
Para ser una película sobre el movimiento, esta adaptación de una historia de Stephen King resulta extrañamente estática.
Durante décadas, los cineastas han tratado de adaptar a la pantalla La larga marcha de Stephen King, una de sus primeras y más sombrías novelas. Publicada en 1979 bajo el seudónimo Richard Bachman, la historia se caracteriza por una simplicidad minimalista que hasta ahora se ha resistido a la visualización. Entra en escena Francis Lawrence, cuyo amor por el libro y amplia experiencia con material distópico similar (dirigió cuatro películas de la franquicia Los juegos del hambre ) deberían haberle dado ventaja.
¿Qué salió mal? Ambientada en un Estados Unidos del futuro bajo un régimen militar de posguerra, la película sigue a 50 jóvenes que han sido elegidos por sorteo para participar en el evento anual que le da nombre a la novela. Las reglas son sencillas: camina hasta desfallecer, a un ritmo no inferior a cinco kilómetros por hora. Si te detienes o aminoras la marcha --por ejemplo, por un ataque inoportuno o por un dolor de colon extremo-- se te permiten tres advertencias y luego te disparan. El último hombre en pie recibe riquezas no especificadas y la concesión de un único deseo. Al final, es posible que los espectadores se sientan más agotados que los participantes.
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Eso se debe a que La larga marcha (Camina o muere en algunos países), a pesar del talento del guionista JT Mollner y del director de fotografía Jo Willems, está escasamente caracterizada y es apenas cinematográfica. A medida que los hombres avanzan durante días por una carretera interminable, acosados sin piedad por un capataz con megáfono y voz grave conocido como El Mayor (un Mark Hamill casi irreconocible), la película se convierte en una agotadora caminata de masculinidad torturada. Uno tras otro, los que flaquean son brutalmente despachados; y aunque se nos presenta a un pequeño grupo de personalidades secundarias --como el solitario (Garrett Wareing), el cómico (Ben Wang) y el temible comodín (Charlie Plummer, entretenidamente desquiciado)--, el centro moral de la película es la creciente amistad entre Pete McVries (David Jonsson) y Ray Garraty (Cooper Hoffman).
Los vínculos entre hombres son la esencia de gran parte de la obra de King, a menudo de formas entrañablemente ñoñas. Y Ray, de rostro suave, es el complemento perfecto para la energía explosiva de Pete. Sin embargo, luchan contra un guion que pone a prueba la credulidad. ¿Cómo es posible caminar cerca de 563 kilómetros sin tomar una sola siesta? (No es posible, a menos que seas un ultramaratonista como Dean Karnazes). ¿Cómo tienen aliento para tanta charla, discusión y canto? (Que todos parezcan conocer la letra de "Oh My Darling Clementine" también es desconcertante, a menos que una balada folk sobre una novia ahogada sea nuestro himno nacional del futuro).
Con solo un poco de consideración hacia los espectadores que no han leído el libro, La larga marcha podría haber sido desgarradora. Suceden cosas horribles, pero si no hay ni una pizca de secuencias retrospectivas para nadie excepto para Ray --y las suyas son insignificantes--, ¿por qué debería importarnos? El propósito mismo de la caminata no está claro: las notas de prensa describen una sociedad "fascinada" por este espectáculo televisado anualmente, pero solo vemos a un grupo de espectadores casi catatónicos, y nunca tenemos la sensación de que a alguien le importe, salvo a la angustiada madre de Ray (Judy Greer, conmovedora al máximo en un papel mínimamente escrito).
Para ser una película sobre el movimiento, La larga marcha resulta extrañamente estática, sus imágenes desvaídas --una vaca muerta por aquí, algunos caballos vivos por allá-- dejan la impresión de un lugar sin rasgos distintivos. Es posible que el compromiso de Lawrence con la autenticidad sea loable (rodó casi todo el proyecto sobre la marcha en Canadá), pero está claro que estaba tan ocupado honrando el libro que se olvidó de entretener al público.
La larga marcha Clasificada R por matanza, suicidio y sueños rotos. Duración: 1 hora y 48 minutos. En cines.
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