles que el salón de baile costaría 300 millones de dólares, 100 millones más de lo estimado inicialmente.
"Para hacerlo bien, tuvimos que derribar la estructura existente", dijo Trump. También dijo --de forma un tanto enigmática-- que "se están dejando ciertas zonas". Pero los dos funcionarios de alto rango del gobierno, que hablaron bajo condición de anonimato para discutir los planes, confirmaron que se estaba demoliendo toda el ala este.
El ala oeste y la residencia de la Casa Blanca, donde vive el presidente, no se verán afectadas por el proyecto, que constituye la mayor remodelación de la Casa Blanca en décadas.
Cuando Trump anunció por primera vez sus planes para el salón de baile, prometió que la Casa Blanca no se vería afectada por la construcción.
"No interferirá con el edificio actual. Estará cerca, pero no lo tocará", dijo en julio. "Y respetará totalmente el edificio actual, del que soy el mayor admirador".
Tras una nueva evaluación, la Casa Blanca determinó que era más barato y estructuralmente más sólido demoler el ala este que construir un añadido, dijo uno de los funcionarios del gobierno.
El miércoles, el Servicio Secreto mantuvo alejados a los curiosos mientras la maquinaria pesada arrancaba trozos del edificio.
El alcance de la demolición, y las repetidas promesas de Trump de que la Casa Blanca no se vería afectada por las obras, simbolizan en muchos sentidos la forma en que ha llevado su presidencia. En una serie de asuntos, Trump se ha saltado las normas y tradiciones, a menudo actuando con tanta rapidez que suele ser demasiado tarde para que los tribunales, el Congreso o el público logren alcanzarlo.
El tamaño previsto del salón de baile transformaría la superficie del recinto de la Casa Blanca. Con unos 8300 metros cuadrados, el salón de baile sería casi el doble de grande que la residencia de la Casa Blanca, que tiene poco más de 5100 metros cuadrados.
El salón de baile es solo el último plan de renovación que ha emprendido Trump desde que asumió el cargo por segunda vez. También está dejando su impronta en el Despacho Oval, que ahora presenta muchas florituras doradas. Además, pavimentó el Jardín de las Rosas, erigió enormes mástiles para banderas en los terrenos de la Casa Blanca y tiene previsto construir un arco frente al Cementerio Nacional de Arlington al estilo del Arco del Triunfo.
Trump ha dicho que está recaudando decenas de millones de dólares en donaciones privadas para financiar el proyecto del salón de baile. El presidente tiene previsto aportar también parte de su propio dinero, aunque no se ha determinado la cantidad, dijo uno de los funcionarios.
"Lo pagaremos al cien por cien yo y algunos amigos míos", dijo Trump.
El ala este se construyó en 1902, durante la presidencia de Theodore Roosevelt, como ampliación de la Casa Blanca, pero se reformó en la década de 1940 a petición del presidente Franklin D. Roosevelt.
Se construyó principalmente para ocultar un búnker subterráneo, el Centro Presidencial de Operaciones de Emergencia. También añadió espacio de trabajo formal para el personal de la Casa Blanca, incluidos los despachos de la primera dama. Lorenzo Winslow fue el arquitecto de esa adición.
También ha albergado la Oficina Social de la Casa Blanca y ha servido de cuartel general para planificar fiestas, cenas de Estado y otros actos.
Con la demolición del ala este se va un trozo de historia. Fue donde el presidente Bill Clinton se reunió en secreto con Dick Morris, un asesor político, sin que lo supiera su personal. Fue donde el vicepresidente Dick Cheney fue llevado a toda prisa a un búnker tras los atentados terroristas del 11 de septiembre. Trump también fue llevado allí a toda prisa durante las protestas de 2020.
El martes, la Casa Blanca no respondió a las preguntas sobre el búnker, pero uno de los funcionarios del gobierno dijo que la nueva estructura también contaría con elementos de seguridad mejorados.
En medio de las reacciones contra la demolición, la Casa Blanca ha defendido su decisión al publicar fotos de anteriores remodelaciones y proyectos de construcción emprendidos por otros presidentes.
La Casa Blanca dice que el salón de baile, una vez terminado, tendrá capacidad para 650 personas sentadas, aunque Trump dijo recientemente que tendría capacidad para 999 personas.
McCrery Architects es el arquitecto principal. El equipo de construcción estará dirigido por Clark Construction, y el de ingeniería por AECOM.
Edward Lengel, exhistoriador jefe de la Asociación Histórica de la Casa Blanca, dijo que la demolición puede indicar que el salón de baile estará mucho más cerca de la Casa Blanca principal de lo que se había descrito inicialmente.
"Su proximidad a la mansión ejecutiva original puede ser mucho mayor, prácticamente pegada a ella", dijo.
Shawn McCreesh colaboró con la reportería desde Washington, y Zachary Small desde Nueva York.
Luke Broadwater cubre la Casa Blanca para el Times.
Shawn McCreesh colaboró con la reportería desde Washington, y Zachary Small desde Nueva York.
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