Estos son algunos de los hombres liberados en el intercambio entre EE. UU. y Venezuela

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Más de 260 personas fueron liberadas de prisiones de El Salvador y Venezuela. Ahora se enfrentan al reto de volver a casa.

Un kitesurfista en una aventura sudamericana. Un SEAL de la Marina cuya familia dijo que había viajado al sur por un romance. Un maquillista gay que huyó al norte en busca de una vida mejor. Un hombre que vendía piezas de bicicleta por un salario escaso en Venezuela, antes de marcharse a Estados Unidos.

Todos estos hombres formaban parte de un intercambio de prisioneros a gran escala realizado el viernes entre los gobiernos de Estados Unidos y Venezuela.

En el acuerdo se intercambiaron 10 estadounidenses y residentes permanentes de Estados Unidos que fueron aprehendidos por el gobierno venezolano por 252 migrantes venezolanos que Estados Unidos había deportado a una prisión de máxima seguridad en El Salvador.

Los hombres procedían de entornos muy diferentes. El kitesurfista estadounidense, Lucas Hunter, de 37 años, trabajaba en finanzas en Londres y había ido de vacaciones a Colombia, donde, según su familia, fue detenido por las autoridades venezolanas cerca de la frontera entre Colombia y Venezuela. El SEAL de Marina estadounidense, Wilbert Castañeda, de 37 años, pasó su vida adulta en el ejército estadounidense y había ido a Venezuela a ver a una pareja sentimental, según su hermano.

Los venezolanos, según muchas de sus familias, habían viajado a Estados Unidos por motivos muy distintos. Muchos habían caminado desde Sudamérica a través de una peligrosa selva llamada el Tapón del Darién, con el fin de escapar de una crisis económica y de un gobierno represivo.

El maquillista, Andry Hernández Romero, huía de la persecución por sus opiniones políticas y su orientación sexual, según sus abogados. El vendedor de piezas de bicicleta, Alirio Belloso, de 30 años, se marchó porque no podía comprar los útiles escolares de su hija de 8 años ni las medicinas de su madre diabética, según su esposa.

Pero los hombres venezolanos y estadounidenses acabaron en lo que algunos analistas y familiares han descrito como circunstancias inesperadamente similares. Durante el año pasado fueron detenidos y acusados de intentar desestabilizar el país al que habían ingresado. Luego fueron encarcelados sin el debido proceso ni contacto con sus familias.

En ambos casos, los presidentes que los detuvieron --Donald Trump de Estados Unidos y Nicolás Maduro de Venezuela-- dijeron que intentaban proteger a sus países de invasores extranjeros. Trump, quien hizo campaña con la promesa de llevar a cabo deportaciones masivas, ha invocado una ley de tiempos de guerra, la Ley de Extranjeros Enemigos, para detener y deportar a muchos de los hombres venezolanos. Maduro, por su parte, quiere que Estados Unidos levante las sanciones petroleras, y los analistas de seguridad dicen que creía que la captura de estadounidenses podría ayudarle a persuadir a Washington para que lo haga.

Grupos de derechos humanos han acusado a ambos gobiernos de desaparición forzada, en parte porque ambos se han negado a revelar los nombres de todos los detenidos. Las Naciones Unidas definen esta práctica, que tiene una larga y oscura historia en América Latina, como una detención por agentes del Estado seguida de la negativa "a dar información sobre la suerte o el paradero de la persona desaparecida".

Ahora que los venezolanos han sido devueltos a Venezuela y los estadounidenses han aterrizado en Estados Unidos, todos se enfrentarán al reto de la reintegración y de intentar dar sentido a lo que les ha ocurrido a ellos y a sus familias.

Mirelis Casique, madre de Francisco García Casique, un barbero de 24 años, dijo que cuando se enteró de que su hijo había sido detenido por Estados Unidos, "sentí que se me desmoronó el mundo".

Casique solo se dio cuenta de que lo habían enviado a El Salvador cuando lo vio encadenado e inclinado en un video publicado en internet por el presidente salvadoreño. Luego pasó meses preguntándose si volvería a saber de él. "Jamás me imaginé que el famoso Estados Unidos le iba a violentar sus derechos humanos", dijo.

El viernes, ambos se reunieron brevemente en Caracas. Se abrazaron y lloraron. "La pesadilla terminó", le dijo ella.

Liz Cathcart, directora de Hostage US, una organización sin fines de lucro que apoya a los rehenes estadounidenses y a sus familias, dijo que las personas que han estado presas suelen padecer problemas médicos, como desnutrición, atrofia muscular, deficiencias vitamínicas y problemas dentales, además de importantes traumas psicológicos.

Los hombres venezolanos están retenidos en un hotel cercano al aeropuerto de Caracas, donde se les están haciendo revisiones médicas y funcionarios los están entrevistando, según tres de sus familiares. Los estadounidenses hicieron una breve escala en El Salvador el viernes, donde estrecharon la mano del presidente Nayib Bukele, antes de ser trasladados en avión a Estados Unidos.

En entrevistas realizadas en los últimos meses, familiares de ambas partes dijeron que habían dejado sus empleos para trabajar por la libertad de sus seres queridos y hacer frente a la logística que supone encontrar a una persona desaparecida. Algunos en Venezuela dijeron que habían tenido que esforzarse por conseguir dinero para mantener a sus familias, porque sus familiares en Estados Unidos habían dejado de enviarles pagos.

"Es muy difícil el día a día", dijo Sophie Hunter, hermana del kitesurfista, quien dijo que había dejado su trabajo en las Naciones Unidas para intentar ayudar a su hermano.

En Venezuela, Noemí Briceño, esposa de Belloso, dijo que vivía en un estado de miedo constante desde que lo enviaron a El Salvador en marzo.

Lo único que quiere hacer ahora, dijo, es "dar gracias a Dios porque mi esposo está de vuelta, porque me quitó la preocupación y la zozobra en la que vivía todo el tiempo. No sabía cómo estaba él, si comía o no comía, cómo lo estaban tratando".

En Estados Unidos, a las personas que regresan a casa tras una detención injusta se les suele ofrecer la posibilidad de participar en un programa de reinserción residencial, normalmente en una base militar.

Otros seis estadounidenses regresaron del encarcelamiento en Venezuela tras ser liberados a finales de enero, después de la visita de un funcionario del gobierno de Trump, el primer encuentro público entre ambas naciones en años.

Tres de los estadounidenses liberados hablaron largo y tendido con The New York Times sobre su detención y afirmaron que habían sido confinados en celdas de cemento, golpeados, rociados con aerosol de pimienta y sometidos a tortura psicológica.

No está claro qué tipo de ayuda recibirán las personas devueltas a Venezuela. La economía del país solo ha empeorado en el último año y el gobierno ha detenido a quienes considera opositores y los ha encerrado en el mismo sistema penitenciario que retuvo a los estadounidenses.

Algunos de los hombres se han manifestado contra el gobierno en el pasado, según sus familias, y podrían enfrentarse a penas de prisión.

Varios de los venezolanos tenían casos activos de asilo político pendientes en Estados Unidos, entre ellos Neri Alvarado, de 25 años, antiguo estudiante de psicología.

Aproximadamente la mitad de los hombres liberados por Venezuela el viernes eran ciudadanos estadounidenses, mientras que la otra mitad eran residentes legales permanentes, según el grupo de vigilancia venezolano Foro Penal.

Entre los residentes legales permanentes se encontraba Renzo Huamanchumo, de 48 años, padre de siete hijos y originario de Perú, quien había ido a Venezuela a visitar a la familia de su novia, dijo su tía, Patricia Castillo.

Huamanchumo fue detenido el pasado septiembre cuando intentaba cruzar la frontera entre Colombia y Venezuela, dijo.

Durante meses, dijo, su familia no supo dónde estaba, ni si estaba vivo. Su madre --hermana de Castillo-- viajará a Houston para ver a su hijo, quien está siendo examinado en un hospital militar de esa ciudad.

La madre de Huamanchumo sufrió una grave depresión tras su detención, dijo su tía. A menudo no podía comer y se le había empezado a caer el pelo.

Castillo dijo que el dolor de su hermana nunca podría resarcirse, y agregó: "Esta noticia ha venido en el momento preciso, cuando pensábamos que se nos derrumbaba".

Genevieve Glatsky colaboró con reportería desde Nueva York.

Julie Turkewitz es la jefa del buró de los Andes, radicada en Bogotá, Colombia. Cubre Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Perú.

Genevieve Glatsky colaboró con reportería desde Nueva York.