La libertad de expresión de EE. UU. es el centro de las bromas en el festival de comedia saudita

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Comediantes estadounidenses utilizaron el primer festival mundial de comedia de Arabia Saudita para hacer chistes sobre un debate álgido en EE. UU.

Durante semanas llovieron las burlas contra los comediantes estadounidenses que iban a actuar esta semana en Arabia Saudita, un país que no es conocido por sus libertades civiles.

Pero, para cuando subieron al escenario, los comediantes le habían dado la vuelta a la broma para dirigirla hacia la libertad de expresión estadounidense.

"Ahora mismo, en Estados Unidos, dicen que si hablas de Charlie Kirk, te cancelarán", bromeó el sábado el comediante Dave Chappelle en el Festival de Comedia de Riad, el primer evento de este tipo en Arabia Saudita. "No sé si eso es cierto, pero voy a averiguarlo".

Como estrella del cartel, Chappelle fue recibido con gritos, vítores y aplausos cuando dijo a un público de 6000 personas: "Aquí es más fácil hablar que en Estados Unidos".

Aunque ocurrió a miles de kilómetros de Estados Unidos, en el conservador reino saudita, la actuación de Chappelle aprovechó las extrañas corrientes de la política estadounidense que discurrían por el evento.

Estaba presentándose en Riad al mismo tiempo que un controvertido debate sobre la libertad de expresión sacudía Estados Unidos. Comenzó después de que el presentador de televisión nocturna Jimmy Kimmel fuera retirado brevemente del aire tras las críticas de muchos conservadores y de un regulador federal debido a un monólogo sobre el asesinato del activista de derecha Charlie Kirk. Kimmel regresó a la televisión la semana pasada.

A pesar del furor, el presidente Donald Trump ha pedido a los reguladores que consideren la revocación de las licencias de las cadenas que emiten a sus críticos.

Más de 50 de los nombres más importantes de la comedia estadounidense y occidental han sido programados para actuar en el festival de Riad, que terminará el 9 de octubre. Los actos fueron pagados por el gobierno saudita, que restringe duramente la libertad de expresión, un ideal que muchos de esos mismos comediantes dicen defender.

Chappelle ha hablado con frecuencia sobre haber sido cancelado después del revuelo que causaron chistes en los que se burlaba de las personas transexuales. Pero en Riad también apuntó contra la reciente suspensión de Kimmel.

Al igual que otros comediantes presentes en el acto, quienes dijeron sentirse amordazados por la corrección política estadounidense, Chappelle se deleitó haciendo chistes burdos en Arabia Saudita. Sin embargo, pasó por alto una represión de ocho años que ha llevado a la detención de muchos escritores, empresarios, activistas, clérigos y personalidades influyentes de las redes sociales del país.

La ironía no pasó desapercibida para el público que se maravilló ante la idea de ver una sátira política que se burlaba de Estados Unidos en su sociedad islámica, antaño famosa por su austeridad.

"Me pareció muy interesante oír chistes políticos sobre Trump y Charlie Kirk", dijo Abdulrahman Mohammad, estudiante de odontología de 23 años. Dijo que era "sorprendente oírlo hablar de eso en Riad, cuando hace poco Estados Unidos canceló a Jimmy Kimmel por hacer lo mismo".

Ser el anfitrión de grandes eventos de entretenimiento, como el festival de comedia, forma parte de la agenda Visión 2030 de Arabia Saudita, liderada por el príncipe heredero Mohammed bin Salman. El plan pretende diversificar la economía del reino, que depende mucho del petróleo, y crear un entorno social más flexible tanto para los inversionistas extranjeros como para los ciudadanos sauditas.

Para los sauditas, el evento --en el que actuaron estrellas como Kevin Hart, Jimmy Carr y Bill Burr-- fue una señal de cómo estaba cambiando el país. La música, antaño prohibida en público, retumbaba en los altavoces del exterior, mientras los DJ pinchaban remezclas tecno de canciones de Jennifer Lopez y 50 Cent.

El festival se ha celebrado en Boulevard City, un extenso complejo de entretenimiento con un vecindario diseñado para parecerse a Times Square.

Los jóvenes sauditas se reunieron en espacios donde podían estar hombres y mujeres bajo el resplandor de pantallas gigantes y no bajo la atenta mirada de la otrora temida policía religiosa, cuyos poderes fueron despojados por el príncipe heredero como parte de su campaña reformista.

Mujeres vestidas con abayas negras fluidas, combinadas con jeans y camisetas, se mezclaban con mujeres con velos conservadores y con hombres, muchos de los cuales lucían una túnica blanca conocida como thaub y una gorra de béisbol.

Sin embargo, la transformación social tiene sus límites. El humor político fue bien recibido; los chistes sobre sexo, no tanto.

Cuando el comediante Cipha Sounds empezó un chiste sobre hombres que enviaban fotos de sus genitales, una risa incómoda recorrió la arena. "Oh, los chistes de sexo no funcionan en Riad", reconoció con una sonrisa irónica. "Entendido".

A medida que las autoridades han relajado las restricciones sociales, también han ido reduciendo el espacio para el discurso político nacional. Por eso, los comediantes que actuaron en el festival han enfrentado duras críticas de organizaciones de derechos y de otros comediantes.

Acusan a los participantes de "artwashing", es decir, de permitir que sus actuaciones desvíen la atención del preocupante historial de derechos humanos del gobierno saudita. Ese historial incluye el espantoso asesinato en 2018 del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Turquía y el encarcelamiento y la presunta tortura de varias activistas de los derechos de las mujeres.

Joey Shea, investigador de Human Rights Watch, dijo que el festival se celebraba al mismo tiempo que "una represión de la libertad de expresión, que muchos de estos comediantes defienden pero que a la gente de Arabia Saudita se le niega por completo".

Entre el público que asistió a la actuación de Hart el domingo, algunos sauditas argumentaron que negarse a involucrarse con su país no era la respuesta.

"No significa que debamos aislarnos del mundo, y viceversa", dijo Taher al Naser, de 27 años. "Si quieren llamarlo encubrimiento, que así sea, pero seguimos en el camino de la transformación".

En el pasado, el príncipe Mohammed ha defendido la represión política como un paso necesario en la remodelación del país, y dijo que era "un pequeño precio" a pagar para "deshacerse del extremismo y el terrorismo sin guerra civil".

Hart reconoció la controversia pública. "Pero me encanta lo que están haciendo aquí", dijo al público. "Seguiré siendo un embajador de su cambio positivo en el mundo".

Frente a las críticas de sus compañeros, otros comediantes enmarcaron su participación en el acto como una forma de intercambio cultural para promover la libertad de expresión.

Antes del acto, Jim Jefferies, uno de los artistas invitados, declaró al pódcast This Last Weekend que los organizadores del festival habían invitado a "algunos comediantes muy vanguardistas".

"Si no estás de acuerdo con cómo dirigen este lugar, ¿esto no es un paso en la dirección correcta?", dijo.

No todos los comediantes aceptaron la oferta de Arabia Saudita. Algunos dijeron que se habían negado a actuar por principios, alegando que había censura en los contratos que se les pedía que firmaran.

La comediante estadounidense Atsuko Okatsuka, quien boicoteó el festival, publicó capturas de pantalla de lo que dijo que eran partes del contrato. Según los mensajes, los organizadores prohibían "cualquier material que se considere que degrada, difama o causa desprestigio, desprecio, escándalo, vergüenza o ridículo públicos" al Reino de Arabia Saudita. También se prohibía cualquier chiste sobre la familia real o sobre cualquier religión.

Un comediante, Tim Dillon, fue franco al decir que el dinero había sido un factor que motivaba a actuar. Dillon --a quien los organizadores despidieron más tarde después de que hizo chistes sobre la esclavitud de los trabajadores migrantes en el reino-- dijo que le habían ofrecido 375.000 dólares y que otros habían recibido hasta 1,6 millones de dólares.

La Autoridad General de Entretenimiento, principal organizadora del festival, no respondió a las preguntas sobre los pagos que recibieron los comediantes ni sobre si los participantes estaban obligados por contrato a censurar su material.

Israel, y la manera en la que ha conducido la guerra en Gaza, también influyeron en la presentación de Chapelle. El comediante, que ya había criticado a Israel en otras ocasiones, terminó su actuación diciendo al público que temía volver a Estados Unidos porque "me van a hacer algo para que no pueda decir lo que quiero decir".

Para alertar a sus seguidores de que esto había ocurrido, dijo que utilizaría una frase en clave.

"Tiene que ser algo que nunca diría en la rutina, de modo que si realmente lo digo, sabrán que nunca deben escuchar nada más de lo que diga después", dijo. "Esta es la frase: estoy con Israel".

Para Patrick Sellers, expatriado estadounidense que asistió al festival, los cambiantes límites de lo que constituye la libertad de expresión en Estados Unidos eran preocupantes.

Sellers, consultor de 40 años, dijo que le desconcertaba que los comediantes estadounidenses contaran en Riad chistes por los que sentían que "podrían tener que pagar" en su país.

"En cuanto perdemos la capacidad de reírnos de nosotros mismos", dijo, "empezamos a perder nuestras libertades".

Ismaeel Naar es reportero internacional para el Times y cubre los Estados del golfo Pérsico. Radica en Dubái, Emiratos Árabes Unidos.