
La volatilidad comercial ha creado una amenaza para la existencia de las editoriales independientes de juegos de mesa en Estados Unidos.
Todos los lunes por la noche, Benjamin Ho y Johann Thiel se agolpan en una cervecería de Brooklyn para jugar juegos de mesa. Algunas semanas, los juegos los transportan al Japón feudal, donde luchan por el control militar de un vasto imperio. Otras noches, juegan como pilotos del Grand Prix o soldados de la Primera Guerra Mundial. A menudo se relajan con un juego de cartas de Batman.
Pero ahora sus noches de juego se enfrentan a las alteraciones del mundo real: los aranceles impuestos por el presidente Donald Trump.
Este año, ambos han visto cómo los editores de títulos populares han detenido su producción en respuesta a la guerra comercial del gobierno estadounidense con China, donde se fabrican la mayoría de los componentes de los juegos de mesa y de cartas.
La volatilidad del comercio ha creado una amenaza para la existencia de las editoriales independientes de juegos de mesa en Estados Unidos, prácticamente todas las cuales emplean a menos de 10 trabajadores.
"En realidad, no es necesario tener una gran operación para diseñar nuevos juegos, lo que mantiene las cosas vibrantes", dijo Ho, de 36 años, quien posee 90 juegos. "Los aranceles suponen un paso atrás a la hora de permitir a la gente hacer eso, y creo que es terrible, y no quiero ver que esto frene el crecimiento del pasatiempo".
Al menos dos editoriales destacadas --Greater Than Games, que fabrica el popular juego de estrategia Spirit Island, y CMON Games, cuyos títulos incluyen Cthulhu: Death May Die y Marvel United-- han reducido la producción y recortado personal desde abril. Otras están luchando por traer pedidos a tiempo para la importante temporada navideña.
En una convención celebrada en Columbus, Ohio, en junio, alrededor del 20 por ciento de los editores de juegos que normalmente asistirían no se presentaron porque no tenían suficiente producto para vender, dijo John Stacey, director ejecutivo de la Game Manufacturers Association, un grupo comercial. Añadió que quienes acudieron tenían menos juegos y las compras disminuyeron en general.
"Puede que algunas de tus empresas favoritas no estén aquí dentro de seis meses fabricando juegos", dijo Stacey.
Eric Price, presidente de Japanime Games, con sede en Portland, Oregón, dejó de fabricar nuevos juegos de mesa hace unos cuatro meses. No fue una decisión fácil. La actividad principal de la empresa es publicar juegos de mesa y de cartas enfocados en el anime japonés. Pero dijo que no le quedó más remedio, ya que los aranceles sobre China, de donde proceden la mayoría de sus materiales, pasaron del 34 por ciento al 125 por ciento, y luego al 145 por ciento, antes de reducirse al 30 por ciento.
Incluso con esa tasa más baja, dijo, tendría que subir el precio de un juego de mesa que cuesta 50 dólares a unos 80 dólares, algo difícil de vender, ya que la incertidumbre arancelaria lastra el gasto de los consumidores. Para obtener ganancias, ha invertido más en productos baratos con márgenes más altos. Sus juegos de cartas se venden por menos de 20 dólares, y estos, junto con las fundas, cajas y carpetas para las cartas, pueden absorber los costos de producción adicionales.
"Hemos cambiado completamente nuestro enfoque como empresa para eliminar varios proyectos en los que hemos estado trabajando", dijo Price. "Ha sido difícil".
Zach Makowski, de 30 años, suele comprar unos cuantos juegos al año en una convención en Filadelfia, donde los títulos más populares se agotan rápidamente. Este año, espera que los aranceles encarezcan los juegos.
"Un juego de 10 dólares que pasa a costar 15 dólares es un aumento del 50 por ciento, aunque sea un billete de 5 dólares que podrías perder en el metro", dijo.
Los editores suelen depender de unos pocos títulos populares que venden con sobreprecio para cubrir la mayor parte de sus gastos, y desarrollar un nuevo juego puede llevar años.
Cephalofair Games, que fabrica juegos de mesa de estrategia que contienen cientos de peones y cartas hechos a la medida, se vio obligada a dejar productos por valor de 1,2 millones de dólares en un puerto de China durante unos dos meses cuando se impusieron por primera vez los aranceles, dijo Price Johnson, director de operaciones de la empresa. Cephalofair recibió esos envíos retrasados en junio, y aún tiene que importar dos juegos más.
Los juegos más populares de la empresa se venden a más de 200 dólares cada uno. Con los impuestos de importación añadidos, ese modelo de precios "se desmorona", dijo Johnson.
"No puedo decir con ninguna seguridad que podamos confiar en lo que vendrá después", dijo, y añadió que muchos editores de juegos de mesa y de cartas sienten que están entre las primeras víctimas de la guerra comercial de Trump. En mayo y junio, Cephalofair despidió a un trabajador y redujo el horario de otros dos, dijo Johnson, quien añadió que se había rebajado el sueldo un 50 por ciento.
La incertidumbre arancelaria impidió que Gwen Ruelle y Sam Bryant, propietarios de la empresa de juegos de mesa Runaway Parade con sede en Brooklyn, hicieran su habitual pedido de invierno en primavera. Es probable que la pareja se quede sin copias de Fire Tower, su juego estrella, para las fiestas de fin de año, cuando suelen obtener tres cuartas partes de sus ingresos anuales.
El panorama arancelario "va a ser doloroso para todos nosotros", dijo Bryant. Él y Ruelle, añadió, han pasado "de pensar: 'Oh, esta podría ser la empresa de nuestra vida', a '¿Cuánto tiempo podremos seguir con esto?'".
Ruelle y Johnson dijeron que habían pasado meses investigando fabricantes nacionales y que, en cada lugar, les ofrecían un producto de menor calidad cuya fabricación sería varias veces más cara.
Por ejemplo, las 135 gemas brillantes anaranjadas incluidas en cada ejemplar de Fire Tower son en realidad piezas de plástico acrílico, moldeadas en un proceso de producción que es parte de la naturaleza de las fábricas chinas. Los fabricantes estadounidenses no tienen acceso a materiales que les permitan fabricar esos componentes a escala, dijo Ruelle.
La mayoría de las editoriales producen menos de 10.000 ejemplares de cada título. Pero aunque las fábricas estadounidenses tuvieran los materiales y la sofisticación de la cadena de suministro para fabricar los juegos, los escasos márgenes de ganancia de la industria y las variaciones de un título a otro plantean retos casi insuperables.
"Un juego de mesa tiene tamaños de caja totalmente distintos al de otro", dijo Johnson. "Tiene distintos grosores de papel, de cartas, distintos tratamientos en esas cartas, distintos núcleos en el papel".
Las grandes empresas de juegos operan a una escala que les permite sortear más fácilmente una crisis. Hasbro, entre cuyos títulos se encuentran Monopoly y Clue, adquiere cerca de la mitad de sus juguetes y juegos en China y ha acelerado sus esfuerzos para trasladar esa producción a otro lugar, según dijeron sus ejecutivos durante una llamada de resultados en julio.
Los directivos de Hasbro y Mattel, entre cuyos juegos se encuentran Uno y Pictionary, dijeron en recientes llamadas de resultados que no esperaban que los aranceles afectaran a su negocio tanto como habían previsto inicialmente.
En general, cuanto más complejo es un juego, más difícil es crearlo en otro lugar que no sea China, dijo Michael Lee, director ejecutivo de Panda Game Manufacturing, que ha producido más de 10 millones de juegos desde que se fundó en Vancouver en 2007. Esto es especialmente cierto en el caso de los juegos con muchos componentes personalizados de plástico, dijo.
A medida que aumentaban las tensiones comerciales, Panda se asoció con una empresa de embalaje para trasladar parte de la producción a Brasil, una medida que la empresa describió en su sitio web como "amigable con los aranceles".
Ese tipo de inversión es arriesgada cuando las políticas comerciales siguen siendo inestables. Tras el anuncio de ese plan de producción, Trump dijo que pensaba imponer un arancel del 50 por ciento a las importaciones brasileñas, por lo que Panda seguirá produciendo en China la mayoría de los juegos para los consumidores estadounidenses, dijo Lee.
En lugar de trastocar las cadenas de suministro, algunas empresas han encontrado formas más modestas de compensar los aranceles.
Alfred Mai, quien posee la empresa de juegos de cartas ASM Games, con sede en San Francisco, cambió el molde de plástico que mantiene las cartas en su sitio en cada caja por uno de papel, con lo que redujo los costos de embalaje entre un 20 y un 30 por ciento, dijo.
Aun así, esas coberturas no le permitirán eludir los aranceles. Mai dijo que pensaba absorber una parte del costo añadido para seguir siendo competitivo.
"Es tan errática", dijo sobre la política arancelaria. "Un día sí, otro no, y la verdad es que no hay un plan a largo plazo".
Jamey Stegmaier, fundador de Stonemaier Games, con sede en San Luis, ofrece a los clientes la opción de añadir a sus pedidos una "tarjeta regalo de compensación de aranceles" de 3 dólares para ayudar a cubrir el aumento de gastos de la empresa. Stegmaier espera que haya menos juegos en las estanterías, y escasez de productos populares, a medida que se acerquen las fiestas de fin de año.
Los partidarios de las políticas comerciales del gobierno afirman que los aranceles son necesarios para proteger la seguridad nacional estadounidense y promover la fabricación nacional. Pero mientras el sector de los juguetes y los juegos hace frente a las maniobras comerciales de Trump, Stegmaier se plantea una pregunta: ¿es realmente un problema que tantos juegos se fabriquen en China?
"Un montón de estas empresas de juegos son empresas unipersonales que no existirían si no tuvieran la posibilidad de dar vida a su idea creativa, gracias a esta capacidad de fabricación en China", dijo. "Y la creación de una persona puede dar lugar a cosas asombrosas para todo el sistema: el sistema de transporte de mercancías, los distribuidores, los minoristas".
Hannah Ziegler es reportera de cobertura general del Times y cubre temas como crímenes, negocios, meteorología, cultura pop y tendencias en internet.
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