
Mientras se talan los bosques para dejar sitio a los cafetales, disminuyen las lluvias y es más probable que fracasen las cosechas, según un nuevo informe de un organismo de control de la industria.
Cada día bebemos más de dos mil millones de tazas de café en todo el mundo, según algunas estimaciones, y la demanda sigue aumentando.
Para cultivar granos que sacien esta sed, se han talado cada vez más bosques en todo el mundo. Pero en una ironía ecológica y agrícola, cuantos más bosques se destruyen para sembrar café, más se ponen en peligro las perspectivas a largo plazo del cultivo por el cambio en los patrones de las lluvias, según un nuevo informe de Coffee Watch, un organismo sin fines de lucro que vigila el sector.
El grupo, cuyas conclusiones se publicaron el miércoles, cartografió la deforestación en el cinturón cafetero del sureste de Brasil y la comparó con los cambios en las precipitaciones y las malas cosechas en la misma región. Descubrió que, a medida que las empresas destruyen los bosques locales para dar paso a las plantaciones, iban disminuyendo las precipitaciones en esas zonas, lo que provocaba malas cosechas y menores rendimientos y, en última instancia, precios más altos para los consumidores.
"La forma de cultivar café ecológicamente destructiva va a tener como consecuencia que no tengamos café", dijo Etelle Higonnet, directora del grupo.
"La deforestación para el cultivo del café está acabando con las lluvias, lo que está acabando con el café", dijo en una entrevista telefónica. Si la tendencia continúa, añadió, los agricultores producirán menos cosechas aunque se destruyan más bosques para dar cabida a más tierras de cultivo.
El informe sostiene que la tala de bosques para satisfacer la demanda de café agravará los patrones de precipitaciones que ya están reduciendo los rendimientos de los agricultores. (La producción de café está en peligro porque el cultivo es muy sensible a los patrones de lluvia y poco resistente a la sequía).
Las conclusiones del informe coinciden con los hallazgos de científicos brasileños publicados en Nature Communications el mes pasado. El estudio descubrió que la deforestación de la selva amazónica brasileña había provocado una disminución de las precipitaciones en torno al 75 por ciento.
Cada vez más datos muestran que la deforestación afecta a las precipitaciones y otras condiciones de cultivo, que antes eran difíciles de cuantificar sin herramientas cartográficas y analíticas avanzadas.
La nueva investigación se produce en un momento en que Brasil y otros países productores de café están luchando con la Unión Europea por una ley que les obligaría a brindar información sobre si el café vendido en el bloque se ha cultivado en tierras recientemente deforestadas.
Brasil es el mayor productor mundial de café, con un entorno excepcionalmente adecuado para su cultivo. Pero las condiciones de las principales regiones productoras del sureste que han ayudado a que el café prospere allí --como lluvias fiables y oportunas y suelo fértil-- se han degradado con la deforestación, según los informes, y la tala continúa.
Según Coffee Watch, la sequía de 2014 en Brasil fue un punto de inflexión, cuando la escasez de lluvias se hizo prácticamente anual. Desde entonces, cuando ha llovido, a menudo ha sido en un momento inadecuado para las necesidades de los delicados cultivos de café. Simultáneamente, a medida que continúan estos déficits de humedad, el suelo se seca, lo que socava aún más el crecimiento, concluye el informe.
El año pasado, la intensa sequía de Brasil contribuyó a la escasez y a las fuertes subidas de los precios mundiales del café, presagiando problemas futuros. Aunque el gobierno brasileño ha logrado avances en la reducción de la deforestación en algunas zonas en los últimos años, podría estar gestándose una crisis de precios mucho más grave si se colapsan los ciclos anuales de lluvias. Para 2050, los precios extremos podrían ser la norma, ya que gran parte del cinturón cafetero de Brasil se vuelve menos fructífero, predijo Coffee Watch.
No obstante, la deforestación para la expansión agrícola no es para nada exclusiva de Brasil, y el cultivo del café no es la actividad agrícola más problemática. La ganadería y la soya están detrás de gran parte de la tala de bosques en Brasil y en otros lugares.
Los bosques absorben carbono y ayudan a regular el clima global, pero la elevada demanda de los principales productos básicos, como el café, ha impulsado la deforestación en todo el mundo. En 2023, la Unión Europea adoptó una ley que obligaría a los agentes de la industria ganadera, maderera, del cacao, la soya, el aceite de palma, el café y el caucho a demostrar que sus productos no proceden de tierras recientemente deforestadas.
Para mantener el acceso al mercado europeo, que consume más café que ningún otro país o bloque del mundo, los agricultores de las principales naciones productoras y exportadoras, como Vietnam y Etiopía, se están preparando para brindar datos de geolocalización sobre la procedencia de sus cosechas.
Brasil se ha opuesto a la legislación. El año pasado presionó para que se retrasara, escribiendo a la Comisión Europea, brazo ejecutivo de la Unión Europea, que es "un instrumento unilateral y punitivo que hace caso omiso de las leyes nacionales", entra en conflicto con los principios de soberanía, discrimina a los países con recursos forestales y eleva los costos de producción y exportación.
En su lugar, propuso un cambio en la economía que subyace a la deforestación y el establecimiento de un fondo para pagar a los países en desarrollo una tasa por proteger los bosques. El mes que viene, Brasil será anfitrión de la conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el clima en la Amazonía e intentará avanzar en su visión medioambiental en medio de vientos políticos cambiantes y de la creciente evidencia de que seguir como hasta ahora no es una opción a largo plazo.
El mes pasado, la Comisión Europea pidió que se retrasara la entrada en vigor de la ley de deforestación, alegando que el sistema no está preparado en materia técnica.
Pero el martes, la Comisión anunció una reducción de los requisitos en lugar de un aplazamiento total, con normas que empezarían a aplicarse de forma escalonada a las empresas grandes y pequeñas. La propuesta, señaló la Comisión, aún necesita la aprobación del Parlamento Europeo.
Ephrat Livni es una reportera del Times que cubre las noticias de último momento del mundo. Radica en Washington.
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