
La idea se le ocurrió a Masafumi Kouki, el enérgico alcalde de la ciudad de Toyoake, en Japón, un día de verano mientras reflexionaba sobre el aumento del ausentismo en las escuelas de la ciudad. Los casi 68.000 habitantes de Toyoake, especialmente los niños, parecían cada vez más adictos a sus dispositivos digitales, pensó, así que ¿por qué no intentar reducir el tiempo que pasaban viendo las pantallas?
Al cabo de unos días, Kouki y su equipo habían redactado una ordenanza de 2400 caracteres que limitaba el uso de celulares, tabletas, videoconsolas y computadoras a dos horas diarias para los habitantes de Toyoake, sin contar las horas de trabajo y escuela. La ordenanza, que entró en vigor el miércoles, convierte a Toyoake en una de las primeras ciudades de Japón en intentar usar el gobierno para lograr que sus ciudadanos dejen los teléfonos.
"Es muy triste acabar el día mirando el celular todo el tiempo en casa", dijo Kouki en una entrevista esta semana en Toyoake, un suburbio industrial de Nagoya. "Espero que los ciudadanos cambien su comportamiento".
La ordenanza de Toyoake, aprobada la semana pasada en la asamblea municipal con 12 votos a favor y 7 en contra, es en gran medida simbólica. Las autoridades no realizarán un seguimiento del uso de los celulares por parte de los residentes y no se impondrán sanciones, según los funcionarios municipales, por superar la recomendación de dos horas.
Pero en Japón existe una fuerte presión social para cumplir las directrices oficiales. Y los dirigentes de Toyoake esperan que los residentes reduzcan voluntariamente el uso de dispositivos digitales y decidan dormir más y pasar más tiempo con sus familiares.
Algunos residentes se oponen y argumentan que el gobierno se está entrometiendo en la vida de sus ciudadanos. Las autoridades municipales han recibido unas 400 llamadas telefónicas y mensajes sobre la ordenanza, en su mayoría negativos. Los críticos han hecho circular una petición para que se anule la ordenanza, y los políticos locales la han denunciado en las redes sociales.
"En una sola frase: no es asunto tuyo", dijo en una entrevista Mariko Fujie, legisladora de Toyoake que votó en contra de la ordenanza.
Fujie distribuyó entre sus electores un boletín en el que se expresaba en contra del límite de tiempo de los celulares, con viñetas como "no se basa en pruebas científicas" y "falta la perspectiva de los derechos de los niños". Dijo que le preocupaba que los residentes se sintieran presionados a cumplir la ordenanza.
"Muchos de mis partidarios dicen que es condescendiente que el ayuntamiento diga algo así", dijo. "Esta ordenanza es un disparate absoluto".
Los esfuerzos para regular el tiempo de pantalla no son nuevos en Japón, una de las sociedades más conectadas del mundo y cuna de gigantes tecnológicos como las empresas Nintendo y Sony. El año pasado, un estudio gubernamental reveló que los alumnos japoneses de primaria y secundaria usaban sus celulares unas cinco horas al día en promedio.
En 2020, la prefectura de Kagawa, en la isla japonesa de Shikoku, adoptó una medida similar para limitar el tiempo que los jóvenes pasaban con videojuegos, lo que provocó protestas y una demanda judicial, que no logró anularla. No se han publicado los resultados de un estudio sobre el éxito del experimento.
En Toyoake, como en la mayoría de los lugares, los celulares son un elemento usual de la vida cotidiana: en los autobuses, en los parques, restaurantes y en las escuelas.
Kairi Tani, estudiante universitaria de 20 años, se sentó esta semana en un banco frente a una estación de tren a jugar al popular juego Puzzles and Dragons. Dijo que sería difícil para la ciudad contrarrestar la atracción gravitacional de los celulares; él pasa entre cinco y seis horas diarias con sus dispositivos.
"Mi cerebro y mi teléfono están conectados a través de una raíz", dijo. "Nunca puedo soltarlo".
El lunes por la tarde, un grupo de madres que estaban en un centro comunitario observaban cómo sus hijos pasaban el rato y comían palitos de Pocky y golosinas agridulces.
Asami Sahara, de 38 años, describió a su hijo de 5 años como un "jugador empedernido" que pasa hasta cuatro horas con sus dispositivos los fines de semana. Dijo que la ordenanza podría ayudar a concienciar sobre los efectos negativos del uso de los celulares.
"Los ciudadanos deberían ver cómo se desarrolla en vez de protestar", dijo.
Sahara dijo que podría invocar la norma para lograr que su hijo deje el dispositivo.
"Probablemente podría decir: '¡Te van a ver! La ordenanza dice que no juegues'", afirmó.
El alcalde Kouki, quien tiene hijos de 7 y 10 años, dijo que había dejado de utilizar el teléfono durante la cena a instancias de su esposa, y que ahora opta por ver los mejores momentos del béisbol en lugar de las entradas completas. (Dijo que su tiempo diario frente a alguna pantalla es de unas tres horas en promedio, incluidos los asuntos municipales).
Dijo que pensaba que la ordenanza suscitaría un debate muy anhelado en la sociedad japonesa.
"Cuando subes a un tren en Japón, la mayoría de los pasajeros están viendo sus celulares y no hacen nada más, como mirar el paisaje por la ventana", dijo. "Mucha gente señala que esto es anormal".
Kouki dijo que esperaba darles un ejemplo a las ciudades de Japón y de otros países. Afirmó que estaba estudiando otras normas, como la búsqueda de formas de impedir que los residentes utilicen sus dispositivos mientras caminan.
"No me importa que me critiquen", dijo. "Solo quiero que las familias tengan más tiempo para comunicarse, y que la gente duerma más".
Javier C. Hernández es el jefe de la corresponsalía de Tokio del Times, desde donde dirige la cobertura informativa sobre Japón.
Hisako Ueno es periodista e investigadora radicada en Tokio, donde escribe sobre política, economía, trabajo, género y cultura japoneses.
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