Giorgio Armani, maestro del vestir poderoso, muere a los 91 años

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Creó un uniforme masculino con una silueta que conquistó a las mujeres: el 'power suit'. Su alianza con las estrellas de cine convirtió su nombre en sinónimo del glamur de la alfombra roja.

Giorgio Armani, diseñador que reescribió las reglas de la moda no una sino dos veces a lo largo de su vida, ha muerto. Tenía 91 años.

Su muerte fue confirmada el jueves en un comunicado del Grupo Armani, que no facilitó más detalles. Decía que "trabajó hasta sus últimos días".

Armani, diseñador reticente pero constructor instintivo de imperios, se hizo conocido en un inicio al adaptar una práctica habitual de los sastres napolitanos tradicionales: suavizar la estructura interna del traje masculino para revelar el cuerpo que había en su interior. Al simplemente eliminar las hombreras y los forros de lona, Armani ideó lo que a principios de la década de 1980 se convertiría en un nuevo uniforme masculino, uno cuya sensualidad relajada y casi desenfadada pronto se ganó el favor de la clientela femenina.

"Todas las mujeres de mi generación, incluida Hillary Clinton, vestían jeans en los años sesenta", dijo Deborah Nadoolman Landis, diseñadora de vestuario e historiadora, directora fundadora y presidenta del Centro David C. Copley de Diseño de Vestuario de la Universidad de California en Los Ángeles. "¿Pero qué pasa después de Woodstock? ¿Cómo profesionalizas ese look cuando esas mujeres empiezan a incorporarse al mercado laboral? Lo haces con un traje feminizado de Armani".

Los diseños de Armani, andróginos, lujosos, situados en algún lugar entre el estirado atuendo formal, popular entre los ejecutivos de la época, y los recatados trajes de falda preferidos por muchas mujeres profesionales, ofrecían una forma alternativa de vestir para transmitir poder.

Durante un tiempo, en los despachos de Wall Street, las salas de juntas de Madison Avenue y las suites ejecutivas de muchas agencias de talentos de Hollywood, un traje Armani era el uniforme por defecto de la autoridad, una armadura profesional confeccionada en crepé o cachemira y moldeada en una paleta sombría de la que el diseñador rara vez se desviaba.

"Armani es uno de esos, como Coco Chanel con el vestidito negro, tan importante por lo que aportó socialmente a través del vestido como por lo que diseñó en particular", dijo Harold Koda, quien fuera conservador jefe del Instituto del Traje del Museo Metropolitano de Arte y curador, con Germano Celant, de una retrospectiva de Armani en el Museo Guggenheim de Nueva York en 2000.

La prensa de moda, que fue una de las primeras en acoger y mitificar a Armani, se sintió atraída primeramente por su atractivo cinematográfico --rasgos afilados, con penetrantes ojos azules, un bronceado caoba y un físico atlético que disfrutó mostrar hasta bien entrados sus 80 años-- y por el aura segura y ascética que proyectaba en una época en la que los diseñadores de moda habían empezado a emerger como celebridades de la cultura pop por derecho propio. En los medios de comunicación italianos se le idolatraba como el "Rey Giorgio".

Con el tiempo, el mundo de la moda dejaría de lado un vocabulario de diseño que los críticos de Armani a veces tachaban de repetitivo y desfasado. Sin embargo, si esto preocupaba a Armani, nunca lo dijo, acaso porque los colosales presupuestos publicitarios desplegados por su empresa familiar (que en 2023 registró unos ingresos de 2650 millones de dólares) prácticamente garantizaban una cobertura mediática generosa y sobre todo reverente. Resultó que la serena seguridad que mantenía se vio confirmada cuando, en los últimos años, el péndulo volvió a los estilos de los ochenta y Armani fue, otra vez, elogiado como profeta del estilo.

Este obituario está en proceso de traducción y se actualizará en breve.