Un científico mexicano sobrevive al mordisco de un tiburón en la cabeza

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Desde un hospital en Costa Rica, Mauricio Hoyos, científico marino, dijo que lo operarían de la mandíbula luego de recibir puntos para cerrar heridas en el cuero cabelludo y pinchazos en la cara.

Mauricio Hoyos, un experimentado científico marino mexicano, se abrochó el equipo de buceo y descendió el sábado a las aguas de la isla del Coco, a cientos de kilómetros al suroeste de Costa Rica, para marcar tiburones con fines de investigación en conservación.

A los pocos minutos, cuando alcanzó una profundidad de 37 metros, divisó un tiburón de Galápagos de 2,7 metros de largo, una especie migratoria. Apuntó con su arpón y disparó una marca. La marca dio en el blanco, y se incrustó en la base de la aleta dorsal del tiburón.

Entonces, lo que empezó como un día normal dio un giro brusco. Hoyos, de 48 años, se convirtió en el blanco.

El tiburón, a un metro de distancia más o menos, se abalanzó sobre él con las fauces abiertas.

Hoyos dijo en una entrevista el miércoles que el tiburón giró en su dirección muy rápido, con la boca abierta de par en par, y que toda su cabeza estuvo dentro de la boca en un segundo.

Añadió que oyó un crujido, que solo era presión, y que en cuanto el tiburón sintió su cráneo, lo liberó y se alejó nadando.

La sangre y el agua llenaron su máscara, que el tiburón había dejado torcida. Sus dientes habían cortado las mangueras de aire de su equipo de submarinismo.

Sin poder ver, Hoyos intuyó que el tiburón se alejaba cuando notó su sombra en retirada.

Dijo que vio la sombra dos veces delante de él, y que si el tiburón hubiera querido, habría podido matarlo.

Perdiendo sangre y aire, empezó a ascender lentamente para descomprimirse adecuadamente, mientras la adrenalina le recorría el cuerpo. Después de una serie de pequeñas exhalaciones, llegó a la superficie, donde sintió que se desmayaba. Se aferró al esquife de su equipo, quienes lo ayudaron a subir a bordo y lo llevaron a la isla del Coco, donde los médicos del parque le prestaron primeros auxilios antes del viaje a tierra firme.

Desde una cama de hospital en San José, Hoyos dijo que estaba a la espera de que lo operaran de la mandíbula luego de que recibiera puntos para cerrar heridas en el cuero cabelludo y pinchazos en la cara: un total de 27 heridas, una por cada uno de los 27 dientes que al parecer se le hundieron en la carne.

Hoyos era el científico jefe de un equipo que estudia las regularidades migratorias de los tiburones a lo largo de una cadena montañosa submarina frente a la isla del Coco, a más de 600 kilómetros de Costa Rica continental, para ayudar a evaluar la necesidad de proteger a los tiburones de la pesca comercial. El equipo salió de Costa Rica el 20 de septiembre y realizó su primera inmersión en la zona de la isla del Coco dos días después.

El encuentro de Hoyos con el tiburón se produjo en el sexto día de inmersión del viaje de investigación.

Alex Antoniou, director del grupo sin fines de lucro Fins Attached Marine Research and Conservation, trabajaba con Hoyos, quien dirige Pelagios Kakunjá, una organización conservacionista con sede en La Paz, México.

"Probablemente, su reacción fue muy distinta a la de un buceador normal", dijo Antoniou en una entrevista. "Entiende el comportamiento de los tiburones".

"Es la naturaleza silvestre", añadió Antoniou. "Es impredecible".

Hoyos, experto marino que ha marcado innumerables especies a lo largo de 30 años, incluidos tiburones blancos y tigre, describió cómo su inmersión del sábado a primera hora de la tarde se convirtió en una inusual hazaña de supervivencia que se desarrolló en las profundidades, donde los científicos experimentados en su campo actúan tanto en defensa como en asombro del entorno que les rodea.

Un compañero de buceo que estaba en el agua con él no pudo acercarse lo suficiente para ayudarlo hasta después de que el tiburón se hubiera alejado.

Hoyos dijo que su principal preocupación era que sentía que no podía respirar, porque intentó tomar aire y no podía.

Añadió que sintió el momento como en cámara lenta, pero que su mente estaba muy tranquila, pensando todo el tiempo qué hacer.

Había marcado a otros tiburones durante el viaje, incluidos tiburones martillo y tiburones ballena. Los tiburones de Galápagos eran usualmente más fáciles de marcar porque, como depredadores ápice, no suelen tener tanto miedo de los humanos, dijo.

Interpretó el comportamiento de la hembra de tiburón que encontró la semana pasada como una respuesta de sorpresa al hecho de ser marcada.

Hoyos contó que el tiburón se dirigía hacia abajo sin haberlo visto y entonces sintió el pinchazo. Explicó que el mordisco fue defensivo, pues el tiburón quería que se alejara de su espacio personal.

También fue el primer mordisco que él ha experimentado.

Lleva 30 años marcando tiburones, dijo Hoyos, y añadió que el tiburón también estaba asustado y que no había sido culpa suya.