
Doug Beavers siempre fue un nadador reacio. De niño, hacer vueltas en el equipo de natación le resultaba aburrido, y esforzarse en el agua fría a primera hora de la mañana le hundía el corazón. A menudo miraba con añoranza al equipo de clavados del otro lado de la piscina.
"Lo que ellos hacían parecía mucho más divertido", dijo Beavers, ahora entrenador de clavados en la Universidad George Mason. Estaba la alegría infantil de rebotar en la tabla, la emoción de volar por el aire y lo tonto de una zambullida que no salía del todo bien. Además, dar en el blanco era una satisfacción sublime.
Saltar despreocupadamente al agua no es solo cosa de niños: los adultos también pueden jugar. El clavado recreativo no consiste en hacer ejercicio. El atractivo reside más en el reto y en el puro placer de hacerlo. Pero ejecutar una zambullida adecuada puede ser complicado, y a la mayoría de los adultos nunca se les ha enseñado la forma correcta. Entonces, ¿cómo empezar?
Aprender a ejecutar un clavado es como resolver un juego de Lego, dijo Beavers. Aprendes una destreza, luego añades piezas y vas construyendo sobre ella. "Si te saltas algo, el clavado siempre será un poco inestable".
Cualquier persona de cualquier nivel puede practicar una zambullida, siempre que sepa nadar en aguas profundas. Solo hace falta práctica y estar dispuesto a caer de panzazo de vez en cuando.
Scott Donie, entrenador jefe de saltos de trampolín de la Universidad de Columbia, insiste en que sus atletas aplaudan cuando un clavadista se da un "mal golpe" en el agua. "Lo intentaron, superaron sus límites", dijo. "Queremos fomentar eso".
Hacer clavados puede ser adictivo, precisamente porque da un poco de miedo, añadió, tanto si es tu primera zambullida de cabeza como tu centésimo triple twister. (Eso es una voltereta y media y tres giros, que Donie hace cada año en su cumpleaños).
Pero la recompensa de hacerlo bien merece la pena, dijo Beavers. "Y en un caluroso día de verano, no hay nada mejor".
Cómo lanzarse desde el trampolín
A continuación te presentamos cuatro clavados que empiezan de forma sencilla y se van complicando gradualmente.
En primer lugar, asegúrate de comprobar la profundidad del agua antes de hacer cualquier tipo de inmersión. La piscina debe tener al menos 3,5 metros de profundidad para los saltos de trampolín y 2,5 metros para los saltos desde la orilla de la piscina.
Clavado de lápiz (salto en línea)
Este clavado consiste en saltar al agua con los pies por delante. Aunque parezca sencillo, es un primer paso importante. "Estás aprendiendo cómo se dobla y se mueve la tabla y cómo impulsarte desde ella", dijo Beavers. Incluso los clavadistas de alto nivel vuelven a menudo a este salto para dominar el equilibrio y la forma.
Camina hasta el borde de la tabla y detente. Extiende los brazos por encima de la cabeza con las palmas juntas. A continuación, rebota o "prepara" la tabla tres veces. En el tercer rebote, levántate sobre las puntas de los pies, dobla las rodillas y salta. Mantén el cuerpo tenso y recto, los brazos verticales sobre la cabeza y los dedos de los pies apuntando hacia abajo. Tu cuerpo debe entrar en el agua perfectamente rígido y recto, como un lápiz.
A continuación, intenta dar un par de pasos antes de saltar. La punta de la tabla es la parte que mejor se dobla; cuanto más cerca estés de ella, más potencia dará, dijo Beavers.
Clavado de principiante
Cuando puedas hacer el clavado de lápiz tres veces seguidas con todo y la preparación, estarás listo para lanzarte de cabeza.
Si nunca has hecho un salto de trampolín, empieza en el borde de la piscina, que es menos intimidante que un trampolín. Dobla las caderas para que tu cuerpo forme un ángulo de 90 grados, y estira los brazos por encima de las orejas.
La forma en que sostengas las manos es importante. Mucha gente piensa que las puntas de los dedos deben tocar el agua primero, pero para los clavadistas experimentados, son las palmas de las manos. Esto protege tu cabeza y permite una "entrada rasgada", sin apenas salpicaduras. Junta las manos agarrando todos los dedos de una mano con la otra, con las palmas mirando hacia el agua.
Mantén los ojos abiertos, cae hacia delante en la piscina y deja que te sigan los pies. Al entrar en el agua, endereza el cuerpo y apunta con los dedos de los pies: esta será tu posición para inmersiones más avanzadas.
Cuando estés preparado, haz lo mismo desde el trampolín, sin saltar. Intenta enderezar el cuerpo antes de golpear el agua y contraer el tronco. Mantén las piernas juntas y los dedos de los pies en punta.
Si te da nervios tirarte de cabeza, busca una distracción, dijo Donie. Pon música alegre o pídele a un amigo que cree ondas en el agua y bucea a través de ellas, dijo.
Clavado arcoíris
El siguiente paso es saltar a la zambullida y crear un arco. "Empieza poco a poco con los saltos y luego ve dando saltos más grandes a medida que ganes confianza", dijo Donie.
Empieza en el borde de la tabla, con los brazos por encima de la cabeza. Levántate sobre las puntas de los pies y luego dobla las rodillas, como en el clavado de lápiz. Empújate al saltar. Cuando salgas del trampolín, mira al otro lado de la piscina, y una vez que llegues al punto más alto del salto, desplaza la vista hacia donde quieras aterrizar en el agua. Por lo general, tu cuerpo sigue a donde miras, así que cuanto más mires hacia arriba cuando dejes la tabla, más alto llegarás, dijo Donie.
Intenta golpear el agua con el cuerpo en una línea rígida y recta, con la mirada hacia abajo: piernas rectas, dedos de los pies en punta, pies juntos. "Cada parte de tu cuerpo debe estar tensa", dijo Beavers. "Es como si fueras una flecha atravesando una diana".
Zambullida frontal en picado
Si ya dominas el salto arcoíris y buscas un reto mayor, prueba a añadir una inclinación. Este salto requiere mucha más práctica, pero sienta las bases para clavados y saltos mortales más avanzados.
Colócate en el extremo de la tabla y prepárala. Salta en el aire como si estuvieras haciendo un clavado arcoíris. Tu cabeza debe permanecer fija mientras saltas, con la vista al frente. Cerca de la parte superior del arco, enróllate en una posición compacta, metiendo las piernas debajo de ti y el pecho hacia abajo. Tócate las espinillas mientras lo haces, al tiempo que bajas la mirada hacia la piscina.
Sentirás que te inclinas hacia delante en la zambullida al cambiar tu visión. A continuación, levanta los dedos de los pies hacia el cielo, extendiendo el cuerpo recto para atravesar el agua. Mientras lo haces, estira los brazos hacia la piscina y junta las manos. De nuevo, el objetivo es entrar en el agua con el cuerpo tenso, las piernas juntas y los dedos de los pies en punta.
"Piensa en ti mismo como si fueras un resorte", dijo Donie. "Cuanto más te enrolles, más fácil te resultará saltar. Asegúrate de que cuando saltes, te mantengas tenso en el centro".
Si este movimiento te parece mucho, es porque lo es. Tienes que replegarte al subir y extenderte al bajar, lo que puede resultar contraintuitivo, dijo Beavers. Pero como con cualquier clavado, no tengas miedo de equivocarte. Después de todo, ¿hay alguna forma mejor de pasar una calurosa tarde de verano?
Entrenador en el plató: George McGann.
Jenny Marder es editora, escritora científica para la NASA y periodista independiente.
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