Su última muestra de amor: la reconstrucción de un dinosaurio

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El esqueleto número 159 que llegó a la mesa de Barry James era posiblemente uno de los tricerátops más grandes jamás encontrados. Un colega, Craig Pfister, había telefoneado a James, paleontólogo comercial, desde Wyoming para hablar de la asombrosa colección de huesos, cuyo valor podría ascender a 25 millones de dólares.

¿Saldría James de su retiro para reconstruirla?

El descubrimiento animó a James y a su mujer, April, su socia y alma gemela desde hacía 37 años. Durante meses, en lo que James describió como "dinomanía", la pareja emprendió el minucioso trabajo que les había granjeado una sólida reputación en la industria de los fósiles, donde eran conocidos como expertos en la preparación de esqueletos para su venta a coleccionistas privados y museos.

Como equipo, combinaban el meticuloso enfoque científico de él en la restauración de fósiles con el toque artístico de ella. Pegaban los fósiles y los montaban en estructuras metálicas para conjurar, por ejemplo, el aterrador poderío de un T. rex o el alargado cuello de un saurópodo.

Ahora, en medio del que quizá fuera el proyecto más ambicioso de la pareja, April notó un dolor agudo en la parte baja de la espalda. Los médicos dijeron que estaba muy enferma, que tenía problemas en la vesícula biliar. James dijo que él y su esposa perseveraron centrándose en lo que podría ser su última gran colaboración.

Mientras su marido limpiaba suavemente con el aerógrafo la suciedad de las vértebras del tricerátops, como un higienista dental que elimina la placa, ella escribía poesía sobre dinosaurios y produjo un libro infantil ilustrado sobre el tricerátops, al que apodó Buddy.

Antes de conocer a James, April había tenido una ecléctica variedad de trabajos: chica de los trofeos de carreras, propietaria de una tienda de bocadillos y empresaria de un negocio de fibra de vidrio que equipaba barcos de carreras y patinetas. Con James, se había comprometido a recrear la prehistoria, aunque ahora estaba demasiado enferma para ayudar con los huesos como en años anteriores.

Completar el esqueleto de un dinosaurio puede llevar años y April no viviría para ver el tricerátops en plena forma. Murió el 7 de febrero de 2024, antes incluso de que James pudiera recomponer los huesos faciales y la característica cresta, o gola, del dinosaurio.

A quienes asistieron al funeral se les entregó un ejemplar de uno de los poemas de April, El adiós.

"El duelo nos consume por completo como los incendios forestales agotan la yesca", escribió. "Sentimos que nos sacan el aire del alma al tiempo que otro pequeño milagro se embarca en la peregrinación perpetuamente críptica. Y de nuevo no lo comprendemos del todo. Pero el amor sigue teniendo todo el sentido del mundo".

Durante el luto, James dejó de trabajar en el tricerátops. Le resultaría difícil continuar hasta que se le pasara la pena. Pero un día, rodeado de huesos, empezó a formarse una idea: una forma poco convencional de honrar la memoria de April.

El encantador de dinosaurios

Casi un año después, quedé con Barry en su taller de Pensilvania, un establo lechero reformado. Era un día frío de marzo y el viento rugía entre los paneles de madera del taller, donde Barry había colgado huesos de pterodáctilo y citas de John Lennon. La casa contigua estaba escondida en una ladera rodeada de bosques y custodiada por un cementerio de mascotas salpicado de esculturas de chatarra que April había montado para conmemorar a unas 50 mascotas.

Los amigos se habían reunido aquel día para apoyar a Barry y recordar a su esposa.

"Tenía una gran creatividad", dijo Dianne Fantaskey, una de las mejores amigas de April, en una entrevista ese mismo día. "Se quedaba despierta hasta las 3 ó 4 de la mañana escribiendo notas y poesía. Era muy prolífica".

"Eran un equipo total", añadió Fantaskey, quien dijo que la pareja nunca se tomaba vacaciones, incluso conforme el dolor físico de April aumentaba con los años. "Realmente creo que ella se sacrificó en cierto modo por él y por su negocio".

Antes de que pudiéramos hablar del dinosaurio, James hizo un recorrido por la casa que empezó con una foto de su mujer conversando con Yoko Ono. "Intercambiaban poemas constantemente", dijo.

Al final del pasillo había una puerta que no se había abierto en meses. Era el estudio de arte de April, lleno de dibujos que había empezado pero nunca había terminado y una biblioteca de papeles que contenían sus escritos. Por una vez, Barry se quedó sin habla, y dejó que Pookie, su perra, inspeccionara la habitación antes de llevarla a la salida.

Luego subimos las escaleras hasta una habitación secreta oculta tras una estantería, donde la pareja guardaba una colección de objetos históricos procedentes de mercadillos y casas de subastas. El tesoro incluía un mosquete de la Guerra de la Independencia, un viejo cuchillo vikingo y un teléfono de 1923 del Capitolio de Estados Unidos.

"Íbamos a poner aquí un museo", dijo James, explicando que quería mezclar los objetos históricos y las réplicas de fósiles para educar a los estudiantes. Pero dijo que el pueblo se opuso.

James se encogió de hombros y continuó por el pasillo hasta su taller. La puerta se abrió para dejar ver la cresta negra azabache del cráneo del tricerátops, recién terminado. Los aprendices habían ayudado a rellenar los pocos huecos entre los huesos con alambre de gallinero, arcilla de modelar y yeso, ayudando a volver a montar el fósil como lo hizo April en su día. El esqueleto y sus cientos de dientes se pegaron con un adhesivo similar al que se utiliza con los aviones de aeromodelismo.

James siempre ha sido muy cuidadoso a la hora de restaurar fósiles, pero quería asegurarse de que este espécimen --un Buddy de 2,9 metros-- tuviera un historial de reparación intachable. "Puedes tener todos los huesos que quieras, pero ¿de qué sirve si no puedes ensamblarlos bien?", dijo James. "Es como montar un rompecabezas, solo que son unas 10.000 piezas".

"Parece interminable", dijo Natalie Hayes, una estudiante universitaria que ayudó a parchar una sección cercana a la cuenca ocular del tricerátops. "Tomas una arcilla y una resina endurecedora y las mezclas para que sea del mismo color que el hueso. Luego lo colocas y lo texturizas lo mejor que puedes".

James vio poca necesidad de hacer remiendos en el tricerátops. El cráneo estaba completo en más de un 95 por ciento si se tenía en cuenta el número de huesos presentes. Pero aún no se habían colocado el torso y la cola del dinosaurio. Decenas de esos huesos estaban dispuestos sobre mesas, acunados en las fundas de papel de aluminio y escayola que habían llegado de Wyoming para su custodia.

El paleontólogo prometió que acabaría ensamblándolo todo. Por el momento, April estaba en su mente.

La 'hippie' pelirroja

Su primera cita, en 1987, se había parecido más a una reunión de sala de juntas que a un encuentro tierno. Él había visto un anuncio en las últimas páginas de una revista pequeña. "Todo lo que quiero para Navidad es un hombre sensible, inteligente e ingenioso". La autora del anuncio, April, era también la editora de la revista y hablaba de sí misma como alguien espiritual y activista por los derechos de los animales.

James trabajaba en un concesionario de coches de California mientras intentaba averiguar cómo convertir su licenciatura en paleontología en una empresa que excavara y vendiera dinosaurios. Su último gran descubrimiento, de huesos de mamut en un lago del Valle de la Muerte, databa ya de hacía varios años.

En la comida, April llegó arreglada --sombra de ojos morada y brillante, un tupido peinado pelirrojo y tacones de aguja bajo una falda lápiz-- e intercambiaron ideas sobre cómo hacer realidad su idea de negocio, Viajes Prehistóricos. En la segunda cita, ella llegó con un plan de negocio completo para financiar expediciones llevando a los turistas de paseo y educándolos sobre el mundo prehistórico mediante excavaciones de fósiles.

Tres años más tarde, ya siendo socios de negocios, se convirtieron en compañeros de vida: se casaron después de que un devastador incendio convirtiera en cenizas la mayoría de sus pertenencias en Santa Bárbara. Fue un comienzo siniestro, pero aun así la pareja consiguió ese año presentar su primer proyecto juntos, un cráneo de tricerátops que atrajo a posibles compradores de todo el mundo. Finalmente se mudaron con la hija de April, de una relación anterior, al granero de Pensilvania donde tenían mucho espacio para trabajar.

"Una noche, comentamos que no podíamos recordar cuándo nos habíamos sentido --fuera antes o después de juntarnos-- tan positivos y realizados como en ese momento", escribió April más tarde.

Su relación con Barry le había permitido a ella florecer como artista. Su estudio estaba ahora lleno de sus escritos y de fotografías de la belleza natural que rodeaba su granja. Incluso había empezado a escribir un guión sobre su travesía en el negocio de los fósiles.

Otra clave de su felicidad: una división clara del trabajo. April se ocupaba de la logística, la mercadotecnia y la contabilidad, lo que liberaba a su marido para que se centrara en las excavaciones y el trabajo preparatorio necesario para vender un dinosaurio.

El negocio de los fósiles

Cuando la pareja inició su negocio a finales de la década de 1980, las películas de Parque Jurásico aún no habían convertido a los dinosaurios en auténticas celebridades. James era un cazatalentos con pantalones de cuero que recorría los yacimientos de la formación Hell Creek en Montana y los estados colindantes, buscando un fósil que tuviera tres rasgos estrella: una patología poco común, un esqueleto casi completo y una buena historia sobre su descubrimiento.

Cuando quedó claro que los multimillonarios estaban dispuestos a gastar más de 30 millones de dólares en un solo espécimen, el sector se hizo más competitivo.

"En el año 2000, un simple hueso de dinosaurio se vendía por 3000 dólares, limpio y montado", dijo James. "Ahora cuesta entre 25.000 y 35.000 dólares. Creo que lo que ha ocurrido es que mucha gente adinerada se dio cuenta de que podía tener un cráneo de tricerátops en el salón de su casa".

Con el tiempo, James decidió dedicarse por completo a una parte menos glamurosa del negocio: la reconstrucción precisa de bestias que caminaron por la tierra hace 60 millones de años. Su formación era cada vez más valiosa en una industria que depende de la exactitud de los informes científicos sobre la integridad y la patología de los especímenes.

"¿Qué hace que alguien sea digno de confianza?" dijo Pfister, el empresario que le dio a James el tricerátops para que lo montara. "Es si realmente hacen lo que dicen que van a hacer. Confío en que Barry será honesto y representará lo que tiene".

No es que no haya habido algunos roces. La competencia por el limitado suministro de esqueletos de la formación Hell Creek ha provocado algunas fricciones entre los estados que quieren proteger su patrimonio natural y los paleontólogos comerciales a quienes les gustaría venderlo.

En 2001, las autoridades de Utah acusaron a James de vender un espécimen de Allosaurus que, según el gobierno, había sido retirado ilegalmente de terrenos públicos en 1992. Se enfrentaba a una posible condena de casi 15 años de prisión.

James dijo que le habían asegurado que el fósil había sido desenterrado en terrenos privados. Pero en 2002 aceptó un acuerdo de culpabilidad por un delito grave de robo por receptación, que posteriormente se redujo a un delito menor, y pagó 50.000 dólares de multa.

James se declaró en quiebra tras esta batalla legal, solo para verse envuelto en otra disputa relativa a la excavación de Tinker, un T. rex , hallado en Dakota del Sur. Los cazadores de fósiles que le contrataron para construir el esqueleto fueron demandados por el condado local en una disputa sobre el arrendamiento del terreno. El caso se resolvió años más tarde a favor de los cazadores de fósiles, pero para entonces el impacto de otro enredo legal había pasado factura.

La pareja vivía de las tarjetas de crédito y se planteaba la posible venta de su casa. April había desarrollado insomnio y dolor crónico. "Me convertí en paciente habitual de la sala de urgencias del hospital local", escribió April en un libro de 2012 sobre su vida. "Tanto los médicos como los abogados estaban bastante seguros de que estaba al borde de un colapso físico y nervioso total".

La pareja se recuperó, en parte gracias a exponer su experiencia a un mundo más amplio. En 2008, James metió los restos de un Apatosaurus llamado Einstein en 10 cajas de carga dirigidas al aeropuerto internacional Zayed de Abu Dabi, donde los encargados volvieron a montar los huesos en un esqueleto que daba la bienvenida a los visitantes de la ciudad. Y en 2014, la pareja invitó a más de 250 estudiantes a ver cómo se realizaba una tomografía computarizada a un T. rex llamado Tristan Otto en el Hospital Comunitario de Sunbury, en Pensilvania, para determinar por qué había muerto.

James dijo que las batallas legales lo golpearon, pero que su educación neoyorquina lo había endurecido. "Lo único que me molestaba era que todo eso alterara a April".

Pero April también demostró resistencia. "Lo hemos arriesgado todo en varias ocasiones para construir y reconstruir este extraño paleonegocio", escribió. "El premio ha sido nuestra capacidad para movernos por un mundo impredecible mientras hacemos algo que nos emociona".

Sin socia y con montones de trabajo

Cuando un médico examinó a April en enero de 2024, ya era demasiado tarde. Su vesícula biliar se había roto y había inundado su cuerpo de una bilis tóxica que le provocó lentamente un fallo orgánico.

Cuando murió un mes más tarde, James estaba acongojado. Era un hippie de 74 años con sombrero de vaquero, que deambulaba por un taller lleno de cientos de huesos de tricerátops esperando ser ensamblados.

Fue entonces cuando le llegó la inspiración. Su pena por el duelo se aplacaría si pudiera rebautizar el tricerátops en honor a su esposa. (Barry ya tenía un dinosaurio nombrado en honor a él, un Camptosaurus .) Llamó al propietario del dinosaurio, Pfister, y le dijo que aquello era una parte innegociable del acuerdo por el que James recibiría aproximadamente la mitad de los beneficios.

"Eso es lo único", dijo James. "No importa el museo ni el precio, ni siquiera si un coleccionista ofrece 100 millones de dólares por ponerle el nombre de su hijo o hija, yo no lo vendo. Quiero que este tricerátops siga llamándose April".

James dijo que ya tenía coleccionistas en lugares como Arabia Saudita y Abu Dabi dispuestos a gastarse 25 millones de dólares en el dinosaurio. Pero le preocupaba no poder hacer valer legalmente su deseo de conservar el nombre de April a perpetuidad.

Pfister, quien le llevó el dinosaurio a James, dijo que no era probable que los derechos de denominación fueran una condición para la venta, aunque podía entender la aflicción de su socio.

"Barry es un buen hombre. Es digno de confianza y apasionado", dijo Pfister. "Pero quien compre este dinosaurio probablemente le cambiará el nombre por el que él quiera. Lo llamamos April en homenaje a la esposa de Barry, pero nunca esperas que alguien conserve ese nombre".

Aunque ya han pasado casi dos años, James niega que esté retrasando la finalización del tricerátops porque eso significaría despedirse de nuevo de April. Pero es cierto, reconoce, que el dinosaurio sirve ahora, como lo hizo en su día April, de razón de peso para levantarse por las mañanas.

"Si no le hubiera puesto el nombre de April, probablemente ya me habría dado por vencido", admitió. "Porque es muy devastador no tenerla aquí. Tengo 74 años y estuvimos juntos 37 años. Eso es casi la mitad de mi vida".

"Ahora estoy pagando las facturas, cosa que no tengo ni idea de cómo hacer. No sé cómo entrar en la computadora", continuó. "Y cuando cuelgo el teléfono, me quedo a solas con todas las fotos de ella, que me hacen darme cuenta de que la vida no era posible sin ella".

En realidad, dijo, involucrarme a mí en su esfuerzo podría ayudar a preservar la memoria de April. "Una vez que se publique el artículo, no creo que nadie le cambie el nombre", confió James.

Pero sabe que llegará el día en que April la Tricerátops tenga que salir del taller, quizá para estar en la propiedad de otra persona o en un museo. "A los niños no les importará April ni Barry", dijo sonriendo. "Solo les importará si el dinosaurio se ve cool o si da miedo".

Zachary Small es periodista del Times y escribe sobre la relación del mundo del arte con el dinero, la política y la tecnología.