'Ni un maldito centavo'. Los sobrevivientes de las inundaciones de Texas buscan ayuda

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En cuanto las aguas turbulentas retrocedieron el 4 de julio en el centro de Texas, Mike Richards llevó a un grupo de voluntarios a su propiedad junto al río Guadalupe para buscar sobrevivientes. En su lugar, encontraron cadáveres, 10 de ellos, incluido un hombre que parecía haberse desangrado mientras esperaba ayuda.

Richards, de 67 años, espera ayuda desde entonces, de funcionarios federales, estatales o locales que puedan auxiliar en la búsqueda, aportar dinero para quienes lo necesiten o ayudar a despejar un terreno que, dijo, "todavía se ve como si hubiera estallado una bomba".

"Por esta reja no ha pasado ni un maldito centavo de mis impuestos", dijo el martes mientras miraba los árboles retorcidos y los montones de escombros que aún ensucian su propiedad y más allá. "Y no entiendo por qué".

Richards es uno de los muchos residentes que planeban confrontar el jueves a los miembros de una comisión legislativa de Texas en una audiencia sobre las inundaciones en el condado de Kerr, que sufrió la peor parte de las 136 muertes conocidas en la región de Hill Country, en Texas. Entre los 100 muertos del condado de Kerr había al menos 27 consejeras y campistas del devastado Campamento Mystic, la mayoría de ellas de dos cabañas cercanas al río.

Desde los primeros días de la tragedia, los funcionarios del condado de Kerr se han enfrentado a preguntas sobre la débil respuesta del gobierno local y la falta de sistemas de alarma a lo largo del río. No han sabido explicar por qué no consiguieron financiación para un sistema de alerta de inundaciones en los últimos años.

Los funcionarios del condado de Kerr no respondieron a las peticiones de comentarios, pero tendrán una oportunidad en la audiencia del jueves, que se celebra una semana después de que W. Nim Kidd, jefe de la División de Gestión de Emergencias de Texas, dirigiera la atención de una audiencia en Austin hacia los gestores locales de emergencias, donde dijo que "recae la responsabilidad de estar al mando".

Casi un mes después de las inundaciones, muchos voluntarios de todo Estados Unidos, y de todo el mundo, han hecho las maletas y se han marchado. Los funcionarios locales y estatales han dejado de celebrar reuniones informativas con los medios de comunicación para poner al día al público. Zonas como la aldea de Hunt, Texas, donde manzanas enteras fueron arrasadas por las agresivas aguas, se han cerrado a periodistas y forasteros.

Además, ha sido difícil obtener detalles sobre los planes de reconstrucción.

"Entiendo que la gente tenga que volver a casa y retomar sus vidas", dijo Richards, "pero no puedes evitar sentirte abandonado".

Los residentes del condado de Kerr dijeron esta semana que no estaban seguros de qué esperar de la primera visita de funcionarios estatales desde las mortales inundaciones. En un principio, Kidd pareció culpar al Servicio Meteorológico Nacional, cuyas previsiones meteorológicas iniciales no predijeron el torrente que cayó en las primeras horas del 4 de julio, lo que desencadenó una airada respuesta del gobierno de Donald Trump, antes de que Kidd dirigiera su atención a los funcionarios locales.

Por su parte, el gobernador Greg Abbott ha dicho que quienes buscaban a quién culpar eran "perdedores".

Nadie del gobierno del condado de Kerr ni de la ciudad de Kerrville, sede del condado, fue invitado a declarar en la audiencia celebrada en Austin la semana pasada, cuando Kidd los responsabilizó públicamente. El jueves tendrán que rendir cuentas en la audiencia de Kerrville, la capital del condado.

Abby Walston, que supervisa un programa juvenil en la Iglesia de la Trinidad de Center Point, en Texas, dijo que prefería poner manos a la obra antes que culpar a nadie.

"El gobierno grande está culpando a nuestro gobierno local", dijo. "Ya sabes, puedes pasar todo el día buscando culpables, pero al fin y al cabo, fue una situación horrible".

"Ahora", dijo, "es el momento de unirnos y reconstruir".

A principios de esta semana, Walston coordinaba la mejor manera de ayudar a los supervivientes durante las próximas semanas y meses. Dijo que tiene previsto organizar entregas de suministros para quienes los necesiten, especialmente las madres de niños pequeños que necesitan pañales y leche maternizada.

"No todos saben que todavía hay ayuda disponible", dijo.

Muchas otras zonas fuera de Kerrville y Hunt han recibido mucha menos atención, dijo. Puede señalar una manzana cercana a su iglesia en la ciudad de Center Point, donde las casas siguen destrozadas y muchas personas viven en vehículos de recreo provisionales o en los sofás de sus familiares.

No hace mucho, decenas de voluntarios iban y venían por la propiedad de Carol y Woody Chambless, junto al río Guadalupe. Esta semana, solo estaban Carol, de 71 años, y Woody, de 73, sentados junto a un ventilador que se esforzaba por mantenerlos frescos.

"Nos vendría bien la atención de los funcionarios estatales y cualquier idea sobre cómo ayudar a la gente", dijo Chambless.

"Nosotros tuvimos suerte", dijo Chambless. "Sobrevivimos. Muchos no".

Graciela Reyes, de 70 años, se conmovió al pensar en los miembros de su iglesia local que fueron arrastrados y en todos los niños que murieron intentando escapar de la crecida del agua en el Campamento Mystic.

"Mis nietos tienen esa edad", dijo. "Me rompe el corazón".

Dijo que comprendía que los funcionarios de todos los niveles de gobierno no quisieran mirar hacia atrás, pero creía que estudiar lo que salió mal podría salvar vidas la próxima vez.

"Es bueno que vengan aquí y piensen en formas de prevenir tragedias", dijo. "Siguen diciéndonos que es imposible que hubieran podido predecirlo. Pero quizá deberían haberlo hecho".

Edgar Sandoval cubre Texas desde San Antonio para el Times, centrándose en la comunidad latina y la frontera con México.